Con el triunfo popular quedaba disuelto el régimen político somocista y su ejército represivo. Somoza y su ejército, tristemente célebre por haber bombardeado a su propio pueblo cual tropas de ocupación, fueron la gente de mayor confianza del Pentágono en Centroamérica. La Guardia Nacional de Nicaragua fue una creación de la intervención norteamericana. Su estatuto creador y reglamento fue escrito por los oficiales interventores. Su primer Jefe Director, Anastasio Somoza García, fue escogido por el embajador norteamericano. Durante toda su larga historia (1936-1979), la dictadura somocista contó con la asesoría, el apoyo moral y material de siete administraciones sucesivas de Estados Unidos (desde Franklin D Roosevelt hasta Jimmy Carter).
Anastasio Somoza Debayle, último presidente de la dictadura dinástica, conocido como “el último marine”, fue expulsado del poder por una vigorosa insurrección popular liderada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y obligado a huir hacia los Estados Unidos, en la oscura madrugada del 17 de julio, que para el pueblo nicaragüense se tornó luminosa. Millares de mujeres, hombres, jóvenes aun niños salieron de sus casas a las calles plazas de la mayoría de las ciudades, a expresar su júbilo incontenible y desbordante ante el fin de la dictadura y el comienzo de una nueva etapa de nuestra historia.
Con el triunfo popular Sandinista se demostró que es posible enfrentar y derribar a una dictadura fuertemente armada, apoyada por el gobierno del país más poderoso de la tierra e iniciar nuevos caminos con el apoyo de otros pueblos hermanos.
Hay quienes piensan que no hay nada porque celebrar, ya que la revolución fue interrumpida en 1990 y solamente 17 años después el sandinismo recupera el gobierno en 2007, limitado por un marco jurídico y una economía predominante neoliberales. De las posibilidades de retomar la realización del camino de la revolución hablaremos más adelante. Basta ahora decir que muchas grandes revoluciones fueron interrumpidas por diferentes factores y totalmente recuperadas por los poderes del gran capital. Basta mencionar la primera revolución latinoamericana del siglo XX, la mexicana, que además de interrumpida, fue conducida por caminos totalmente diferentes, llegando México, a convertirse en una entidad con gran dependencia alimentaria, y subordinada a Estados Unidos. Además perdió su ejemplar política externa que se expresó a lo largo del siglo XX, en su decisión autónoma de mantener relaciones diplomáticas con Cuba, cuando todo el resto de Latinoamérica obedeció servilmente la consigna de Washington; en dar consistente apoyo a la revolución sandinista, mientras Reagan la sometía a su inmoral guerra de “baja intensidad”. Como la mexicana, otras muchas revoluciones fueron interrumpidas. La chilena, cuando daba sus primeros pasos.
El caso de Nicaragua es el particular intento de retomar el camino de la transformación social, después de 17 años de neoliberalismo. El Frente Sandinista intenta re-encontrar el camino, después de negociaciones complejas para mantenerse como fuerza política significativa y con opción real de retornar al gobierno.
La voluntad de retomar los objetivos de la Revolución Popular del 79, se manifiesta en las principales tendencias, programas y medidas tomadas por gobierno sandinista en sus dos primeros años: Recuperar el acceso a la educación y la salud como un derecho del pueblo; tomar medidas para poder conducir un proceso de redistribución de los recursos públicos de cara a la realización de una agenda de justicia social. Todo esto está siendo viable de la mano del ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de América). El primer acto político del gobierno de Daniel Ortega fue suscribir la adhesión de Nicaragua al ALBA. Esto tiene un gran significado; marca un camino; sitúa al país en un conjunto regional de solidaridad y complementación con los otros países miembros (Bolivia, Cuba y Venezuela). Desde ese marco se definen políticas sociales conjuntas en torno a fortalecer proyectos nacionales que orientan prioritariamente sus recursos a la satisfacción de las necesidades sociales básicas de los pueblos Se crean condiciones para cada país pueda impulsar su propuesta nacional, en el marco de una integración y unidad regionales, con una visión política común. Con el ALBA Nicaragua y otros pequeños países empobrecidos tienen la oportunidad efectiva de disponer de recursos para su desarrollo nacional; sin tener que pasar por los condicionamientos del Fondo Monetario Internacional (FMI), ni someterse a las líneas del pensamiento único.
