Hoy a las tres de la tarde, en la sala Galich, de Casas de las Américas se presenta La verdad no se ensaya del investigador cubano Julio César Guanche, publicado por la Editorial Caminos.
El abogado y escritor Julio César Guanche, hoy prolífico autor, es sin dudas uno de los más serios y lúcidos ensayistas con los que cuenta nuestra Isla actualmente. En la Feria Internacional del Libro de este año 2013 acaba de presentar su libro L_a verdad no se ensaya_, bajo el sello de la Editorial Caminos del Centro Memorial Martin Luther King.
Se trata de un texto aportador que reúne varios trabajos, y del cual — para decirlo en las palabras de su prologuista, Juan Valdés Paz—, “vale la pena que retengamos algunas de sus propuestas, porque no creo que tengamos una mejor alternativa de superación de las contradicciones de la sociedad cubana actual, ni de un mayor desarrollo del socialismo.”
Así que apenas sonó el aplauso final de la presentación, aprovechamos para sostener un corto pero fructífero diálogo con el autor de este nuevo título. Aquí están en primera persona sus opiniones.
¿Por qué tu recurrencia en el pensamiento del período republicano como objeto de análisis?
Hay dos vertientes. La primera fue un empeño puramente histórico, de recuperar la República cubana como lapso histórico, como período que vivimos entre 1902 y 1958. Esto, frente a muchas lecturas que me parecen que la simplificaban mucho, que hablaban de aquella seudorrepública, a través de las cuales prácticamente no se le estudiaba o se le estudiaba muy mal.
Después de mucho estudio, con los años, se va comprendiendo, no sólo como dice Eusebio Leal en una frase que acuñó, que toda la Revolución hubiera sido impensable, que todo lo que ocurrió en los cincuenta en términos de cultura política, en términos de los contenido de los discursos, en términos de prácticas de organización política, nada de eso hubiera sido posible sin la organización que se dio a sí misma la República. Sin los espacios políticos que había, o que no había —según el momento que se viviera—, eligiendo entonces mecanismos de resistencias, vías legales o vías insurreccionales en dependencia del momento del que se hable, nada posterior hubiera sido posible.
Uno va descubriendo que hay muchas más continuidades de las que se ven a simple vista. Las revoluciones a veces se imaginan como una obra cero, en la que todo se funda y todo se crea, pero hay en verdad muchas más continuidades. Me llamó la atención cómo unas cosas se continuaban en las otras, cómo hubo problemas que tenían una historia más larga, de mayor data, y que no habían aparecido en los años sesenta o setenta, sino que venían de culturas políticas anteriores. Así fueron surgiendo algunas primeras investigaciones históricas; un libro de entrevistas, que trataba de valorar con mayor justicia esa época.
En años más cercanos, he analizado ese tema desde una perspectiva de filosofía política, que entiende que la república no es sólo una forma de gobierno, una forma de estado sobre todo, sino una antiquísima, de más de dos mil años, tradición de pensamiento político. Entonces, ya no considero que la república sea algo que encarne en una forma de gobierno presidencialista, como ha sido el uso, sino que tiene contenido republicano, que hay que vivirlo también para completar la república. Y desde ese punto de vista entonces, al menos en mí, se ha ido aclarando mi visión. Que se estudie la República, no sólo como período histórico sino como encarnación concreta de un ideal político que desde Aristóteles hasta acá ha ocupado mucho espacio, espacio intelectual pero también político.
Ese ideario republicano, amplio, es el que hizo nacer la Revolución Francesa… El propio ideario cubano de principios del siglo XIX, que ha sido presentado como liberal revolucionario, como liberal radical, tiene muchísimo de republicano, republicano democrático. Creo que esa idea de mezclar una perspectiva histórica, de filosofía política es muy útil para comprender y darle a estos fenómenos una visión más global.
En este nuevo libro profundizas en el ideario de una importante figura como Raúl Roa ¿Crees que, en el pensamiento político y filosófico cubano, de la República o incluso anterior, pudieran estar las soluciones de nuestras coyunturas actuales, sin la camisa de fuerza de los pensamientos importados?
Sin dudas, creo que hay mucho de eso. Pero hay que importar también. Somos un mundo global, la cultura es una herencia global, siempre hay que estudiar y leer cualquier experiencia que se produzca en cualquier lugar del mundo. Ahora, siempre bajo la conocida frase martiana, el tronco tiene que seguir siendo nuestro. Hay que tener muy claro cómo y en qué sentido usas lo importado; tener muy claro la escala de la formación y evolución histórica de tus problemas, en fin. Defiendo que haya que importar, para usar esa frase que me has dicho.
Sin embargo, defiendo también que muchas de las ideas, de Raúl Roa por ejemplo, tienen más relación, se comunican más con el proceso de cambios que tiene lugar hoy en América Latina, que las que hemos elaborado en las últimas dos o tres décadas acerca de qué es la moral socialista, por sólo decirte un aspecto. Entonces, me parece que en relación con nuestra historia, lejos de ser aquella muy mala metáfora de que era una espiral y todas aquellas cosas ridículas que manejaba el marxismo soviético, hay una frase de Walter Benjamin que me parece más adecuada para entender esto.
