Y, sin embargo, ésa es precisamente la descripción sintética que las noticias hacen del candidato que, entre cinco, se alzaría con la presidencia de su país y se inscribiría como uno más en la presente generación de primeros mandatarios de centroizquierda de América latina.
Si la suerte está efectivamente echada, restará entonces determinar qué clase de “izquierdista” eligieron los nicaragüenses. En la visión ideológica más paranoide de la derecha la del Departamento de Estado, por ejemplo el más importante de los antiguos comandantes de la revolución sandinista que hace más de dos décadas hizo trizas la dictadura de Anastasio Somoza ha regresado como entonces, como el lobo envuelto en piel de cordero de la fábula infantil.
La conclusión que sacan así también merecería pertenecer al mundo de las fábulas.
El principal motivo de preocupación sobre el candidato del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) es, hoy al menos, que muestra cierta cercanía política al presidente venezolano Hugo Chávez, quien parece haber respaldado con divisas parte de la campaña de Ortega y que, además, puso en marcha un ingenioso plan de incentivo ofreciendo a los intendentes de FSLN y sólo a ellos petróleo a precio reducido.
Para Chávez, una confirmación del triunfo de Ortega serviría como paliativo a su traspié en las ONU, donde no pudo obtener para su país un mandato bienal para el asiento latinoamericano en el Consejo de Seguridad. Panamá, un candidato de consenso surgido después de fuertes tironeos regionales, podría ser votado para esa posición este mismo martes.
Por lo demás, Ortega ha hecho una suerte de autocrítica tan intensa que es difícil ubicarlo en otro lugar ideológico que el del oportunismo.
Su retórica aún conserva cierto espacio para la lucha contra la injusticia inevitable en un país en que el 60% sobrevive con menos de un dólar al día, pero sus nuevos temas son la promoción del mercado y la casi aceptación de un tratado de libre comercio con Estados Unidos.
Más que a Chávez o a Evo Morales, los dos ejemplos más radicalizados de la región, Ortega parece aproximarse a Alan García que, también este año, ganó la presidencia de Perú. Si Ortega pasó de la revolución al libre comercio, García hizo el trayecto de derribar puertas de bancos con blindados en su primer período a abogar hoy por el rigor fiscal.
No es imposible entonces que a Chávez y a los nicaragüenses les esté esperando una sorpresa.