En medio de contradicciones, de la crisis económica y de las ambigüedades el país está avanzado poco a poco en su lucha contra la pobreza. Por la orientación del proceso podemos concluir que sí tiene sentido celebrar el 30 aniversario de la revolución interrumpida que se está re-haciendo en nuevas condiciones históricas, ahora unida al conjunto de pueblos y gobiernos que comparten la visión del ALBA.
La naciente revolución tuvo que enfrentar una pesada herencia: el grande empobrecimiento del país acumulado en muchos años de ser país productor de materias primas mal pagadas, la gran destrucción generada por el conflicto armado. Las dificultades se hacen aun mayores por el costo de las actividades contrarrevolucionarias, iniciadas ya en el año 1980.
Pero aun en medio del conflicto armado que se desató rápidamente después del triunfo de la insurrección popular el gobierno de reconstrucción nacional consiguió importantes avances sociales. Baste aquí señalar la reducción del analfabetismo del 58 al 12%, el establecimiento del programa de Educación de Adultos, la organización de un sistema de salud universal y gratuita; el aumentar la producción agrícola en los dos primeros años; conseguir mantener funcionando el país e impedir el triunfo militar contrarrevolucionario. El primer gobierno sandinista demostró que es posible pensar y emprender un proyecto nacional propio y dar pasos significativos en el cumplimiento de ese plan. Sin la agresión militar y económica imperialista seguramente se habría avanzado con mayor consistencia en la organización popular en alcanzar mejores condiciones de vida para la mayoría de la población.
La revolución Sandinista ha tenido desde sus inicios la práctica de hacer referencias a la historia nacional y latinoamericana, en el análisis del presente, mostrando los nexos del hoy con la historia También identificando personas-símbolo que marcaron nuestra historia. Nicaragua no seria la misma sin haber tenido a Sandino y Darío. América seria muy pequeña sin las huellas de Tupac Amaru, Tupac Katari, Bolívar, Sucre, San Martin, José Martí, Oscar Arnulfo Romero, Ernesto Guevara y otras figuras semejantes.
El rescate de las huellas de Benjamín Zeledón, Sandino, Carlos Fonseca entre otros fue una constante en los años ochenta. Y ahora se está retomando esa práctica.
Consciente de la importancia de la memoria y de la gran sensibilidad artística del pueblo nica, el sandinismo trabajó en procesos de educación, potenciando la creatividad popular, teniendo como base el rescate de valores, de las luchas nacionales y de la trayectoria de luchas latinoamericanas. En este trabajo tuvo gran importancia la promoción del canto popular. También de la poesía, la pintura mural y las artes en general. Grandes creadores entre los que se destacaron los hermanos Mejía Godoy, Oto de la Rocha y los más valiosos escritores nacionales, lograran sintetizar en sus creaciones artísticas los mejores logros del pueblo nicaragüense. En el caso de la música popular, la devolución de la síntesis hecha canción contribuyó a rescatar la memoria y a mantener viva la conciencia. Desde el programa de Educación de Adultos, desde las organizaciones populares (Sindicatos, Pequeños Productores, Mujeres, Jóvenes) se fueron creando los espacios de rescate, diálogo, aprendizaje en las bases.
Sin embargo, en la medida en que la agresión armada contrarrevolucionaria subió lo niveles de confrontación, se fue debilitando el trabajo educativo, los espacios de reflexión y educación popular, se fueron reduciendo. Al definirse como una prioridad la defensa militar de la revolución, exigida por todo tipo de agresiones contra la revolución, las urgencias de la defensa fue imponiendo un estilo vertical proprio de los conflictos militares. Al crecer los gastos para la defensa armada que era indispensable, hubo una menor disponibilidad de recursos para programas sociales y los procesos de educación popular.
