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A pesar de todo, la guagua camina. Entrevista a Ellen Bernstein integrante de Pastores por la Paz

Idania Trujillo

Pastores por la Paz y su Caravana de la Amistad son protagonistas, desde hace catorce años, de una hermosa historia tejida desde el corazón por norteamericanos de las más variadas procedencias, colores ycredos. El imaginario popular cubano los identifica por un símbolo: las guaguas escolares amarillas que ruedan por calles y avenidas de nuestras ciudades.

Pero más allá de esta representación, las Caravanas de la Amistad significan un profundo gesto de amor hacia nuestro pueblo y un desafío político de quienes, desde diferentes puntos de los Estados Unidos, Canadá y México –y desde el pasado año, también desde varios países de Europa–, parten hacia la frontera mexicana para transportar cientos de toneladas de asistencia médica, técnica y para la educación en la isla.

Tal vez el resultado más importante en todos estos años es que Pastores por la Paz ha logrado abrir espacios para el conocimiento de nuestra realidad en diversos sectores sociales, religiosos y académicos de los Estados Unidos.

Hoy son muchos más los norteamericanos que cuestionan la absurda política estadounidense hacia esta pequeña porción de humanidad caribeña. Es obvio que ese desafío, consistente en venir a Cuba
sin solicitar permiso al Departamento del Tesoro, como estipula la legislación norteamericana, tiene sus costos. En el 2004, cuando se preparaba la XV Caravana, la travesía adquirió tintes dramáticos. Según testimonios de los participantes, varios helicópteros sobrevolaron la carga y agentes migratorios requisaron, fotografiaron, tomaron videos y les formularon una clara advertencia, antes de permitirles, finalmente, cruzar la frontera: al regreso podrían ser sancionados severamente con penas que incluyen multas de hasta sesenta y cinco mil dólares.

Por si fuera poco, cuando estaban acercándose a la línea divisoria con México les sorprendió otra noticia: el gobierno norteamericano había puesto en vigor las medidas que limitan a los cubanos residentes en los Estados Unidos, entre otras cosas, la posibilidad de visitar a su familia en la isla, y que también cercenan aún más el derecho constitucional de los norteamericanos a viajar a donde deseen.

Pero, a pesar de todo, la XV Caravana pisó suelo cubano. Jóvenes que nunca habían visitado Cuba, la más pequeña de apenas diez años, se dieron la mano en el grupo con caravanistas veteranos: alguno sobrepasaba los ochenta años.

Entre las más activas integrantes de esa caravana se encontraba la inquieta Ellen Bernstein, subdirectora ejecutiva de Pastores por la Paz, siempre sonriente y presta a responder cualquier interrogante. Fue en San Antonio de los Baños, y en medio del agobiante verano del 2004,
que le propuse este diálogo:

Nuevamente Pastores por la Paz y la caravana en Cuba: ¿terquedad o compromiso?
Mira, el momento en que estábamos recorriendo las diferentes ciudades para traer la XV Caravana a Cuba fue muy interesante para nosotros. Habíamos estado organizándola de la forma habitual; sin embargo, en los días previos a nuestra salida, la administración Bush anunció las nuevas medidas. Esto implicó un reto. A partir de ese momento nos concentramos más en el tema de la información.

El gobierno dijo que comenzaría a reforzar el bloqueo a los viajes. Entonces dijimos: si Bush está anunciando todo eso, no vamos a echarnos para atrás con esta caravana, nadie va a impedir que visitemos a los hermanos y hermanas de Cuba.

Por otra parte, la nueva coyuntura nos permitió explicarle a mucha gente, en los Estados Unidos, sobre el impacto del bloqueo, con argumentos más sólidos, porque en el fondo el bloqueo a los viajes es un bloqueo de información; y hemos insistido siempre en que el propósito de la caravana, además de recaudar ayuda necesaria –y aclaro que nunca nos hemos considerado un grupo de “almas caritativas”, sino un proyecto que promueve la educación y la vinculación entre la gente de allá y de aquí–, es fomentar lazos de amistad, solidaridad y hermandad entre ambos pueblos y, al mismo tiempo, lograr que sean reconocidos nuestros derechos como ciudadanos norteamericanos.

La gente comprendió muy bien el mensaje y, para nuestra sorpresa, tuvimos una receptividad muy buena, con apoyo de la prensa local, en lugares como la Florida. La gente hablaba de las limitaciones impuestas a los cubanoamericanos.

Ellos también estaban ya protestando. Era algo que no habíamos experimentado en caravanas anteriores.

