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Helen Hernández Hormilla: “La literatura no tiene sexo, no es hembra o macho”

Sandra Abd’Allah-Álvarez Ramírez

Palabras sin velo es el segundo libro de la periodista Helen Hernández Hormilla, quien hace aproximadamente cinco años viene insistiendo en el análisis de la obra de escritoras cubanas.

La siguiente entrevista, realizada en el contexto de la salida de este volumen y conociendo la labor de Hernández Hormilla dentro del activismo y el pensamiento feminista cubano, revela las tensiones que supone hablar en términos de “literatura de mujeres”, “literatura femenina” o “feminista”, al tiempo que esclarece las particularidad de las escritura de mujeres en Cuba.

¿Por qué un libro dedicado solo a hembras? ¿Es el sexo una condición suficiente como motivo de narración?

-No creo que sean solo hembras: son mujeres, y esa condición construida desde la interpretación que la sociedad patriarcal ha estructurado sobre las hembras de la especie humana, nos define. Se convierte en una experiencia común, pese a las peculiaridades de cada una, porque todas pertenecemos a un grupo simbólicamente excluido y sujeto a relaciones desiguales de poder.

Una no nace mujer, como nos enseñó Simone de Beauvoir, llega a serlo mezclando la influencia social, familiar, personal y subjetiva que recibe en el tránsito de la vida. Y también por decisión propia, porque una es, ha sido y puede ser muchas mujeres a la vez. Puesto que el género es performance, tenemos la capacidad de transformarnos, crecer, acatar y/o transgredir.

La literatura no tiene sexo, no es hembra o macho. Pero sí tienen género quienes la cultivan. Y ese género implica, al menos, un punto de partida, una historia diferente.

Ser mujer implica una identidad de género, y eso, como cualquier otra marca definitoria, se devela en el discurso. Construimos nuestra subjetividad desde el lugar donde nacemos, nuestro espacio económico, nuestra herencia familiar, nuestra clase, color de piel, condición física, deseo erótico. La literatura porta esas historias, aunque quisiera aclarar que no como esencia, sino como relato de un contexto en el cual habita su autor o autora. La crítica feminista ha entendido la obra de arte también como un resultado de esos significados compartidos sobre lo femenino, masculino, trans…, según la época y el contexto en que se ubique.

La literatura no tiene sexo, no es hembra o macho. Pero sí tienen género quienes la cultivan. Y ese género implica, al menos, un punto de partida, una historia diferente. Bien es conocido que a las mujeres nos ha costado más alcanzar posiciones de poder, y el de la enunciación literaria ha sido uno de ellos. Esa es la realidad que me interesa develar cuando distingo la escritura femenina: ¿Sobre qué escriben las mujeres? ¿Por qué? ¿Cómo lo hacen? ¿Qué juicios las valoran? ¿Pudieron acceder en igualdad a la edición y promoción de sus obras?

Es desde ese posicionamiento que se pensó este libro, para distinguir dentro del corpus narrativo al que pertenecen como cubanas de un determinado tiempo, a mujeres que escriben historias sobre las realidades de otras desde la Cuba más reciente, la que nos duele y también, a su modo, nos define. Escriben sobre muchos otros temas, pero mi interés aquí fue decir, desde sus voces, lo que pasó a las cubanas con la llegada de la crisis de los 90.

Cuando se construye el canon de la literatura nacional, se dejan detrás mujeres que han marcado pautas, que aportaron verdaderas riquezas temáticas, estéticas y discursivas. También se obvian otras que ni siquiera pudieron llegar a publicar y cuyas páginas o ideas quedaron en el olvido insondable, del que no las podremos rescatar porque una sociedad machista les impidió escalar a terreno “de hombres”, o acaso contar con papel y tinta para expresar públicamente lo que el cerebro no dejaba de imaginar.

Por ellas pensé un libro de mujeres narradoras. Porque siento que no están suficientemente integradas al canon contemporáneo donde, sin embargo, la cantidad de autoras y su calidad constituye una marca de cambio imprescindible.