Al tomar el gobierno, el Frente Sandinista (1979) propone un Programa de Reconstrucción Nacional. Pretende hacer cambios, conservando al mismo tiempo la mayor base de apoyo popular. En líneas muy generales podemos resumirlo en las siguientes líneas:
A) Instauración de un régimen de justicia social para que la gente viva con dignidad. Esto exige la organización de poder popular a todos los niveles, lo cual había sido impedido por el somocismo. También demandaba recuperar el control de los recursos naturales de país y hacer una redistribución de los ingresos y recursos públicos, en función de las necesidades básicas de las grandes mayorías. Entre las prioridades de la redistribución estaba la reforma agraria.
B) Para recuperar la dignidad nacional e iniciar un proyecto de “reconstrucción nacional” era indispensable asumir, en la línea del pensamiento de Sandino, una posición anti-imperialista y de no alineamiento, abierto a relaciones respetuosas con todos los países del mundo.
C) La revolución aceptó el desafío de construir el proyecto dentro del “pluralismo político”, o sea asumiendo la existencia de diferentes partidos políticos disputando el poder en procesos electorales.
Pero, en la práctica la principal fuerza esgrimida por la oposición de derecha fue la oposición armada, recurriendo incluso al terrorismo: destrucción de centros de salud, escuelas, infraestructuras de producción agrícola, y lo más grave, el asesinato de personas desarmadas en labores productivas o de servicios. Todo lo anterior apoyado por la administración Reagan. Esa opción obligó a la revolución a defenderse militarmente. La agresión obligó a centrar los escasos recursos económicos disponibles en la defensa, bajando las posibilidades de continuar mejorando abastecimiento de alimentos, salud, educación y espaciaos de democracia participativa.
Esta cara perversa de la agresión, bloqueó las posibilidades de crear mejores condiciones de vida para las mayorías empobrecidas de Nicaragua. Dificultando las posibilidades de apoyo popular sostenido a la propuesta revolucionaria, que no conseguía crear las nuevas condiciones de vida que había prometido. Todo este desgaste de la guerra es la explicación de perdida de las elecciones de 1990 y de parte del desencanto creado en la juventud para con la política.
Participación de los cristianos en la revolución
Este tema exige una investigación de largo aliento. Por ahora queremos recordar para las nuevas generaciones la importancia de esta presencia, apuntando algunas particularidades y contribuciones de esa experiencia.
Sabemos que el cristianismo tiene un gran potencial liberador basado principalmente en las actitudes de Jesús hacia los humildes y oprimidos. Hubo una vertiente profético-cristiana en nuestra historia: la generación de grandes obispos-profetas en siglo XVI, los luchadores cristianos por la independencia de Nuestra América en relación a España. Las nuevas actitudes generadas por la transformación que significó el Concilio Vaticano II y Medellín. Sin embargo, la Iglesia como institución jugó mayoritariamente su influencia al lado de los poderosos.
La revolución nicaragüense es la primera que ocurre en América Latina después del Concilio Vaticano II, la Asamblea de Obispos de Medellín y del gran cambio de conciencia que ella potenció. Alimentados por una relectura del Evangelio sobre paz, justicia y participación política, cristianos nicaragüenses (sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos) participaron comprometidos en la revolución. También un grupo de obispos y la Conferencia Episcopal de Nicaragua a partir del año 1971, ejerció una labor educativa que ayudó a los cristianos a mirar mejor la realidad, iluminando su mirada con las luces del evangelio encarnado en la vida concreta.
La toma de posición pública por parte de sacerdotes, obispos y cristianos laicos contribuyó principalmente a mostrar los siguientes hechos: El gobierno de Somoza está cometiendo abusos contra los derechos humanos, no se puede tolerar la desaparición, tortura y prisión de campesinos. El gobierno está atentando contra la vida de campesinos indefensos. Unos de los documentos de denuncia más importantes de la historia nicaragüense es la carta de los misioneros capuchinos de las Costa Caribe Nicaragüense en que denuncian (con nombres, apellidos, lugar de residencia) la desaparición de mas de trescientos cincuenta campesinos del Caribe Norte a manos de la Guardia Nacional. Este documento fue publicado en junio de 1976, teniendo una importante difusión primeramente internacional y, posteriormente, nacional (cuando fue levantada la censura de prensa)
Los cristianos y los ciudadanos en general tienen el derecho a la legítima rebelión ante la tiranía evidente y prolongada. Esta enseñanza muy antigua de la Iglesia, proclamada en la situación concreta de Nicaragua, expresada primero por los lideres religiosos en misas y liturgias, y luego divulgada en pequeñas reuniones de comunidades cristianas y principalmente boca a boca entre las familias que estaban padeciendo represión o sintiendo el riesgo de persecución que vivían sus hijos, tuvieron un efecto importante para afirmar una mayor participación de los cristianos en la lucha por la liberación frente a la dictadura.
