No es para menos. 20 años después de la caída del muro de Berlín es imposible sustituir con propaganda e ideología las crecientes desigualdades sociales que, como un nuevo muro, dividen a los habitantes de Alemania reunificada y las prácticas discriminatorias hacia los habitantes de la otrora República Democrática Alemana.
La propaganda, en la que históricamente los gobiernos alemanes son maestros, tampoco obnubiló a Angela Dorothea Merkel, como sí motivó que Nicolás Paul Stéphane Sárkozy de Nagybóscay fuera exhibido como mentiroso por la prensa parisina por travestirse en protagonista de aquel 9 de noviembre.
La canciller convocó “a derribar los muros que quedan en pie en el siglo XXI… Es nuestro desafío”. Pero también festinó que el día de la caída del muro “fue uno de los momentos más felices de mi vida”, aunque omitió que en esos instantes ella disfrutaba un baño sauna y que la mayoría de los dirigentes y organizadores de las multitudinarias movilizaciones que lo derrumbaron, se encuentran marginados de la conducción del país, salvo unos cuantos que ocupan cargos secundarios.
Pero otra es la visión de Lech Walesa: “La verdad es que 50 por ciento de la caída del muro corresponde a Juan Pablo II, 30 por ciento a Solidaridad y a Lech Walesa –¡modestísimo!— y 20 por ciento al resto del mundo”. ¿Y los millones de hombres y mujeres de la RDA que se volcaron con tenacidad a las calles, plazas y embajadas? Para el electricista del astillero Lenin y monaguillo que gobernó Polonia, sencillamente no existen. Confiesa involuntariamente que las decisiones se tomaron en los centros de poder mundial.
Acaso por su formación como habitante de la RDA desde que tenía pocos meses de nacida, militante de la Juventud Libre Alemana, doctora en física por la Universidad de Leipzig, investigadora en la Academia de Ciencias y ajena al movimiento que desembocó en el derrumbe del muro, pero con una carrera política meteórica, no sorprende la claridad de la también presidenta de la Unión Demócrata Cristiana sobre la necesidad de “derribar los muros que quedan en pie”.
Y quedan en pie 13. De acuerdo al geólogo, ensayista y embajador de Francia en Estonia, Michel Foucher, en los últimos seis años se erigieron muros, bardas y vallas a lo largo de 26 mil kilómetros en Europa y Asia Central, para separar a pueblos enteros en razón, principalmente, de los intereses geopolíticos y económicos de grandes y medianas potencias con y sin armas nucleares.
Allí están, por ejemplo, Estados Unidos frente a México –con muros en California, Texas y Arizona—, Israel respecto a Gaza y Cisjordania, Corea del Sur ante Corea del norte, India y Pakistán, los enclaves españoles de Ceuta y Melilla en Marruecos “para proteger a Europa”, Botswana para aislarse de Zimbabwe, la Zona Verde del Bagdad invadido por el imperio, Chipre y Belfast. El muro de Berlín palidece ante casi cualquiera de ellos.
En la frontera norte de México murieron 850 paisanos sólo en el año fiscal de 2009 que terminó en septiembre. Más del triple de las 270 víctimas mortales que provocó el berlinés muro en 28 años. ¡Ah! Pero la carga ideológica no es la misma. Y la vida humana pareciera no importar cuando se aniquila para proteger el llamado mundo libre.
La aldea global, entonces, está saturada de muros 20 años después.
por Eduardo Ibarra, publicados en www.forumenlinea.com