El arraigo de las propuestas del presidente Hugo Chávez llevó en el campo opositor a proponer proyectos impensables en gobiernos anteriores a 1999, como la distribución de una parte de la renta petrolera entre la población.
Tal es el caso de Manuel Rosales, gobernador de Zulia, quien ofrece a cambio del voto el próximo 3 de diciembre una tarjeta de débito para los pobres y clase media baja de 600 mil a un millón de bolívares mensuales ( 279 a 465 dólares).
Curiosamente, Rosales fue miembro del partido Acción Democrática, que gobernó junto al COPEI por casi medio siglo, sin tener en cuenta la necesidad de una mejor redistribución de los cuantiosos ingresos por la venta de hidrocarburos.
Venezuela: quinto exportador mundial de petróleo
Como resultado de esa política, en Venezuela, quinto exportador mundial de petróleo, viven hoy millones de pobres, una de las paradojas más grandes de la realidad histórica de este país sudamericano.
Más allá de las acusaciones de populismo a esa propuesta o de argumentos sobre su inviabilidad presentados por economistas, el proyecto parece mostrar de alguna forma un concepto emitido por Chávez con frecuencia: Venezuela cambió para siempre.
Lo real es que hoy nadie puede aspirar a gobernar la nación sudamericana sin ofrecer a la población beneficios que, en la práctica, significarían una mejor redistribución de los ingresos petroleros, tal como viene haciendo el actual gobierno desde hace ocho años.
Programas sociales: Las Misiones
Tal vez para evadir la voracidad de estructuras ministeriales corruptas, Chávez puso en funcionamiento sus programas sociales mediante las llamadas “misiones”, que aunque cuentan con respaldo de las entidades oficiales, tienen su asignación específica de recursos.
Entre los resultados más visibles está la creación de un sistema gratuito de salud Misión Barrio Adentro que beneficia a 17 millones de personas y la alfabetización de 1,5 millones de adultos Misión Robinson.
Tanto Barrio Adentro como Robinson cuentan ya con sus secuelas encaminadas a brindar tratamientos especializados en el primer caso y garantizar la continuidad de estudios hasta la universidad en el segundo, mediante becas financiadas con “petrodólares”.
En total, más de 15 programas de este tipo se encuentran en marcha para enfrentar la pobreza extrema Misión Negra Hipólita, capacitación a desempleados Misión Vuelvan Caras y atención de la vista Misión Milagro, entre otras.
Asimismo se incluye Mercal (Mercados de Alimentos) una red que entrega alimentos subvencionados a más de 15 millones de venezolanos y Misión Madres del Barrio, que atiende ya a 200 mil madres solteras.
Un resultado de la política social es la disminución de la pobreza en el país que en 1998 era del 49 por ciento y hoy se estima en 33 por ciento, camino a su eliminación como objetivo estratégico, lo que el presidente ha llamado la Misión Cristo.
“Y ahora es que estamos acelerando la eficiencia de las misiones.
Perfectamente podemos en el próximo período de gobierno, del 2 de febrero del 2007 hasta el 2 de febrero del 2013 (.) avanzar aceleradamente rumbo a (pobreza) cero”, expresó Chávez al respecto.
La Tarjeta de Rosales: “ Mi Negra”
Como contraposición a estos programas, luce pálida la propuesta de la tarjeta de Rosales, denominada “Mi Negra”, lo cual provocó críticas de afrodescendientes por considerar racista su denominación.
La votación del próximo 3 de diciembre deberá decir si el ofrecimiento caló en amplios sectores populares, algunos de los cuales podrían interpretar ingenuamente que se trataría de una ganancia adicional, sin perder los beneficios de los programas sociales.
Lo cierto es que, más allá de las promesas, una derrota de Chávez significaría apartarse de la proyección social mediante la cual millones de venezolanos se benefician de los ingresos petroleros.
Como elemento adicional, expertos energéticos advirtieron que un triunfo de Rosales un declarado socio de Washington llevaría a la aplicación de una política de beneficio para Estados Unidos, el mayor consumidor de energía del mundo.
Esto redundaría en una cuantiosa caída de los ingresos petroleros de Venezuela y la consecuente disminución de los fondos de “Mi Negra”, si el proyecto llegara a hacerse realidad.
Porque, más allá de los proyectos específicos, se trata de la elección entre dos conceptos diametralmente opuestos de desarrollo, uno de beneficio a las élites y el otro en la búsqueda de mecanismos más justos de distribución de los enormes recursos de este país sudamericano.