Me reconocí en estas obras como no sucedió con otras de la época, porque las anécdotas que ellas narraban eran también las de mi madre y sus amigas, mi abuela, mi tía, mi hermana, mi vecina. Ellas escribieron, obviamente sin premeditarlo, sobre un universo de género en transición. Para hacerlo, no creo que las motivara su sexo, sino una visión del mundo, un deseo de dejar constancia de sus preocupaciones. Escriben por inspiración y necesidad.

¿Cómo escogiste a estas autoras?

-Las entrevistas del libro fueron realizadas en su mayoría para mi tesis de licenciatura en periodismo en 2008, sobre la representación social de las mujeres en la narrativa femenina de los 90. Estas se acompañaron de un ensayo publicado como libro en 2011 (Mujeres en crisis. Aproximaciones a lo femenino en las narradoras cubanas de los noventa. Ediciones Acuario, La Habana) para el cual revisé todos los libros de cuento y novela escritos por mujeres cubanas con temática realista y publicados por editoriales nacionales entre 1990 y 2005. De ahí quedaron 48 textos para el análisis y la selección de diez autoras que a mi juicio destacan entre lo más representativo de la narrativa de mujeres en esta etapa, por la calidad de sus obras y por el tratamiento novedoso de temáticas antes poco exploradas por la prosa de ficción femenina en la Isla. De ellas solo no pude llegar a Ena Lucía Portela, con quien intenté varias veces comunicarme a través de amistades comunes. Ausencia triste, pues se trata de una de las grandes escritoras cubanas de todos los tiempos.

Cuando la editorial Caminos aceptó mi proyecto, decidí incluir además a Esther Díaz Llanillo, quien por desarrollarse sobre todo en el género fantástico no formó parte de la investigación anterior, pero la considero entre las más talentosas y además es víctima de la intolerancia hacia lo diferente que tanto ha primado en distintos momentos de la historia literaria nacional. Además, ella volvió a escribir justamente en la década de los 90, luego de que Mirta Yáñez y Marilyn Bobes la rescatasen como autora en la antología Estatuas de Sal (1996).

Los cuentos compilados son bien conocidos, porque mi interés era distinguir la coherencia en el abordaje de la realidad femenina en la narrativa escrita por mujeres durante esta etapa. Todos tienen en común la existencia de una mujer como protagonista y el tratamiento de asuntos que denuncian, cuestionan o transgreden el orden jerárquico tradicional del género.

Son solo diez autoras en 250 páginas, en las que hubiéramos querido seguir incluyendo otras. Hay excelentes escritoras que no pudieron publicar en sellos nacionales; excelentes narradoras de literatura fantástica, testimonial e infantil, nombres descollantes desde la diáspora. Como toda selección, se basa en elegir, desde la subjetividad de quien asume ese rol. En mi caso, decidí acercarme a autoras de trayectoria probada en las letras cubanas, publicadas entre los años 90 y 2000, cuyas representaciones de lo femenino anunciaran resquebrajamientos de paradigmas machistas y, por qué no, que me conmovieran.

¿Este es un libro de temática femenina o feminista? ¿Hablar de temática femenina no sería reduccionista? ¿Hablar de temática feminista no sería emancipador?

-Puede que algo ya lo respondiese, pero enfatizo.

Es un libro feminista porque yo lo soy, y se me nota en todo lo que hago porque creo firmemente que esta ideología supone un orden social más justo y libre para todos los seres humanos. Y lucho, desde mi pequeño pedacito, por hacerlo posible. Creo que es feminista la mirada que distingue la producción de las mujeres no como esencia o mero grito, sino como expresión de un orden desigual sobre el que ellas se crecen y pugnan por un derecho.

