Cuatro meses después del asesinato de la ambientalista Berta Cáceres, el cuerpo de la lideresa hondureña Lesbia Janeth Urquía Urquía fue encontrado en un basurero municipal. El hecho es considerado un nuevo feminicidio político para acallar las voces de las mujeres que defienden la tierra en contra de un sistema patriarcal, racista y capitalista. Honduras es considerado el país más peligroso per cápita para lxs activistas ambientales, con 101 asesinatos entre 2010 y 2014.
Dice el pueblo lenca –que habita territorios de Honduras y El Salvador– que los ríos están habitados por espíritus femeninos. Dicen que las niñas protectoras de las aguas son guardianas de los ríos. Dicen que el agua es un bien fundamental, y no dudan en defenderla… con su propia vida.
Hace más de cinco siglos que los poderes neocoloniales destruyen las montañas, los bosques, las lagunas, la biodiversidad, en nombre de la “civilización” y del “desarrollo”. En el siglo veintiuno, el genocidio y el ecocidio continúan.
En Honduras, a partir del golpe de Estado que destituyó a Mel Zelaya, se aprobó la Ley General de Aguas, que habilita la privatización de los ríos. La mayoría se encuentra dentro de los territorios de los pueblos indígenas, y en ningún momento se efectuaron las consultas previas, libres e informadas, que indica el Convenio 169 de la OIT y la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos
Indígenas. El estado racista de Honduras se caracteriza por una negación sistemática de este derecho. El 18 de diciembre de 2015 fue condenado en la CIDH, por haber omitido la consulta previa en comunidades Garífunas afectadas por proyectos turísticos y mineros.
Sin embargo, la voracidad del capital transnacional es la que manda, y el grupo del poder sigue adelante con su necropolítica, al punto de convertir a Honduras en uno de los países más violentos del planeta. De acuerdo con el informe “¿Cuántos más?” de la organización Global Witness, Honduras es el país más peligroso per cápita para lxs activistas ambientales y de la tierra, con 101 asesinatos entre 2010 y
2014. En 2015, se señala en el informe “En terreno peligroso”, más de tres personas a la semana murieron asesinadas por defender su tierra, sus bosques, sus ríos. La violencia estatal viene acompañada de una estrategia mediática que identifica la defensa de la tierra, como expresión del “atraso”.
¿Civilización o barbarie? Los “civilizadores” matan. La criminalización de las defensoras de la naturaleza se volvió una práctica sistemática, que se descarga de manera brutal sobre las mujeres, que tienen un pacto particular con la tierra, el agua, el aire. Así como en las dictaduras de los 70, las mujeres salieron a defender la vida que desaparecían, en estas dictaduras institucionalizadas del siglo XXI, que han sabido combinar terrorismo de Estado con farsas electorales que llaman democracia, son las mujeres, especialmente las de los pueblos originarios, las que asumieron el lugar de cuidadoras de la vida. Son las mujeres invisibles, las “locas”, las brujas, a las que el capitalismo patriarcal y colonial, que atraviesa tanto la cultura opresora como la de los pueblos oprimidos, las ha vuelto “descartables”.
El asesinato de Berta Cáceres, dirigente del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh), en la noche del 2 de marzo de este año fue realizado materialmente por un ejecutivo de DESA –empresa constructora de la hidroeléctrica de propiedad del clan Atalas–, por un mayor activo del ejército –instructor de la policía militar–, por un militar en retiro, y por un sicario. Una auténtica alianza mafiosa nacida del narcoestado. Frente a la presión mundial, el
gobierno apresó a estos implicados directos en el crimen, pero no revela a los autores intelectuales. El crimen de Berta fue un mensaje mafioso dirigido a todas las mujeres guardianas de los ríos y de los pueblos, que indicaba la decisión del poder capitalista y patriarcal, de no detenerse ante nada. De desafiar a los mismos espíritus del agua.
Este 5 de julio, fue asesinada en Marcala, Lesbia Janeth Urquía Urquía, defensora del río Chinacla. Señala la Organización Fraternal Negra de Honduras (Ofraneh), que el río “fue concesionado en el 2010, en una piñata realizada por el Congreso Nacional, en la cual entregó más de medio centenar de ríos a personajes ligados a la élite de poder”. Lesbia Janeth, de 49 años, madre de dos hijas y un hijo, estaba vinculada al Copinh. Había salido de su casa con su bicicleta. Su cuerpo fue hallado
el siguiente día en un basurero municipal, con múltiples heridas cortantes en la cabeza y otras partes del cuerpo. El Copinh denunció que esta muerte constituye un “feminicidio político, que busca callar las voces de las mujeres que, con coraje y valentía, defienden sus derechos en contra del sistema patriarcal, racista y capitalista, que cada vez más nos acerca a la destrucción del planeta”.
Lesbia Janeth lideraba una fuerte lucha en el departamento occidental de La Paz, donde las comunidades lencas llevaban adelante una oposición férrea al proyecto hidroeléctrico Aurora I, sobre el río Chinacla, proyecto al que está vinculada la presidenta del Partido Nacional, y vicepresidenta del Congreso, Gladys Aurora López, y su marido Arnold Castro. Lesbia venía activando además la consulta que realizaría la comunidad lenca de Santa Elena, de La Paz, para evitar la construcción
de la represa Los Encinos S.A.
Una multitud despidió a Janeth. Un río de pueblo la acompañó en su viaje. Si al matarla pensaron que asustarían a las mujeres, al pueblo lenca, es que no lo conocen. Aferrado a la tierra, a los ríos, a los bosques, el pueblo resiste con la fuerza que le dan las guardianas de las aguas. Con ellas y con la fuerza de sus ancestras, este domingo ganó en la consulta el “No a la represa”. El gobierno terrorista de Honduras no logró derrotar la energía rebelde que nutre la raíz.
En otros lugares del continente se intenta la misma estrategia. En enero, fue desaparecida Nilce de Souza, dirigente del Movimiento de Afectados por las Represas de Brasil. En Colombia fue asesinada la líder campesina Maricela Tombé. Otras defensoras están siendo hostigadas y amenazadas, como Aura Lolita Chaves y Lorena Cabnal, de Guatemala; Piedad Córdoba en Colombia, Miriam Miranda en Honduras. Tres campesinas acaban de ser condenadas en Paraguay, en una sentencia absurda por la
Masacre de Curuguaty: María Fany Olmedo, María Dolores López y Lucía Aguero.
Nuestro Ni Una Menos no reconoce las fronteras coloniales, y hace visibles también a estas mujeres, a las que el patriarcado y el colonialismo capitalista niegan. Escribe los nombres de ellas, y de las que no conocemos, que están en cada rincón de nuestro continente, haciendo lo que las mujeres hicieron desde tiempos ancestrales: cuidar la vida. Como las Madres de Plaza de Mayo, como las Abuelas, como las machis del sur del mundo, como las guardianas de los ríos. Cuidar la vida. Para que siga fluyendo y nutriendo un tiempo y un horizonte, en el que no sea más necesario dedicar toda la vida ¡a cuidarla!
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