Home Resumen Semanal No. 18-2012 Declaración de la SEPLA en Guararema

Declaración de la SEPLA en Guararema

1. La crisis capitalista no terminó. Contrario a lo que sostienen desde los gobiernos de la región y buena parte del pensamiento del establishment e incluso sectores del movimiento popular y la izquierda, la crisis capitalista en curso continúa descargando su costo sobre los trabajadores y los pueblos en todo el mundo. Son los 1.020 millones de hambrientos que reconoce la FAO, o los 1.000 millones de trabajadores con problemas de empleo e ingreso según la OIT. El gobierno de EEUU profundiza su déficit estructural, comercial y fiscal, y continúa demandando a su Parlamento la extensión de su capacidad de endeudamiento público, exacerbando su carácter de gran deudor mundial y afianzando la debilidad global del dólar. Por su parte, Europa está acosada por la crisis de la periferia de la Unión, profundizando el ajuste en esos países y en el este. Existe temor de incumplimiento de las deudas públicas, especialmente en Grecia, lo que afectaría la situación de los principales bancos alemanes y franceses, y en última instancia a los norteamericanos. La Unión Europea sufre la crisis y pone en discusión la estabilidad y el papel pensado para el Euro. Japón incorporó los problemas derivados del terremoto y el Tsunami a los recurrentes problemas de crisis. El capitalismo desarrollado que explica el 75% del producto global da cuenta de una crisis de larga duración y solo atina a resolverla con ajuste en sus territorios y a una fortísima intervención estatal de liquidez para el salvataje de las empresas comprometidas. La crisis se procesa en olas, primero en EEUU, luego en Europa y en Japón para desarrollar un círculo vicioso de ajustes e intervenciones estatales para la continuidad del capitalismo en su etapa de transnacionalización. Esas gigantescas intervenciones de gasto público para el salvataje inducen una imagen de solución en el imaginario social.

2. La crisis es mundial y afecta a nuestros países. Nuestra región es funcional a la acumulación capitalista global, que demanda de nuestros países recursos naturales y fuerza de trabajo barata. La crisis es económica, financiera, alimentaria, energética, ambiental, sistémica, integral, del conjunto del orden civilizatorio. América Latina y el Caribe son parte de esta crisis del orden capitalista. El alza de los precios de las materias primas que favorecen las cuentas nacionales de nuestras economías son expresión de la crisis. Los precios suben debido a las condiciones del funcionamiento transnacional de la economía contemporánea. Las crisis están entrelazadas y la insuficiencia de hidrocarburos en el modelo productivo en curso requiere la utilización de productos agrarios para la producción de energía alternativa, encareciendo los alimentos. EEUU utiliza buena parte de su producción maicera para la generación de combustible. Al mismo tiempo, la especulación con materias primas alimentarias y mineras eleva los precios con cargo a la factura de alimentos e insumos de países atrasados y dependientes de esos elementos. Este modelo productivo es la causa de la crisis ambiental vía emanación de gases tóxicos. Todo el conjunto, sea la dimensión especulativa, el traslado de productos a la energía, o la contaminación son parte esencial de un orden de la producción que definen las transnacionales de la alimentación y la biogenética. El resultado en divisas sirve para la cancelación de parte de la deuda externa de nuestros países, los pagos recurrentes de intereses y una creciente cuenta de remesas de utilidades al exterior, con escasa incidencia en la mejora del la distribución del ingreso.