Las entrevistas indagan en la realidad de estas autoras intentando denunciar esas zonas de posible discriminación, las contradicciones que implica asumirse mujer en esta isla; preguntan sobre violencia y costos emocionales de elegir un camino fuera de los marcos del género. Mi intención al realizarlas fue ir más allá de mis entrevistadas y sus vidas para reflexionar sobre realidades comunes a muchas de nosotras, condiciones de esencia opresiva. Quise polemizar con el supuesto posicionamiento desde la mujer al escribir, e indagar sobre la posible conciencia de género al realizar este oficio. Algunas de mis entrevistadas se dicen feministas, otras lo niegan de manera rotunda aunque sus afirmaciones anteriores se avengan a este pensamiento. Para algunas este no es ni siquiera un problema de base. A todas las respeto y admiro por eso.

Por otra parte, la elección de los cuentos, que tuvo en primer término el deseo de que fuesen narraciones de calidad, partió de una intencionalidad feminista. Esos cuentos hablan de la soledad y los estereotipos, de la ética, de los conflictos de la vida cotidiana y la doble jornada, de la violencia machista, los costos de la intolerancia y la lesbofobia, la discriminación y el estigma hacia mujeres transgresoras, la competencia entre mujeres… En fin, creo que los temas que abordan y la manera en que lo hacen dicen mucho de la agenda feminista cubana, y pueden comunicar a personas no tan conectadas con el activismo, la esencia y las razones de estas demandas.

Quise polemizar con el supuesto posicionamiento desde la mujer al escribir, e indagar sobre la posible conciencia de género al realizar este oficio. Algunas de mis entrevistadas se dicen feministas, otras lo niegan de manera rotunda aunque sus afirmaciones anteriores se avengan a este pensamiento. Para algunas este no es ni siquiera un problema de base. A todas las respeto y admiro por eso.

Para mí lo femenino no es una temática sino una condición. No me parece que uno u otro tema sea femenino, o de mujer, porque hable de lo íntimo, de lo cotidiano, de la discriminación, el dolor o la subjetividad individual. Creo que las mujeres frecuentan estos temas por la realidad histórica en la que se ha construido su género. Pero los temas femeninos son todos.

El feminismo, en este caso, vendría a ser un enfoque, porque implica la necesidad de una acción política. Este es un libro que parte de la condición femenina para hablar de realidades de las mujeres cubanas en la época más reciente desde una perspectiva o intención feminista. Así me lo pienso, pero la diversidad impone que otras personas puedan interpretarlo distinto.

¿Qué crees del concepto de literatura de mujeres?

-La literatura de mujeres existe (le robo la frase a mi maestra y amiga Zaida Capote) porque existen las mujeres. Creo que ser mujer es una identidad que se muestra en la literatura tanto como la nacionalidad, la orientación sexual, el color de la piel… Desde el feminismo nos hemos preocupado en visibilizar la literatura de mujeres o literatura femenina porque tradicionalmente ha sido soslayada de los espacios de poder editorial y la legitimación crítica. Hoy nadie se cuestiona por qué hablamos de literatura sueca, literatura gay, literatura negra. Son elementos que sirven a la crítica para visualizar el sentir literario de determinados grupos. Por eso estudiar la literatura de las mujeres no excluye, sino que distingue, enaltece, defiende.

Otra cuestión es hablar de una literatura feminista, porque esto implica una toma de partido, y no todas las autoras tienen por qué estar precisadas a asumirlo. A algunas no les interesa, otras aún son presas de estereotipos y temen a la discriminación. Ahora bien, quienes se asumen como feministas comparten mi causa, y las admiro. Según lo veo, adquieren una herramienta más completa para dilucidar las complejidades humanas.

¿Cómo explicas que haya autoras que aun cuando escriben sobre temáticas desde posturas que podrían ser consideradas feministas no se reconozcan dentro de esa escuela de pensamiento?

-En Cuba el feminismo ha sido sumamente demonizado, como en otros contextos, asociado a posturas radicales y excluyentes. Es una estrategia del patriarcado para deslegitimar un pensamiento de esencia política profunda, que aspira a desmontar un sistema de poder estructurado sobre la supremacía de un grupo sobre otro. El feminismo habla de horizontalidad, de pluralidad, de respeto, de diversidad. Busca romper el binarismo y las normas morales opresivas, defiende condiciones de equidad para mujeres y hombres y el derecho de cada ser humano a elegir su identidad, apariencia, deseos eróticos…

Pero no se entiende así la mayor parte de las veces porque ha sido asociado con ideologías burguesas y divisionistas, considerado innecesario para una nación donde supuestamente existen garantías legales plenas para las mujeres y vinculado a estereotipos lesbofóbicos o de intransigencia ciega.