Posiblemente la mayor contribución de la participación de los cristianos a la revolución haya sido hacer consciente y creciente la indignación ética contra los crímenes de la dictadura, desenmascararla como ilegítima, ayudar a que muchas personas animadas por su fe, venzan el temor que paraliza y se decidieran a trabajar por la defensa de la vida personal y comunitaria.
Fue muy importante una reflexión cristiana sobre la responsabilidad moral del cristiano frene a la dictadura que amenazaba la vida muchos, principalmente de los jóvenes, para que se ampliara la base de apoyo del Frente Sandinista de un reducido numero de militantes y sus familias. A una amplia red de comunidades influenciadas por una visión cristiana liberadora.
Una vez vencido el temor, muchos cristianos se fueron incorporando a la lucha popular, buena parte de ellos, vinculados al FSLN y trabajaron organizadamente primero en el socavamiento de la dictadura y luego en impulsar procesos de organización de la gente en la reconstrucción nacional.
Una muestra de participación: El periodismo de catacumbas
Como un ejemplo de concreto de cómo los cristianos comprometidos contribuyeron a neutralizar el miedo entre la población recordamos el ejemplo del “Periodismo de Catacumbas” practicado en Nicaragua en los años 77-78. Este consistió en la lectura y proclamación de las noticias que los periodistas comprometidos con el pueblo hacían en algunos templos católicos de Managua, para romper la censura impuesta por la dictadura. En este trabajo contaban con el apoyo de la comunidad cristiana, que invitaba a la población a concurrir a la iglesia a escuchar la lectura de noticias, y posteriormente se ocupaba de analizar las noticias presentadas con la gente interesada, en los o en los hogares o en espacios de reunión del templo. Es claro que el Periodismo de Catacumbas fue un desafío de periodistas militantes a las comunidades, a sacerdotes y religiosas tocados por el espíritu transformador de Medellín, para romper el miedo, el espiritualismo individualista y divulgar la verdad de los acontecimientos. Este divulgar la información verdadera, analizarla, comentarla y divulgarla en casas fue sin duda una contribución a romper el miedo que paralizaba, a desarrollar la práctica comunitaria de analizar los acontecimientos y finalmente a asumir como ciudadano responsabilidades concretas, en la defensa de vida de la familia, la comunidad, y el país.
Se trata de divulgar no una verdad abstracta, sino una verdad concreta y situada en medio de las contradicciones históricas. La verdad del campesino empobrecido que exige acceso a la tierra. La verdad de los jóvenes que demandan acceso a educación de calidad y a las oportunidades para desarrollarse como personas. Esta dinámica de practicar el análisis de los acontecimientos y de divulgar lo que se percibe cómo verdad es muy importante en cualquier proyecto que pretende transformar la realidad. En la medida que el nivel de la guerra creció y se polarizó la sociedad nicaragüense estos espacios en la práctica fueron reduciéndose.
Otra contribución de los cristianos fue ofrecer una generación de líderes comunitarios formados en las comunidades cristianas como animadores de pastoral o promotores de desarrollo comunal que rápidamente se incorporaron a las organizaciones populares que ganaron reconocimiento en la nueva situación. Esto fue especialmente importante en el área rural. Nicaragua con un porcentaje de analfabetismo rural superior al 70% y una media nacional de 54% tenía pocos líderes de base con capacidad de estimular la animación de grupos. La dictadura hostigaba a los sindicatos en las ciudades y los prohibía en el campo. Ninguna organización social transformadora podía hacerse presente en el área rural para hacer un trabajo de organización comunitaria. Prácticamente solamente las iglesias cristianas y ONGs vinculadas a ellas podían actuar legalmente en el campo. En varias diócesis la Iglesia Católica tenia una red de de líderes comunales en el área rural, la cual había crecido en años setenta, después de Medellín. Por eso cuando triunfa la revolución, los lideres comunales cristianos están entre las pocas personas que tienen una educación básica para expresarse en público, coordinar reuniones y hacer labores de animación y organización comunitaria.
