Suite Habana, la película anterior de Fernando Pérez (Clandestinos, Hello Hemingway, Madagascar, La vida es silbar) era un ejercicio documental con una puesta en escena extremadamente cuidada, o más bien, un ejercicio de ficción sin ficción, en tanto esta categoría entraña, por lo regular, mixtificación, falsedad, arreglo subjetivo y pulido de lo real. Suite Habana orquestaba y ordenaba la verdad para convertirla en imagen hermosa y convincente.
Ahora, el director, pareciera que ha desatado todas las riendas de su capacidad fabuladora y cuenta no una historia, sino dos, con un final en el cual nos deja claro que los dos relatos pudieron ser tal como los vimos, pero igual pudieron tratarse de ensoñaciones del personaje principal, fantasía de los realizadores, ficción pura, invención total y completa que, además, no quiere disimilar su naturaleza ilusionista. Antes de que prosperen esta y otras interpretaciones, nos pareció interesante, para tratar de evitar tal vez las lecturas aberradas, exponer algunas de las opiniones del realizador sobre su obra en diversas etapas de su preproducción, rodaje y postproducción.
“Madrigal cuenta dos historias con dos atmósferas bien diferentes. La primera ocurre en La Habana hoy, en el mundo del teatro deliberadamente artificioso, con elementos que el espectador entiende que es la realidad, pero una realidad en la cual se aprecia una mirada que no es naturalista.
La segunda historia es el cuento que escribe el protagonista Javier durante toda la primera parte de la película. En el sentido de una espera cómoda que el espectador pueda pedir de la obra de un realizador una misma línea, pues va a ser por lo menos desconcertante porque es un trabajo totalmente opuesto a lo que hice en mi última película Suite Habana, y sigue un poco la búsqueda de Madagascar y La vida es silbar, pero también va un poco más lejos en esa creación de un lenguaje artificioso, y yo siento que, por lo menos en el cine y en la vida, mi principio es no ir siempre por los mismos caminos y siempre transitar por zonas que son inseguras y riesgosas, pero que a uno lo animan a saber hasta dónde se puede dar importancia a una película, participar de la búsqueda. Yo creo que soy un cineasta que no me podría definir como de un solo estilo único.”
“El tema de lo aparente y lo real está en el centro de interés de todas las relaciones humanas, y quiero que lo real y lo aparente formen parte del lenguaje mismo de la película, colocando al espectador ante imágenes y situaciones, cuyo sentido no será el que aparentan en un inicio. Madrigal es mi película más riesgosa en el sentido de la búsqueda estética del lenguaje, porque deliberadamente busca una artificiosidad, un artificio que es el principio de toda creación y yo, viendo la película recién terminada, creo que sí, que es la propuesta que yo quería hacer y me reconozco en ella.
De todas maneras tengo mucha curiosidad en saber qué va a pasar con una película que sé que va a ser muy polémica, que puede despertar muchos criterios encontrados. Espero que el espectador entre en ese mundo de artificio y se identifique con lo que la película propone para poder funcionar, pero también pienso que puede haber muchos espectadores que no participen de esa propuesta, entonces sí la van a rechazar.”
“A mí me gusta todo el cine. Yo soy cineasta pero soy cinéfilo también, y me gusta ir al cine y ver películas. Admiro a muchos realizadores independientemente de su nacionalidad, de sus propuestas estéticas también, e igual disfruto de una película muy bien hecha de Spielberg como de una película de Bergman.
Me interesa el cine en toda su diversidad y en todas sus posibilidades y eso es lo que hago. Uno de los mayores retos fue crear un mundo imaginario, con muy pocos antecedentes en el cine cubano, sin querer hacer una clásica película de ciencia ficción. Siempre había querido trabajar con Raúl Pérez Ureta, desde que hacíamos el Noticiero ICAIC Latinoamericano, y soñábamos hacer películas de ficción. Raúl es ese tipo de fotógrafo que para filmar una simple noticia llevaba equipos de iluminación y convertía cada imagen noticiosa en algo más expresivo. A veces bromeábamos con él y le decíamos: ‘Raúl esto es el Noticiero ICAIC y no una película de Ingmar Bergman’. No fue hasta Madagascar que pude coincidir con él y creo que además de tener sensibilidad, Raúl es un cineasta de una dedicación y entrega tremendas, que es lo que ha creado las bases para una comunicación muy fuerte entre ambos, donde a veces no tenemos que decirnos las cosas para compartirlas y saber por qué camino vamos. Lo mismo me pasa con la música, he creado con Edesio Alejandro una comunicación muy fuerte y el trabajo fluye con mucha rapidez.
En cuanto al rol protagónico de la fotografía en mis últimas películas, siento que sí, que quiero hacer un cine que se exprese más por la imagen. En Madagascar, los diez últimos minutos no tienen diálogo, en La vida es silbar hay secuencias muy largas sin palabras. En Madrigal la atmósfera fotográfica, y musical, tiene el peso principal. El cine no es solo imagen, pero la imagen es lo más importante.”
“Estoy bastante satisfecho por como han quedado las imágenes, la atmósfera y sobre todo las actuaciones. La película parte de una realidad irreal, deliberadamente artificiosa, que parece desarrollarse en otra dimensión, aunque estructurada con personajes de carne y hueso y moviéndose en el terreno de los sentimientos y las sensaciones. Madrigal es deliberadamente artificiosa, quiere crear una atmósfera nada realista y tiene serios retos dramatúrgicos porque se plantean dos historias.”
“Es una película cubanísima, ha sido hecha aquí y aquí es donde están mis motivaciones. Pero hay conflictos que pertenecen al género humano y no a una sociedad exclusiva. Siempre me he planteado que si uno es cubano, si vive aquí, si está enraizado, eso sale, eso está y no tiene que haber recetas, ni fórmulas, ni decretos para que una obra artística sea cubana. Lo mismo ocurre con la música. No creo que porque se toque más el son se sea más cubano.
A veces me pregunto, ¿qué es lo cubano, qué lo define?, ¿que aparezcan las palmas, que se baile salsa? Pienso que lo cubano es un sentimiento más profundo y que, en mi caso, si sale, sale porque está ahí, no porque yo me lo plantee. En Madrigal, una de las historias ocurre en un mundo posible, del futuro, prácticamente una ciencia-ficción y sus relaciones con la realidad cubana son muy pocas y, sin embargo, siento que es una película tan cubana como cualquier otra.
La primera historia recrea una Habana llevada a otra dimensión, en la que el lugar más reconocible es el Capitolio que se ve al final de una de sus escenas, lo demás son edificios filmados de manera que bien podrían ser de otra ciudad. La segunda parte relata un cuento de ciencia ficción que ocurre en un mundo del futuro, apocalíptico. Es un cuento que se plantea el futuro de la humanidad, y espero que la película pueda trasmitir esa preocupación. Es una película polémica, de la cual se pueden sacar muchísimas lecturas, y que al menos aspira a dejar una inquietud en los espectadores”.