Muchas escritoras desconocen sobre feminismo, porque es un tema velado consecuentemente y que se ha empezado a rescatar hace muy poco. ¿Apostarían por este pensamiento de tener todos los elementos? No lo sé. Lo cierto es que, aunque no se reconozcan feministas, varias escritoras cubanas defienden modelos de mujer no tradicionales, y cuestionan en sus obras y sus propias vidas las bases ideológicas del género, tal vez porque este tipo de sufrimiento les es cercano.

Otras escritoras, simplemente, son machistas, porque este es un comportamiento hegemónico y se reproduce también gracias a la anuencia y asimilación de las mujeres.

Repito que no es obligación de toda intelectual ser feminista. Solo pienso que debieran existir las condiciones para que ellas pudieran conocer de qué se habla cuando mencionamos esta palabra, que la historia de la escritura femenina cubana ha estado ligada a este movimiento y reivindicar la posibilidad de asumir una lucha que beneficia a la sociedad toda. Eso tal vez nos toque a las feministas de hoy: articularnos, amplificar nuestros discursos, construir una agenda y dejar de camuflagear la acción política feminista bajo la perspectiva de género.

¿Cuáles temas de la vida cotidiana están incluidos en los cuentos de Palabras sin velo, cuáles no? Deudas.

-La soledad, la doble moral, la violencia de género, la sobre-exigencia femenina, la intolerancia, la lesbofobia, la maternidad sacrificada, la competencia entre las mujeres, las diferencias generacionales, la necesidad de expresión femenina, la incidencia de la crisis económica en la realidad familiar, la desigualdad, las discriminaciones, la emigración, son, entre otros, los temas que se advierten en estos cuentos. Faltan muchos más, porque la realidad cubana es rica en conflictos, y porque estas narradoras hablan de ellos en otros cuentos o novelas. La idea era mostrar un trozo de la representación de las mujeres en esta literatura, no abarcarlo todo. Las deudas, como siempre, son infinitas. Creo que la mayor es el racismo acentuado hacia las mujeres, que no se hace explícito en ninguno de los cuentos.

Tu libro podría arrojar luces acerca de la literatura escrita por mujeres en Cuba. Pero todas estas mujeres son citadinas, blancas, clase media… ¿Por qué no hay esas otras mujeres (negras, rurales, etc.) incluidas en el volumen? ¿Valoraste su inclusión?

-Tiene que ver con el criterio de selección que seguí en el libro, que se concentra en autoras publicadas en editoriales nacionales y con cierto reconocimiento de la crítica, premios, etc. Porque el objetivo no era “descubrir” sino mostrarlas como un grupo de fuerza dentro de la literatura cubana contemporánea, que según pienso ya no es solo contada desde miradas androcéntricas. Algunas son mestizas, otras viven en la periferia de sus ciudades o fuera de la capital, una de ellas es emigrada y la condición económica no resulta feliz para todas.

No obstante, entiendo lo que planteas y es cierto que se reproducen exclusiones, sobre todo en el caso de las narradoras negras de ficción. Es el resultado de un sistema editorial que en el momento en que se concentra esta selección ofrecía más acceso a personas de la capital o conectadas al mundo literario. Muchas de esas escritoras que no son citadinas y escribían narrativa de ficción en el período que trabajé para este libro, no llegaron a publicar con editoriales nacionales o lo han hecho en fecha muy reciente.