Aparecimos en la televisión de la Florida, en todas partes del país. La prensa mostraba a nuestro grupo como gente que estaba desafiando el bloqueo a los viajes, enviando ayuda a Cuba. La pregunta era qué pasaría cuando llegáramos a la frontera. No sabíamos lo que tenía preparado el gobierno de Bush en la frontera con México. Al final, reaccionaron de la misma manera que lo hacen casi siempre; pero fueron muy claras sus advertencias. Dijeron que nos habían permitido cruzar, pero que al regreso
nos entregarían unas cartas en las que se harían constar las regulaciones y su derecho a castigar nuestro desafío.

Para nosotros ese procedimiento no es algo nuevo. No somos más ilegales que antes, pues hace mucho tiempo que venimos desafiando las mismas leyes. Lo que cambió en ese momento fue que anunciaron su intención de aplicar las sanciones contenidas en las leyes.

Hace años que recibimos cartas con amenazas de llevarnos a los tribunales. Veremos si van a empezar a hacerlo. Si se deciden, tendrán que atenerse a las consecuencias, pues armaremos un gran escándalo, protestaremos contra las leyes que nos impiden viajar libremente y denunciaremos la injusticia del bloqueo a Cuba. Y si no nos llevan a juicio, organizaremos la XVI caravana y regresaremos como siempre. Estamos bien organizados, la gente tiene un compromiso fuerte y sabemos que, si nos mantenemos unidos, podemos lograr muchas cosas.

¿*En todas las caravanas han participado mujeres de distintas edades y origen social? ¿Qué importancia le atribuyes a esa participación?*
Cuando llegamos por primera vez a Cuba inmediatamente surgió esa inquietud: ¿cómo involucrar a más mujeres norteamericanas en nuestras caravanas para que pudieran conocer lo que hacen las mujeres en la isla? En esta ocasión viajamos con mujeres jóvenes y de la tercera edad, de distintos orígenes étnicos y de todas partes de los Estados Unidos. Ellas están aprendiendo acerca de lo que han podido lograr las mujeres cubanas en el terreno de la educación, la ciencia, la cultura, donde tienen un peso importante.

Conocer esas experiencias ha sido muy impactante para ellas.
Cada vez que visitamos un consultorio del médico de familia, un hogar materno, una casa de abuelos, una escuela, inclusive un hotel donde hay enfermería, apreciamos la diferencia de actitud entre nuestros dos gobiernos.

Es evidente que la gente aquí está luchando –las mujeres más que los hombres, porque ellas llevan la economía de la casa, trabajan, cuidan a los niños, tienen tantas responsabilidades– y podemos ver que, a pesar de todas las dificultades, viven en una sociedad que se preocupa por el bienestar colectivo. Mientras nosotros, que somos un país rico, muy rico, no tenemos ese incentivo, porque la mayoría de los recursos para el bienestar están reservados para los ricos.

En las caravanas, cuando viajamos en las guaguas y trasladamos las cajas, los bultos, las mujeres trabajamos mucho en equipo, y eso también nos fortalece. Compartimos las responsabilidades, visitamos las comunidades progresistas en todas partes de los Estados Unidos, escuchamos información sobre el trabajo que las mujeres están haciendo en sus barrios y eso nos enriquece y nos alienta.

A lo largo de estos años, ustedes han realizado un trabajo de sensibilización sobre nuestra realidad con personas de diversos credos, orígenes étnicos y procedencias sociales, en comunidades y barrios de los Estados Unidos. ¿Qué avances e insatisfacciones identificas en esa labor?
Cuando empezamos este trabajo, pensábamos que la mayoría de los norteamericanos sabía muy poco sobre Cuba, con excepción de la gente de Miami y New Jersey. Incluso aquellos que sabían, probablemente lo que sabían era mentira. Por esa razón, entendimos que lo más importante
era continuar viajando a Cuba y traer cada vez a más gente para que viera por sus propios ojos.

Desde el primer año –aquel 1991– hasta ahora, podemos apreciar que ha crecido el conocimiento sobre Cuba.

Por ejemplo, cuando realizamos el ayuno por las computadoras, en 1996 –en medio de la aprobación de la ley Helms-Burton, cuando las relaciones entre los dos países se tensaron al extremo de volverse insostenibles–, mucha gente nos dijo que en esas condiciones no era posible hacer un ayuno. Recuerdo que nos decían: “No pueden hacer un ayuno, porque nadie en Washington quiere hablar con ustedes sobre Cuba”. Sin embargo, nos reunimos, discutimos y decidimos que si, en última instancia, nos quedábamos solos para pedir la reconciliación entre los dos países, valía la pena el sacrifico. En ese momento fuimos a las oficinas de varios congresistas, que desconocían la realidad sobre Cuba, incluso mucho más que la gente de la base; nos entrevistamos con cada uno, les ofrecimos información hasta que, poco a poco, comenzaron a pedirnos que organizáramos sus viajes a Cuba.