Por otra parte la línea de trabajar por el bien común que animaba a los líderes cristianos hizo mas fácil su incorporación a las organizaciones que se proponían trabajar por todo el bien común. Por eso fue un proceso natural este tránsito de los líderes cristianos a las organizaciones comunitarias y populares, estimuladas por el proceso revolucionario.
En el caso de los comités de pobladores, en la cuidad el fenómeno fue menor, pero tuvo cierta importancia en el sector oriental de Managua y en otras ciudades donde existían grupos cristianos organizados. Los líderes comunitarios que habían vivenciado procesos de formación cristiana liberadora se incorporaron con mayor decisión al proceso revolucionario.
Por el lado de las iglesias evangélicas hubo también un proceso de formación de líderes comunitarios. En general los pastores y laicos formados por el Cepad, mostraron apertura a integrase a procesos de organización comunitaria.
Un evento de gran valor simbólico, emblemático de las prioridades de la revolución, la Cruzada Nacional de Alfabetización, ejemplifica la calidad de la presencia y participación cristiana en la construcción de una nueva Nicaragua. En esa histórica gesta que movilizó a más de cien jóvenes alfabetizadores participaron miles de jóvenes cristianos frecuentemente acompañados de religiosas y religiosos que en muchos casos funcionaron como técnicos de alfabetización. Recordemos que el coordinador nacional de la Cruzada fue un jesuita nicaragüense con trayectoria en educación de adultos y animación de la pastoral juvenil. El primer mártir de la alfabetización, el campesino Presentación Ponce, asesinado por la contrarrevolución era un “Delegado de la Palabra” de la zona norte del Departamento de Chinandega, fronterizo con Honduras. Particular ejemplo de fe cristiana y participación en la revolución dio el matrimonio cristiano constituido por Felipe y María Barreda, miembros del Consejo Pastoral de la Diócesis de Estelí. Ellos fueron secuestrados mientras cortaban café en una finca de propiedad colectiva, sosteniendo la llamada “batalla de la producción”. Fueron secuestrados y llevados a un campamento de la contrarrevolución en Honduras. Y ahí cobardemente torturados hasta la muerte. El destacado teólogo Teófilo Cabestrero escribió una crónica de Vida y Martirio de esta ejemplar pareja, titulándolas “No los separó la muerte”. También escribió otros libros que dan cuenta de la profundidad y textura de la participación de los cristianos en la revolución nicaragüense: “Ministros de Dios, ministros del Pueblo”, “Revolucionarios por Evangelio”, “Lo que hemos visto y oído”, y la investigación dedicada al Poeta Leonel Rugama “El delito de tomar la vida en serio”. Mucho se ha escrito sobre el tema, pero destacan los libros de Cabestrero por ser muy plásticos para trasmitir el contexto en que actuaban y luchaban las personas entrevistadas. Hoy a treinta años del triunfo de la revolución toda esa obra merece ser releída.
La presencia de sacerdotes en el gobierno revolucionario, además de la contribución específica que cada una dio en su área respectiva, fue un mentís muy claro a quienes en la línea de una visión anticomunista anunciaban que en Nicaragua había una persecución religiosa.
Todo lo anterior no pretende colocar la participación de los cristianos como algo unánime y sin ambigüedades. Como en todo proceso histórico hubo sus luces y sus sombras. Hubo un conjunto de grupos cristianos conservadores que permanecieron al margen y sacaron sus hijos del país. Hubo de lado de la jerarquía a pesar del excelente documento pastoral “Compromiso cristiano para una nueva Nicaragua”, mayoritariamente una línea de recelo y desconfianza. Pero eso hace aun más meritoria la participación de los cristianos comprometidos al interior del proceso revolucionario. Indica que tuvieron creatividad y autonomía de criterios.