En cuanto a las escritoras negras, sinceramente, sí las busqué, y recuerdo que fuiste tú misma la primera que notaste esta ausencia en mi investigación y me hiciste llegar a Lalita (Inés María Martiatu) y a un plaquete suyo publicado en 1993, luego de recibir un premio en el encuentro entre escritoras cubanas y mexicanas celebrado en Casa de las Américas en 1990. Pero estos cuentos se enmarcan en otra época histórica y yo buscaba aquellas narraciones vinculadas directamente al contexto de los años 90 y que representaran la realidad de las mujeres. Existen excelentes narradoras negras como Daisy Rubiera, desde el testimonio, o Teresa Cárdenas, dedicada a la literatura infantil, cuya obra no responde a los criterios temáticos que me tracé con el libro.

La propia Lalita ilustró las causas de la invisibilidad de narradoras negras por el canon cubano en un artículo publicado por La Jiribilla y en un encuentro sobre narradoras negras en Cuba que organizamos en 2012 en el espacio de debate Mirar desde la sospecha, coordinado por la UNEAC*. La raíz de todo es la discriminación múltiple que deben enfrentar estas autoras: por género, raza, condición económica y/o orientación sexual.

Existen, pero no están integradas al campo cultural. Según la periodización de Lalita, quien antes de morir preparaba una antología de narradoras negras, muchas de ellas intentan recuperar la memoria histórica de sus antepasadas. En la primera década de los 2000 es que comienzan a aparecer narradoras de ficción para adultos que trabajan asuntos vinculados al racismo, entre las que Lalita cita a Yohamna Despestre con D-14, Isnalbys Crespo con Paisajes en el borde y Elvira Mora con Agua de lavanda.

Muchas de las narradoras rastreadas por ella para su antología están vinculadas con la cultura Hip Hop, cuya fuerza en la representación de un discurso alternativo desde la raza y el género es significativa. Desde el feminismo negro, se preocupan por visibilizar cuestiones relativas a las implicaciones de ser mujer y negra en Cuba, especialmente desde la crítica a prácticas culturales racistas que inciden en la autoestima, la apreciación de la belleza, el tema de la transformación del pelo como ejercicio de poder así como la denuncia de otras condiciones de la sociedad patriarcal como la violencia, la prostitución y el mercantilismo.

Cito a Lalita en el artículo que te mencioné cuando afirmaba: “los puntos de partida de cada una y el entorno ideotemático en que se mueven, es variado aunque existen algunas confluencias entre ellas. La mayoría parte de experiencias personales muy sensibles, heridas recibidas en la infancia y en la adolescencia, una mirada valiente e incisiva a la problemática social contemporánea y la conciencia de la posición subalterna en que se encuentra la mujer negra, herencia colonial que se expresa en todos los ámbitos de la vida social, escuela, familia, relaciones sexuales, medios de comunicación”.

Sé que entrevistaste a Inés María Martiatu, ¿por qué no la incluiste en ese volumen?

-Era mi intención, pero el resultado de la entrevista presencial no nos dejó satisfechas y decidimos trabajarla más por correo electrónico. Ella presentaba problemas de salud en la visión, por lo que la revisión se extendió más allá del plazo de la editorial para entregar el texto a imprenta y estábamos presionadas. Por otra parte, tampoco llegaba la autorización del editor que publicó su libro con condiciones exclusivas en Estados Unidos y no sabíamos si se podría utilizar el cuento que habíamos seleccionado y tuvimos que cerrar el libro para trabajar diseño, etc. Infelizmente un mes después Lalita falleció. Yo publiqué fragmentos de la entrevista en SEMlac una semana después.

Creo que Lalita es una de las más importantes feministas cubanas contemporáneas, que es una ensayista fabulosa y una mujer admirable por su voluntad para superar cualquier barrera que la vida impusiera. Aspiro a que alguna vez alguien recopile sus textos sobre feminismo negro y edite el ensayo sobre el tema que ganó mención en el Premio Casa de las Américas. Ojalá se concrete también esa antología que dejó inconclusa, y se publique en Cuba su libro de cuentos, que aunque no figure entre lo mejor de su producción literaria, según pienso, expresa la energía de esa mujer inmensa que fue Lalita por conquistar todo posible terreno intelectual y creativo.