Dice Benjamin que hay muchos cursos que están disputando un avance en cada momento. Uno de esos cursos termina siendo el victorioso, y termina, a posteriori, teniendo razón, justamente por ser el victorioso. Pero eso no quiere decir que tenga otra razón, otra afirmación, que no sea ese hecho de ser el victorioso. Eso no significa que no tengan razón muchos otros cursos que no tuvieron éxito en su coyuntura. Por eso hay que recuperar hilos históricos que no tuvieron un peso específico en su circunstancia, por el contexto político o histórico que vivieron o por muchos otros motivos. Pero no les quita razón el hecho de no haber avanzado más.
Yo creo que Roa es un buen ejemplo de cómo buscar confluencias entre el socialismo y la democracia. Que tienen todo que decirle, a Cuba hoy y también a America Latina.
Tu esfera de trabajo intelectual se ha relacionado con aspectos que pueden ser muy cuestionadores, bajo la óptica de algunas miradas. ¿Dónde te ubican hasta ahora, en el lado de quien fructifica resultados útiles, prácticos, o en el lado de los “conflictivos”?
No sabría decirte. Yo vivo con mucha tranquilidad, la verdad. Me costaría más trabajo hacerlo de un modo distinto. Es verdad que te buscas problemas a veces, pero tampoco hago bandera ni loa de eso. Hace mucho rato aprendí de un dramaturgo español algo que me ha servido mucho, y es que uno tiene que hacer en su circunstancia todo lo que tiene que hacer, pensar y creer, si lo considera importante. Si lo publican, bien, si no lo publican también; si te buscas problemas bien, si no también. Y eso tiene que ver sobre todo con que uno tiene obligaciones como persona, como ciudadano, como intelectual. Esas obligaciones son las que te llevan un poco de la mano. Claro, tienen que estar contextualizadas, a veces se puede hacer más cosas, otras menos, a veces se tiene mayor alcance…
Igual, ser conflictivo no es un fin tampoco, ni mucho menos…
Sobre todo eso. Se trata de incorporar la crítica a todo lo que haces. No como un ademán, no como un gesto, sino como una labor crítica que atraviesa todo el pensamiento marxista. Piensas el objeto en el que piensas, pero también piensas en tu propia forma. Cuando eres así, estás abierto a que se puede estar, no diré equivocado, pero sí sin miedo a evolucionar. Significa que no tengo miedo a pensar distinto unos años después. Dije en la presentación esa frase de que temo al hombre de un solo libro. Pero también temo al hombre que veinte, diez años después, piensa lo mismo. Lo que hay que es que tener la coherencia para rectificar, para entender que antes entendiste de un modo y no era así. La coherencia es fundamental y el cambio también. Ambas cosas.
Dentro de eso, ya que me preguntas por mí como persona, me siento jugando un papel. Veo que hay mucha capacidad de influencia en muchos estratos. Pero al mismo tiempo tienes negado el acceso a muchos lugares. Cuando te digo lugares significa espacios, que tiene esto que ver con un problema que tenemos en el país, que se trata de delimitar discursos, que tienen capacidad de cabida en un circuito más pequeño de distribución y de circulación de ideas, pero que se les niega, o se les imposibilita, o se obstaculiza, su acceso a fuentes más amplias de difusión.
Eso que ocurre en el país, de alguna forma me ocurre también a mí en lo referido al acceso a los periódicos, a la televisión, a los medios de difusión masiva, en fin. Que no lo defiendo sólo para mí; lo defiendo para toda la intelectualidad cubana que tiene que publicar en los periódicos, que tiene que estar con su discurso en la televisión. Eso le haría mucho bien a la sociedad cubana. Se trata de una sociedad que tiene que estar más informada sobre sí misma, que tiene que tener más acceso a los discursos que se producen sobre sí misma, más acceso a las alternativas que están en juego sobre sí misma.
No se trata entonces de producir textos para una revista de dos mil ejemplares o para un libro de mil ejemplares, para una comunidad intelectual interesada. Se trata de que estas ideas, no porque tengan o no más o menos razón, sino porque son ideas que están en juego, que están sometidas a discusión y a crítica; y así, sometidas a crítica, podrían acceder a lugares de más alcance, de más difusión.
Pero te insisto, no lo pido para mí. Lo pido para la intelectualidad cubana. Resulta contradictorio cuando esa intelectualidad se presenta como muy revolucionaria, como muy patriótica, pero al mismo tiempo no se ven esos discursos plurales, diversos, críticos que produce. No se ven ni en los grandes medios, ni en las escuelas, ni en el discurso escolar cubano que maneja otros códigos y otras formas de entender la historia y la política cubana.
Para los que todavía no han leído el libro: ¿Qué tiene que ver Julio César Guanche con el reguetonero Baby Lores?
Hay en un tema de Baby Lores, se llama Creo, una frase que me llamó mucho la atención: La verdad no se ensaya, y es la que da título al libro. Lo que hago es servirme de ese tema para analizar culturas políticas presentes hoy en Cuba. Lo dejó ahí, para no matar la sorpresa…
Tú no eres un hombre de un solo libro. Ni en los que te lees ni en los que ya has escrito y publicado ¿Qué viene después de este?
Lo próximo es una antología de textos que he preparado, con distintos ensayistas latinoamericanos, sobre Calibán, el famoso ensayo de Roberto Fernández Retamar. Para el año que viene debe aparecer un libro de ensayos, de pensamiento político cubano que ganó el premio UNEAC de Ensayo hace un par de meses. Eso, por ahora…
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