En medio de la conflictividad histórica hubo tensiones. A veces cuadros partidarios dogmáticos, desconocían la riqueza la fe popular calificándola como práctica alienante y propagandizaron un ateísmo dogmatico, simplista, de manual. Felizmente fueron expresiones minoritarias.
También es necesario reconocer que faltó a los cristianos comprometidos con la revolución un mayor sentido crítico y autocritico para señalar las fallas e irregularidades que le daban a nivel local y nacional. Faltó hacer mayores contribuciones para profundizar la opción por los pobres, motivando mas con el ejemplo, mayor empeño en multiplicar proyectos que aumentaran las alternativas de salud y producción de alimentos, en la difícil situación de conflicto armado. Faltó delinear y animar con más fuerza una espiritualidad cristiana para tiempo de guerra y compartiéndola ampliamente al pueblo cristiano, superando la polarización con la jerarquía conservadora. Hubo esfuerzos en este sentido pero fueron limitados.
Faltó un mayor esfuerzo en denunciar lo brotes de oportunismo y de corrupción que se daban en diferentes ámbitos. Es cierto que hubo señalamientos críticos de parte de cristianos organizados. Pero fueron en privado. Situación comprensible por la agresión militar e ideológica que se estaba viviendo. Pero hoy viendo los hechos con la perspectiva de la distancia, creemos que hubo un déficit en este aspecto. Aportar por ejemplo mayor claridad en el análisis de la guerra en campo y criterios para entenderla mejor, partiendo de la cosmovisión del pequeño y mediano campesino. Para trabajar por mayor empeño en la realización de la opción por los pobres y motivar con el trabajo y con el ejemplo, una práctica mas radical de de justicia social.
Particular importancia tuvo la participación de cristianos que decidieron, después un discernimiento asumir la lucha armada. La figura mas notoria de esta participación es el asturiano Gaspar García Laviana, Misionero del Sagrado Corazón de Jesús. Su testimonio y el de miles de cristianos que asumieron esa opción merecen una reflexión a parte y lo mencionamos aquí como un justo reconocimiento a su testimonio cristiano.
El balance tanto de la participación de los militantes cristianos, como de la actitud de la dirección revolucionaria lo consideramos positivo. Es uno de los pocos campos en que la experiencia de Nicaragua enriqueció e iluminó la visión de la dirección revolucionaria de Cuba. Y esto es perfectamente compresible, porque la revolución cubana se da antes del Concilio de Medellín.
Desde la experiencia nicaragüense, dirigentes y analistas cubanos tomaron contacto con teólogos de la liberación y cristianos laicos comprometidos con la lucha popular, que les ayudaron a rever sus conceptos sobre los creyentes y su capacidad de asumir compromisos revolucionarios. En este sentido el documento del Frente Sandinista sobre la religión (Octubre 1980) es sin duda un aporte inestimable sobre este tema. El pronunciamiento fue posible porque existió una novedosa experiencia de participación cristiana. Esta reflexión solo fue posible por el caminar del pueblo, que la dirección del FSLN recoge y devuelve al pueblo nica para retroalimentar su caminar. Trascribimos aquí fragmentos del documento por su importancia para los cristianos y militantes de toda América Latina:
1. “Los patriotas y revolucionarios cristianos son parte integrante de la Revolución Popular Sandinista, no desde ahora sino desde hace muchos años. (..) Los cristianos han sido pues parte integrante de nuestra historia revolucionaria en un grado sin precedentes en ningún otro movimiento revolucionario en América y posiblemente del mundo.
Nadie puede en Nicaragua ser discriminado por profesar públicamente o difundir sus creencias religiosas. También tienen ese derecho los que no profesan ninguna fe religiosa.
El FSLN tiene un profundo respeto por las celebraciones y tradiciones religiosas de nuestro pueblo y hace esfuerzos por rescatar el verdadero sentido de esas celebraciones, atacando el vicio y las manifestaciones de corrupción que les imprimió el pasado.
2. Algunos autores han afirmado que la religión es un mecanismo de alienación de los hombres que sirve para justificar la explotación de una clase sobre la otra. Esta información indudablemente tiene un valor histórico en la medida en que en distintas épocas históricas la religión sirvió de soporte teórico a la dominación política.