3. Las economías de los países de América Latina y el Caribe crecen por encima de la media mundial. La afluencia de divisas por exportaciones y el atractivo que supone la región para el ingreso de inversiones externas directas y para la especulación incide en el crecimiento económico. La expansión económica está significando la apreciación de las monedas en muchos casos, y/o en otros, la acumulación de reservas internacionales. En ambos casos se eleva la deuda interna para frenar la inflación. Los datos de las cuentas nacionales hacen invisible problemas estructurales de nuestras economías. El crecimiento esconde la reprimarización, la dependencia en la determinación de los precios de las materias primas, y el estar sometido al ciclo de los precios, intensificación de la transnacionalización por crecimiento de inversiones extranjeras e incluso por la compra de tierras. La realidad del crecimiento económico permite disimular la continuidad de gravísimos problemas sociales que recorren nuestra geografía, el desempleo y el empleo precario, la flexibilización laboral y salarial, la desindicalización de la población trabajadora; agudizando los problemas de la agricultura familiar, de los campesinos y los trabajadores del campo. La paradoja es un crecimiento económico ajeno al disfrute de la población empobrecida, la mayoría de la sociedad. El crecimiento no se distribuye, aunque con recursos fiscales producto de la expansión económica se aplican políticas sociales compensatorias, que no sacarán a la población “beneficiaria” de sus problemas esenciales, aún cuando les permite un ingreso de sobrevivencia. El consumo suntuario es la contracara, con lo cual, constatamos que el patrón de consumo se deriva del “modelo” productivo.

4. El “neo desarrollismo” es política hegemónica. El ascenso de las luchas populares en los años 90´ deslegitimó las políticas de ajuste y reforma estructural, más conocidas como neoliberales. Los gobiernos resultantes de la primera década del Siglo XXI en la región desplazaron el discurso favorable al neoliberalismo y las recetas del consenso de Washington. Los partidos clásicos del orden neoliberal fueron desplazados por proyectos políticos que impulsaron un discurso crítico a las políticas implementadas en las dos décadas previas, aunque no se han modificado esencialmente los
condicionantes jurídicos institucionales que habilitaron la extranjerización de nuestras economías, la concentración y la desigualdad en la distribución del ingreso y la riqueza. Las políticas en curso se califican como “neo desarrollistas” para la promoción del “capitalismo nacional”, algo imposible en tiempos de transnacionalización. Aún siendo discutible, el desarrollismo de los 50´ a 70´ fue una política aplicada por burguesías nacionales que alentaban un proyecto de acumulación propio. La realidad de nuestros días es que las burguesías locales logran la acumulación en tanto y en cuanto sean parte subordinada del proceso de transnacionalización y reprimarización de las estructuras productivas. El “neo desarrollismo” es parte del discurso hegemónico a escala mundial luego de la crisis, pues ya no se duda de la intervención estatal, aún para salvar al capitalismo. La apuesta “neodesarrollista” es a privilegiar la producción sobre la especulación, y sin embargo, la especulación se mantiene y desarrolla en el mundo, siendo los productos generados en nuestra región objetos de especulación financiera global. Además, la producción en desarrollo es parte de la dominación de las transnacionales. El discurso “neo desarrollista” tiene muy poco del desarrollismo de hace cuatro décadas. Vale recordar la emergencia del pensamiento crítico latinoamericano, la teoría de la dependencia, el marxismo, la teología de la liberación, que en distintos niveles y efectividad denunciaron y desnudaron los límites de la teoría desarrollista. Hoy queremos reivindicar la validez y actualidad de los propósitos de la crítica para renovarlos y recrearlos en las nuevas condiciones del desarrollo capitalista actual en crisis.

5. El imperialismo intensifica su iniciativa. La ofensiva del capital transnacional sobre la región se asienta en la fuerte presencia militar, sea con bases militares, con ejercicios conjuntos con fuerzas militares de nuestros países, y con la reinstalación de la IVº flota, tanto como el aliento a formas de desestabilización institucional como el golpe en Honduras. Vale destacar las iniciativas de articulación institucional que obvian la presencia de EEUU, tal como la Unasur o la Confederación Latinoamericana y Caribeña, claro que con los límites de la presencia de Estados fuertemente comprometidos con el libre comercio y el proyecto de EEUU, tal el caso de Colombia. Las clases dominantes de la región pretenden incidir en la situación política para deslegitimar el reclamo y conflicto social, pretendiendo con el accionar de los medios de comunicación y su poder económico el restablecimiento de gobiernos subordinados a la lógica de la liberalización y la dominación imperialista. Por ello no debe sorprender que en la estrategia del poder mundial se utilice la complicidad de gobiernos del sur del mundo en el G20 para reinstalar el papel rector del FMI en el sistema financiero, y como instrumento privilegiado del ajuste y la reaccionaria reestructuración. El accionar de los grandes capitales y los principales estados capitalistas y los organismos supranacionales son expresión de la ofensiva del capital para salir de la crisis y renovar condiciones para la explotación, la acumulación y la dominación.

