Inicio América Latina ¿Matar la voz es matar la humanidad?

¿Matar la voz es matar la humanidad?

Facundo Cabral fue un hombre excepcional, sin parangón en su vida de compositor de piezas musicales y literarias de invaluable gozo estético. Portador de un pensamiento de solidaridad humana, de amor sin límite.

Nacido en el 37 de un siglo donde la bomba atómica destruyó vidas inocentes como si fueran plaga de insectos asquerosos, donde las guerras mundiales exterminaron millones de seres humanos arrancados de su tierra y de sus familias como animales destinados a la carnicería que satisfacía el instinto bestial depredador.

Nacido allá en una lejana ciudad denominada La Plata, en Argentina, un 22 de mayo de 1937, lejana para nosotros hombres, mujeres y niños oriundos de la Mesoamérica donde se inventó el calendario de mayor precisión astronómica.

Facundo Cabral fue un hombre nacido de la entraña del pueblo pobre y marginado que abunda neciamente en todos los rincones de la América de Rubén Darío, Octavio paz, Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Alejo Carpentier, Miguel Ángel Asturias, Roberto Sosa, Roque Dalton.

Una nota de tragedia humana establecía que Facundo fue mudo hasta los 9 años, analfabeto hasta los 14, enviudó a los 40 años y sólo conoció a su padre hasta los 46 años.

Alguien le dijo a Facundo Cabral que Juan Domingo Perón y Evita protegían a los pobres, y entonces se lanzó viajar transportado por personas, de auto en auto, hasta que, llegando a Buenos Aires, un vendedor le indicó la dirección de la Casa Rosada donde residía el mandatario que aún todavía pervive en la simpatía de un pueblo lleno de vitalidad, música, literatura, ciencia y amor por el mundo terráqueo.

Allí burlando la seguridad correspondiente, se coló hasta el lugar donde se encontraban estos dos mitos de la política latinoamericana, Juan Domingo y Eva, con ellos conversó a la edad de 15 años. Ellos le proporcionaron un empleo a su madre. Tuvo una vida infantil marginal y fue encerrado en la cárcel donde un sacerdote de nombre Simón le enseñó a leer y escribir, además le mostró los caminos infinitos de la literatura. Y así pasó la primaria y la secundaria en tres años.

Facundo Cabral es así un canta autor que nace precisamente allí en donde el pan es una utopía cotidiana, el techo un sueño irredento, la dignidad humana un cauce perdido.

Y cuando en Honduras vivíamos uno de los acontecimientos más extraordinario de las masas obreras, la huelga de 1954, dice Facundo Cabral que un 24 de febrero de este año, un vagabundo le recitó el sermón de la montaña y entonces descubrió el artista que nacía, así que escribió una canción de cuna que denominó “Vuele bajo”, Con ello comenzó una vida trascendental que recorrería toda la América y el mundo.

Y después se encontró con Atahualpa Yupanqui y José Larralde, otros músicos que le mostraron el camino del folklore y de la música del hombre de carne y hueso, que fundamentalmente en América sufre arrancando a la pobreza los jirones de la vida.

Hacia 1970 escribió su canción insignia “No soy de aquí ni soy de allá” y se encontró con otro gigante del arte musical que construye el temblor de la humanidad en una voz donde el humanismo parece cauce cristalino: Alberto Cortez.

Sus modelos axiológicos Jesús, Gandhi, Teresa de Calcuta pervivían en cada letra y composición musical.

Y como siempre sucede con los artistas rebeldes ante el sistema del capitalismo salvaje y del fascismo ultramontano, tuvo que salir al exilio ante los embates de la dictadura argentina entre 1976 y 1983.

Entonces viajó a toda parte donde su música y sus letra literaria fueran escuchadas para interrogarnos sobre el decurso del género humano en su lucha contra la injusticia, contra lo oprobioso, pero esencialmente, en una lucha por expresar la honda esencia del hombre que busca en el espíritu la realización de sus grandes utopías sociales.

Reconocido en su patria plena de encuentros con la humanidad que no descansa en ser una siempre en búsqueda de lo inefablemente solidario, fue declarado ciudadano ilustre de la Ciudad de Buenos Aires, mérito por el cual votó unánimemente la legislatura porteña en reconocimiento a su calidad de mensajero de la paz y unidad de los pueblos del mundo. Es por ello que, tras su inmensa trayectoria musical y literaria de índole universal, la UNESCO lo declaró Mensajero Mundial de la Paz en 1996.

Y así fue de escenario en escenario entregando su letra y su música como se entrega en cada país, en cada multitud, en cada escucha colectivo e individual, un poro de la piel de vasto humanismo melódico y estético.

Así que el 5 de julio, de este año pleno de paradojas mundiales, llega a Guatemala, la patria de Miguel Angel Asturias, premio nobel de literatura en 1967, del poeta surrealista Luis Cardoza y Aragón, del fabulista Augusto Monterroso, premio Príncipe de Asturias en el año 2000 o del extraordinario dramaturgo Carlos Solórzano, llega a la patria mesoamericana de la eterna primavera, la antigua Capitanía General, donde toda la sensibilidad artística de vanguardia lo recibe con admiración y amor imponderable.

Así declara en el Expocenter del Grand Tikal Futura Hotel, la siguiente frase: “Ya le di gracias a ustedes, las daré en Quezaltenango y después que sea lo que Dios quiera, porque Él sabe lo que hace”.

El 9 de julio rumbo al aeropuerto internacional La Aurora, es asesinado por sicarios que se conducían en tres vehículos del crimen organizado, según fuentes gubernamentales.

Allí entre la confusión y la violencia muere, a la edad de 74 años, el 9 de julio, alcanzado por las balas del crimen que atenta en todo lugar y en todo tiempo contra la humanidad misma, el compositor amado por Latinoamérica, el indescriptible y único Facundo Cabral, el conversador y monologante del escenario, filósofo de lo que Joyce denominaba epifanías o revelaciones repentinas de verdades profundas pero intensamente cotidianas.

Hoy lloramos en la América insurrecta su ausencia corporal definitiva, pero le damos la bienvenida ahora en este parnaso de americanos sin parangón, lo respetamos, admiramos y veneramos como una voz de las tantas extraordinarias que en el arte, nuestro continente ha producido, a veces entre la sangre, la violencia y el amor por la vida que se construye día a día, entre la oscura y sorda lucha contra la injusticia que el sistema político capitalista explotador nos ha impuesto y del cual nos liberamos poco a poco en el frente de batalla donde el dolor es restañado cotidianamente por voces como la Facundo Cabral, cantautor de las epifanías contemporáneas de Nuestra América.

por: Galel Cárdenas, Unión de Escritores y Artistas de Honduras

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