Según una nota publicada en IPS: “ninguna de ellas se considera discriminada en su rol de escritora”. ¿Por qué crees que ellas piensan eso? ¿Será que la discriminación dentro de la literatura se siente diferente si además de ser mujer eres negra, procedes de un hogar humilde…?

estoy convencida de que la construcción del canon literario cubano se ha comportado de manera machista y ha dejado de mencionar a muchas escritoras a quienes se les publica y reedita menos…

-De memoria recuerdo que al menos Mirta Yáñez, Laidi Fernández y Marilyn Bobes describen anécdotas concretas de discriminación por motivos de género en el ambiente literario. A eso se suma la otra discriminación que excluye no porque señale con el dedo: “eres mujer”, sino porque subvalore los temas, conflictos y estéticas elegidos por las mujeres creadoras o asume que ellas no llegan a superar a sus colegas varones. Otras abiertamente, como Aida Bahr, dicen que nunca se han sentido discriminadas, y Anna Lidia Vega ni siquiera ha pensado en ello.

Se trata de una percepción personal, de la experiencia determinada de cada persona, de oportunidades tenidas por unas y no por otras. Uno no debe señalar a nadie porque manifieste que se ha sentido plenamente aceptado en un contexto de manifiesta discriminación, ¿no?

Ahora bien, estoy convencida de que la construcción del canon literario cubano se ha comportado de manera machista y ha dejado de mencionar a muchas escritoras a quienes se les publica y reedita menos, se les reseña menos, se les invita menos a festivales y ferias del libro internacionales, se les reconoce en menor medida, ganan menos premios y son casi ausentes de jurados en certámenes nacionales, entre otros procesos sintomáticos. Dirán los jueces machistas que es cuestión de calidades, y para darles respuesta, entre otras cosas, publiqué Palabras sin velo.

Cuando además de ser mujer eres negra, provienes de un hogar humilde o reúnes ambas condiciones y otras como amar a alguien de tu mismo sexo, la discriminación se acrecienta. Las difíciles condiciones económicas en Cuba complejizan el acceso a los medios necesarios para educarse con tranquilidad, para escribir, para imprimir lo que escribes, para conseguir libros que debes leer, para llegar hasta un mundo editorial bastante institucionalizado. Sí, es más complejo para aquellas mujeres cuyo punto de partida se sostiene en condiciones de vulnerabilidad.

Cuando se hace una antología de cuentos de manera general se incluyen mayoritariamente hombres, y las mujeres que son tenidas en cuenta son precisamente estas que tú has escogido; y si se hace un libro específicamente entre mujeres, aunque el tuyo no es una antología, entonces tampoco están las “otras”. ¿Qué crees que haga falta para que estas otras mujeres aparezcan en el centro de la cuentística nacional?

-No sé específicamente cuáles son las otras, ni creo que estas mujeres estén en todas las antologías donde hay hombres o en el centro de la cuentística nacional. Sistemáticamente, asistimos a actos donde se les excluye.

Sin embargo, creo que se deberían democratizar las vías de acceso a la publicación y promoción literaria para que comiencen a aparecer voces más plurales. Debería existir una crítica feminista preocupada por captar los discursos femeninos desde el margen, deberían divulgarse más entre estos grupos las posibilidades de certámenes nacionales e internacionales y diversificar las estéticas premiadas por los jurados, debería comprenderse la lucha contra las discriminaciones como una sola, y abogar lo mismo por los derechos plenos de las mujeres como por la equidad por color de la piel y la libre orientación sexual e identidad de género. También podrían buscarse acciones afirmativas como la propia antología de narradoras negras que preparaba Lalita, lecturas y encuentros de esas autoras, investigarles con mayor asiduidad. Sobre todo, debe seguirse luchando desde todos los frentes por superar la ideología discriminatoria del patriarcado, médula de todas las exclusiones.

*El encuentro tuvo como tema el género y la raza en la narrativa femenina contemporánea, y contó con la participación de las escritoras Inés María Martiatu, Carmen González y Yohamna Depestre.

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