6. La resistencia de los pueblos se extiende. Si en la década pasada la novedad de cambio político transitó por nuestra región, la rebelión popular se extiende por el norte de África y en Europa. La lucha de los países árabes y de los indignados del viejo mundo se une a la perspectiva de lucha emancipatoria de los pueblos de nuestramérica y marcan la perspectiva de que junto a la ofensiva del capital existen los pueblos en lucha en búsqueda de un futuro diferente, donde la crisis no avance como recomposición del capitalismo, sino alimentando la perspectiva del otro mundo posible. Es el momento de unir los esfuerzos de los dirigentes sociales y los intelectuales críticos en torno a una nueva base programática que confronte con las medidas regresivas del capital y las ilusiones que generan las políticas asistencialistas. Para que ello sea efectivo se requiere darle un carácter anticapitalista y antiimperialista a las luchas populares, al tiempo que renovar la organización social para articular una perspectiva superadora de la sociedad capitalista en crisis. Lo cual implica en esta etapa impulsar la Unidad Continental contra la Transnacionalización, en la medida que las empresas transnacionales y sus socios nacionales subordinados configuran y expresan al gran capital y al imperialismo que explota a los trabajadores, destruye el medio ambiente y atenta contra la soberanía de los pueblos.

Guararema, 26 de junio de 2011.


Declaração de SEPLA Guararema

Nós, integrantes da Sociedade Latino-Americana de Economia Política e Pensamento Crítico, SEPLA, reunidos no Brasil, no VII Colóquio na Universidade Federal de Uberlândia (MG), e depois em sessão de trabalho na sede da Escola Nacional Florestan Fernandes (MST), em Guararema (SP), manifestamos:

1. A crise capitalista não terminou. Contrariamente ao que defendem os governos da região e boa parte do pensamento do stablishment e inclusive setores do movimento popular e da esquerda, a crise capitalista em curso continua descarregando seu custo sobre os trabalhadores e os povos em todo o mundo. São os um bilhão e vinte milhões de pessoas que passam fome, reconhecidos pelaFAO; ou os um bilhão de trabalhadores com problemas de emprego e ingresso, segundo a OIT. O governo dos Estados Unidos aprofunda o déficit estrutural, comercial e fiscal, e continua demandando ao seu Parlamento a ampliação de sua capacidade de endividamento público, exacerbando seu caráter de grande devedor mundial e afiançando a debilidade global do dólar. Por sua vez, a Europa está acossada pela crise da periferia da União, aprofundando o ajuste nesses países e no leste. Existe o temor do descumprimento das dívidas públicas, especialmente na Grécia, o que afetaria a situação dos principais bancos alemães e franceses, e, em última instância, os norte-americanos. A União Europeia sofre a crise e coloca em discussão a estabilidade e o papel pensado para o Euro. O Japão incorporou os problemas derivados do terremoto e do tsunami aos problemas recorrentes da crise. O capitalismo desenvolvido, que explica 75% do produto global, dá conta de uma crise de longa duração e só atina para resolvê-la com ajustes em seus territórios e a uma fortíssima intervenção estatal de liquidez para salvar as empresas comprometidas. A crise se processa em ondas, primeiro nos Estados Unidos, depois na Europa e no Japão para desenvolver um círculo vicioso de ajustes e intervenções estatais para a continuidade do capitalismo em sua etapa de transnacionalização. Essas gigantescas intervenções de gasto público para o salvamento induzem a uma imagem de solução no imaginário social.