3. Sin embargo los Sandinistas afirmamos que nuestra experiencia demuestra que cuando los cristianos, apoyándose en su fe, son capaces de responder a las necesidades del pueblo y de su historia, sus mismas creencias los impulsan a la militancia revolucionaria. Nuestra experiencia nos demuestra que se puede ser creyente y a la vez revolucionario consecuente y que no hay contradicción insalvable entre ambas cosas”.
Este documento tiene el mérito de partir de la experiencia y por ello ser una negación práctica de actitudes dogmáticas que frecuentemente debilitan cualquier movimiento político que pretender ser realmente transformador. Era la primera vez que un partido de revolucionario en el poder definía una posición de principios sobre la presencia de los cristianos en proceso de transformaciones revolucionarias con mucha claridad, valorando el nuevo fenómeno de la masiva participación de los cristianos en un proceso revolucionario.
Algunos legados y desafíos de la experiencia revolucionaria de la década de los 80
La revolución nicaragüense posiblemente por la herencia de Sandino y por tener que enfrentar la más oprobiosa dictadura de América, suscitó un amplísimo movimiento de solidaridad internacional, tan amplio y plural, que recuerda la simpatía suscitada en América Latina por el bando de los republicanos en la guerra civil Española (1936-1939)
Haciendo campañas de apoyo al pueblo de Nicaragua se encontraron grupos políticos a veces enfrentados por diferencias en sus propios países de origen. Mención especial merecen los movimientos de solidaridad forjados en Estados Unidos, Canadá, Europa y América Latina. La resistencia prolongada del pueblo nicaragüense, suscitó la formación de amplias redes de solidaridad en diversos sectores. Especial constancia y ternura han tenido las redes de grupos cristianos radicados en diferentes países, entre los que destaca España.
Un legado es haber generado y estimulado este amplio encuentro de grupos solidarios. Un desafío es seguir estimulando ese movimiento y principalmente desarrollar más profundamente esta dinámica solidaria, en la misma Nicaragua. Las prácticas de hermanamiento entre ciudades no deben ser solo con ciudades de países desarrollados, debe haber un hermanamiento Sur-Sur. Entre ciudades y grupos centroamericanos, impulsado no solo por los gobiernos, también por las comunidades. De hecho esta dinámica de solidaridad Sur-Sur, hoy es fuertemente impulsada por el ALBA, especialmente por Cuba y Venezuela. El desafío es que solidaridad sea vivida más profundamente en el ámbito de las organizaciones de base, apoyando desde “abajo” la solidaridad impulsada por los gobiernos.
Otro legado de la década revolucionaria es la existencia de un ejército profesional con raíces populares, que no está para reprimir al pueblo y no va dar un golpe de Estado. En esta hora dolorosa cuando el pueblo de Honduras ha sufrido un golpe de Estado, y vemos un ejército reprimiendo a los pobres, valoramos el Ejército de Nicaragua como legado Revolución. También la Policía Nacional, que ha tenido la capacidad de articular una estrategia de trabajo para enfrentar la violencia juvenil, motivando la cooperación de padres de familia, haciendo un trabajo de prevención, capacitando para la complejidad de su función, reduciendo los niveles inevitables de corrupción. Es un legado.
La presencia de una red de organizaciones populares que está en proceso de crecimiento es también resultado de anos 80. Queremos destacar el accionar de la Asociación de Trabajadores de Campo (ATC) y otras organizaciones rurales que trabajan en la línea de Vía Campesina. En estos días estas organizaciones populares han estado muy activas solidarizándose con las organizaciones populares del hermano pueblo de Honduras, en labor de rechazar el golpe de Estado y restituir al gobierno legitimo.
Han crecido después de 1990 las organizaciones femeninas y de la juventud, que está teniendo fuerte impulso. El crecimiento y consolidación de Juventud y Mujer es un desafío para el proceso nicaragüense.