Ahora, por ejemplo, cuando llegan los miembros del caucus negro del Congreso de los Estados Unidos y conversan con los estudiantes de la Escuela Latinoamericana de Medicina, es como si lo hicieran con sus propios hijos Ellos sienten una conexión con la lucha de ustedes, porque han visto los logros de Cuba y lo que este pequeño país está dando a otras naciones en África y en la América Latina. Y eso vale muchísimo.

En 1996 nadie quería hablar con nosotros; pero poco a poco hemos logrado encontrar canales a favor del diálogo y el entendimiento con Cuba. Claro, ese cambio no es tan rápido como quisiéramos; sin embargo, es evidente que la actitud de mucha gente ha variado. Confiemos en que la mayoría de la opinión pública y del Congreso comprenda el error que significa mantener una actitud cerrada en el tema de las sanciones a los viajes. Como siempre, el asunto consiste en seguir insistiendo y en saber cómo manejar a un grupo pequeñísimo de extremistas a quienes Bush debe su elección.

¿Tienen alguna estrategia en el ámbito de la información y la comunicación para sensibilizar a los medios estadounidenses a favor de la solidaridad y contra el bloqueo?
Ese es un aspecto en el que necesitamos trabajar aún más. Siempre contamos con fuerzas para sensibilizar a la población en general y a la prensa; pero es una realidad que la mayoría de los medios masivos no ha tenido mucho interés en hablar con nosotros. Sin embargo, en este momento nos están pidiendo más información. Claro, tenemos nuevas estrategias para alcanzar esos objetivos.

No nos sentamos a esperar por los medios. Por eso para nosotros es tan importante compartir las anécdotas de nuestras visitas a Cuba. Eso tiene un gran impacto en los Estados Unidos. Cuando regresamos y compartimos lo que hemos visto aquí, la visita a un hospital, a un círculo infantil, observamos que muchos norteamericanos experimentan una sensación de incredulidad, no pueden concebir que haya gente con una actitud tan positiva, aun en medio de tantas dificultades y carencias. Y eso es algo esencial. No es sólo ver las condiciones económicas difíciles en que viven, y los planes y estrategias que han desarrollado para cambiar las cosas, sino el hecho de que los cubanos siguen, persistentemente, realizando sus sueños. Y cuando compartimos con nuestra gente, cuando contamos la realidad cubana sin adornos, tal cual es, ocurre una cosa muy linda: nuestra gente siente una esperanza tremenda.

Queremos seguir compartiendo esas anécdotas para sensibilizar a más personas, para que entiendan por qué no debemos temerle a Cuba, por qué esta pequeña isla no es una amenaza para nosotros. Ustedes están creando cosas nuevas que nosotros podemos usar; están haciendo milagros en todas partes del mundo, son abiertos, generosos, son gente de fe en muchos sentidos y están actuando a partir de esa fe. ¿Será por eso que el gobierno de los Estados Unidos los está castigando? Estamos seguros de que, poco a poco, vamos a ver más cambios. Creo que si en este momento crítico empujamos un poco más, podemos proponernos nuevos desafíos.

Lejos estaba de suponer que aquella plática con Ellen Bernstein, iniciada en julio del pasado año, tendría continuación. Ahora no mediaban ni la grabadora ni la presencia física. Un hilo virtual, el correo electrónico, me dio la posibilidad de hacerle esta ¿última? pregunta:
Como sabes, desde los últimos meses del 2004 y en los primeros de este año se han recrudecido las medidas contra Cuba. Supongo que mucha gente que viajaba a la isla ahora lo piense dos veces antes de tomar la decisión. ¿De qué manera afecta esto la labor de Pastores por la Paz y cómo ves el futuro de la XVI Caravana?

En este momento las medidas de Bush son muy fuertes; en general, hay muchas menos personas que viajan de los Estados Unidos a Cuba, debido a que están preocupadas por las leyes y las multas.

Paradójicamente, este fenómeno está incrementando el interés en nuestra próxima caravana. Hay más gente que muestra su indignación por las nuevas medidas, se da cuenta de que el bloqueo a los
viajes –y el bloqueo en general– es completamente injusto, y se ha propuesto colaborar con nosotros para desafiarlo en julio próximo. Hay mucho entusiasmo ahora con la caravana que estamos preparando. Estaremos en más ciudades que el año anterior. Recibiremos apoyo, como siempre, desde Europa (estoy ahora en España –abril del 2005– para promover nuestro proyecto con la gente de solidaridad de este país), México y Canadá. A la travesía se sumarán nuevos jóvenes. Hay mucho interés y entusiasmo.

Vamos a decir lo que dijimos el año pasado –y cada año, con cada caravana–: que nada ni nadie puede impedirnos demostrar nuestra solidaridad con los nobles hermanos y hermanas de Cuba.

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