Siguiendo el armonioso giro de los astros, aterricé en este lugar con más miedo que alegría.
En mi equipaje, ropa ligera, una Biblia y mi concepto errado de política.
Para entonces ignoraba que cada día sería una aventura y cada segundo una página en blanco esperando ser escrita con colores prestados del mismísimo arcoíris.
He tenido poco tiempo para la señora nostalgia. Ella viajó conmigo, pero terminó desocupada y decidió marcharse.
En esta casa todo funciona a favor del bien ajeno. Debe ser por eso que por mucho que he buscado no he podido encontrar a la serpiente y ya no creo que se atreva a salir de su escondite, al menos yo no se lo recomiendo.
Este Paraíso es un poco raro porque tampoco existe el Árbol del Bien y el Mal.
Este Paraíso es un valle ancho y hermoso donde se encuentran muchos caminos y otros tantos retozan en las manos de Dios que somos nosotros/as mismos.
Un manantial de agua viva nace en el centro de este sitio, saciando la sed de una comunidad que comparte esta bendición.
Aquí la mesa siempre está servida para todos los caminantes con hambre y sed de justicia.
Aquí escuché a alguien decir que la política es el arte de transformar las pequeñas cosas y entonces he pensado que, si yo logro que mi hijo comparta su merienda, estoy haciendo política. Y si conquisto a mi gata para que deje libre a su rehén y juegue feliz con el rabo de la lagartija, también estoy haciendo política. Si en mi barrio sembramos un jardín donde antes existía un basurero, también estamos haciendo política.
Aquí reafirme mi concepto de felicidad, esa que nadie puede disfrutar mientras le sea negada a otros seres humanos como yo.
En lo adelante tengo el desafío de hacer que mi casa y mi comunidad se convierta en una réplica de este Paraíso, donde el verbo habita con nosotros, camina con nosotros, ríe y llora con nosotros para liberarnos de toda opresión, de todo prejuicio, con fe absoluta en el mejoramiento humano y en la utilidad de la virtud.
Ahora estoy convencida de que los Paraísos podemos construirlos todos y todas con nuestras propias manos, solo hay que atreverse…