2. A crise é mundial e afeta os nossos países. A nossa região é funcional à acumulação capitalista global, que demanda de nossos países recursos naturais e força de trabalho barata. A crise é econômica, financeira, alimentar, energética, ambiental, sistemática, integral, do conjunto da ordem civilizatória. A América Latina e o Caribe fazem parte desta crise da ordem capitalista. O aumento dos preços das matérias-primas que favorecem as contas nacionais de nossas economias é expressão da crise. Os preços sobem devido às condições do funcionamento transnacional da economia contemporânea. As crises estão entrelaçadas e a insuficiência de hidrocarbonetos no modelo produtivo em curso requer a utilização de produtos agrários para a produção de energia alternativa, encarecendo os alimentos. Os Estados Unidos utilizam boa parte de sua produção de milho para a geração de combustível. Ao mesmo tempo, a especulação com matérias-primas alimentares e minerais eleva os preços encarecendo os alimentos e insumos dos países atrasados e dependentes desses elementos. Este modelo produtivo é a causa da crise ambiental via emanação de gases tóxicos. Todo o conjunto, isto é, a dimensão especulativa, a transformação de produtos em energia, ou a contaminação, são parte essencial de uma ordem da produção definida pelas transnacionais da alimentação e da biogenética. O resultado em divisas serve para o pagamento de parte da dívida externa de nossos países, os pagamentos recorrentes de juros e uma crescente conta de remessas de utilidade ao exterior, com escassa incidência na melhora da distribuição do ingresso.

3. As economias dos países da América Latina e do Caribe crescem acima da média mundial. A afluência de divisas por exportações e o atrativo que é a região para o ingresso de investimentos externos diretos e para a especulação incide no crescimento econômico. A expansão econômica está significando a apreciação das moedas em muitos casos, e/ou em outros, a acumulação de reservas internacionais. Em ambos os casos, eleva-se a dívida interna para frear a inflação. Os dados das contas nacionais tornam invisíveis problemas estruturais de nossas economias. O crescimento esconde a reprimarização, a dependência na determinação dos preços das matérias-primas, e o fato de estar submetido ao ciclo dos preços, intensificação da transnacionalização pelo crescimento de investimentos estrangeiros e inclusive pela compra de terras. A realidade do crescimento econômico permite dissimular a continuidade de gravíssimos problemas sociais que atravessam a nossa geografia, o desemprego e o emprego precário, a flexibilização do trabalho e dos salários, a dessindicalização da população trabalhadora; agudizando os problemas da agricultura familiar, dos camponeses e dos trabalhadores do campo. O paradoxo é um crescimento econômico alheio ao desfrute da população empobrecida, a maioria da sociedade. O crescimento não é distribuído, embora que com recursos fiscais, fruto da expansão econômica, se apliquem políticas sociais compensatórias, que não tirarão a população “beneficiária” de seus problemas essenciais, mesmo quando lhes permite um ingresso de sobrevivência. O consumo suntuoso é a outra face com a qual constatamos que o padrão de consumo deriva do “modelo” produtivo.