La existencia y actuación de una red pequeña de grupos y comunidades cristianas: Su presencia y accionar en los períodos más duros del neoliberalismo ha sido una semilla de esperanza. Estos grupos crecieron en calidad durante los ochenta. Estas comunidades fueron animadas en los años duros por el acompañamiento de obispos profetas como Don Sergio Méndez Arceo (Cuernavaca, México) y Don Pedro Casaldáliga (São Félix, Mato Grosso, Brasil) verdaderos profetas de la solidaridad y animadores de la opción por los pobres. Ellos son como el punto más visible de una generación de auténticos pastores y agentes de pastoral que animaron a las comunidades cristianas en su caminar de fe. Desafío de las comunidades es encontrar un método adecuado y efectivo para mostrar la legitimidad y validez de la opción por los pobres, y conseguir mayor adhesión de los cristianos a esta propuesta.
Un análisis atento nos enseña que los cristianos en diferentes regiones vivenciaron su fe de forma muy creativa. Atención especial merece la experiencia de formación de Comisiones de Paz Ecuménicas en varias regiones de Nicaragua, principalmente en Nueva Guinea. Estas comisiones formadas por sacerdotes, pastores, hombres y mujeres cristianos con autoridad moral en el campo, trabajaron para conseguir el desarme de la contrarrevolución y la reconciliación de los grupos que habían enfrentado en el conflicto armado. Aun hoy día funcionan en algunas Comarcas trabajando por la solución de los conflictos. Fueron un hermoso ejemplo de cómo lideres de la comunidad cristiana pueden contribuir en serio a la reconciliación real de la sociedad. Desafío que nos dejan las comisiones de paz es continuar avanzado por el camino real de solución de los conflictos en las bases, y lograr un tipo de diálogo ecuménico que muestre en la vida de las personas excluidas y marginadas la fuerza liberadora del amor de Jesucristo.
Hoy el avance de la reconciliación en la sociedad nicaragüense sigue siendo un desafío por los problemas reales y la propaganda engañosa que frecuentemente dificulta las relaciones humanas fraternas.
Por el camino de la reconciliación han avanzado dirigentes del Frente Sandinista y de las comunidades indígenas Miskitas Este acercamiento ha tenido continuidad en la implementación de la Ley de Autonomía de las Comunidades Indígenas. Aprobada en los años ochenta, pero en gran parte dejada en el papel. El gobierno sandinista a partir del 2007 ha retomado el diálogo, reconociendo en la práctica la autonomía indígena y avanzando en el reconocimiento jurídico de las tierras comunitarias.
También el Frente Sandinista ha trabajado un proceso de acercamiento y diálogo con un sector de la antigua contrarrevolución. Es muy saludable que personas que estuvieron enfrentadas por las armas hayan vivido un proceso de diálogo y acuerdos sobre la incorporación de los antiguos combatientes a oportunidades de trabajo y de desarrollo.
Lo más importante de este acercamiento es que ha logrado que campesinos sandinistas y no sandinistas descubran la práctica excluyente del neoliberalismo en el campo, descubran que deben unirse para lograr su desarrollo personal y el de sus comunidades a partir de las conquistas de políticas públicas justas; que el Estado reconozca sus derechos sociales y culturales básicos. Una reconciliación que se construye en base a descubrimientos de los intereses de los campesinos, vinculados a un proyecto de desarrollo nacional que valora la producción campesina es positiva. El desafío es seguir avanzando por ese camino.
La revolución sandinista ha dejado un legado de dignidad personal y nacional. Se avanzó en ese sentido, pero sigue siendo un desafío permanente.
Conquistar oportunidades de vida digna para todos, conquistar la realización de esas oportunidades y potencialidades es el desafío que el pueblo nicaragüense enfrenta en unión con pueblos hermanos de Centroamérica y muy especialmente con los pueblos incorporados a la alternativa bolivariana de las Américas, que al permitir juntar las energías de los pueblos organizados y potenciarlas para que puedan alcanzar mejor organizados, más conscientes, con mejores métodos la meta de ser pueblos dignos, con medios para satisfacer las necesidades humanas, con sensibilidad y solidaridad para construir permanentemente una sociedad de hermanos donde podemos celebrar con alegría el compartir, el tratarnos como hermanas y hermanos, que podemos sentarnos en una mesa compartida, en la que podamos comer, beber y vivir armoniosamente y sin discriminaciones.
- Colaborador de Adital. Educador nicaragüense. Analista político*