4. O “neodesenvolvimentismo” é a política hegemônica. A ascensão das lutas populares nos anos 1990 deslegitimou as políticas de ajuste e reforma estrutural, mais conhecidas como neoliberais. Os governos resultantes da primeira década do século XXI na região deslocaram o discurso favorável ao neoliberalismo e às receitas do Consenso de Washington. Os partidos clássicos da ordem neoliberal foram deslocados por projetos políticos que impulsionaram um discurso crítico às políticas implementadas nas duas décadas anteriores, embora não se tenham modificado essencialmente as condições jurídicas institucionais que habilitaram a estrangeirização de nossas economias, a concentração e a desigualdade na distribuição do ingresso e da riqueza. As políticas em curso são qualificadas como “neodesenvolvimentistas” para a promoção do “capitalismo nacional”, algo impossível em tempos de transnacionalização. Mesmo sendo discutível, o desenvolvimentismo dos anos 1950 a 1970 foi uma política aplicada por burguesias nacionais que alentavam um projeto de acumulação própria. A realidade de nossos dias é que as burguesias locais conseguem a acumulação tanto e enquanto sejam parte subordinada do processo de transnacionalização e reprimarização das estruturas produtivas. O “neodesenvolvimentismo” faz parte do discurso hegemônico em escala mundial depois da crise, pois já não se duvida da intervenção estatal, mesmo para salvar o capitalismo. A aposta “neodesenvolvimentista” é privilegiar a produção sobre a especulação, e, contudo, a especulação se mantém e desenvolve no mundo, sendo os produtos gerados em nossa região objetos de especulação financeira global. Além disso, a produção em desenvolvimento faz parte da dominação das transnacionais. O discurso “neodesenvolvimentista” tem muito pouco do desenvolvimentismo de quatro décadas atrás. Vale recordar a emergência do pensamento crítico latino-americano, a teoria da dependência, o marxismo, a teologia da libertação, que, em diferentes níveis e efetividade, denunciaram e desnudaram os limites da teoria desenvolvimentista. Hoje queremos reivindicar a validade e a atualidade dos propósitos da crítica para renová-los e recriá-los nas novas condições do desenvolvimento capitalista atual em crise.

5. O imperialismo intensifica sua iniciativa. A ofensiva do capital transnacional sobre a região se assenta na forte presença militar, seja com bases militares, com exercícios conjuntos com forças militares de nossos países, e com a reinstalação da IV Frota, assim como o alento a formas de desestabilização institucional, como o golpe em Honduras. Vale destacar as iniciativas de articulação institucional que prescindem da presença dos Estados Unidos, tal como a Unasul ou a Confederação Latino-Americana e Caribenha, claro que com os limites da presença de Estados fortemente comprometidos com o livre comércio e o projeto dos Estados Unidos, como é o caso da Colômbia. As classes dominantes da região pretendem incidir na situação política para deslegitimar a reivindicação e o conflito social, pretendendo com a ação dos meios de comunicação e seu poder econômico o restabelecimento de governos subordinados à lógica da liberalização e da dominação imperialista. Por isso, não deve surpreender que, na estratégia do poder mundial, se utilize a cumplicidade de governos do sul do mundo no G20 para reinstalar o papel diretor do FMI no sistema financeiro, e como instrumento privilegiado do ajuste e da reestruturação reacionária. A ação dos grandes capitais e dos principais Estados capitalistas e dos organismos supranacionais é expressão da ofensiva do capital para sair da crise e renovar as condições para a exploração, a acumulação e a dominação.

6. A resistência dos povos se amplia. Se na década passada a novidade de mudança política transitou por nossa região, a rebelião popular se estende pelo norte da África e na Europa. A luta dos países árabes e dos indignados do velho mundo se une à perspectiva de luta emancipatória dos povos de nossa América e marcam a perspectiva de que junto com a ofensiva do capital existem os povos em luta em busca de um futuro diferente, onde a crise não avança como recomposição do capitalismo, mas alimentando a perspectiva do outro mundo possível. É hora de unir os esforços dos dirigentes sociais e dos intelectuais críticos em torno de uma nova base programática que enfrente as medidas regressivas do capital e as ilusões produzidas pelas políticas assistencialistas. Para que isso seja efetivo se necessita dar um caráter anticapitalista e antiimperialista às lutas populares, ao mesmo tempo que renovar a organização social para articular uma perspectiva superadora da sociedade capitalista em crise. Isso implica, nesta etapa, na criação da Unidade Continental Contra a Transnacionalização, na medida em que as empresas transnacionais e seus sócios nacionais subordinados configuram e expressam o grande capital e o imperialismo, que explora os trabalhadores, destrói o meio ambiente e atenta contra a soberania dos povos.

Guararema, 26 de junho de 2011.

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