La Iglesia Presbiteriana-Reformada en Los Palos ha propiciado esta transformación y revitalización animada, en parte, por el análisis comunitario de la Palabra que realizamos en el espacio habitual de los estudios bíblicos. En este proceso hemos participado ya en dos cursos bíblicos. El primero, que concluyó en el mes de octubre del pasado año, tuvo como guía el material “El Camino de un Pueblo”, editado por el CMMLK; el segundo: “Los caminos originarios. Diversidad en las comunidades neotestamentarias” —que se realiza en estos momentos— es un acercamiento al Nuevo Testamento desde el estudio de las comunidades cristianas del siglo I d.C.
Con una metodología que contribuye a revitalizar y animar la comunidad, cada jueves propiciamos un espacio para conocernos, acercarnos, compartir sueños, preocupaciones, necesidades y, también, para construir juntas y juntos nuevos saberes que ayuden a mejorar la vida personal y comunitaria, dejando que los personajes y relatos bíblicos nos acompañen en este camino para darles nuevos sentidos y significados.
“Antes del Curso de Antiguo Testamento, la lectura que hacía de la Biblia seguía el método tradicional, donde la mayor parte de las veces la pastora o el pastor eran los máximos responsables de aportar ideas y conocimientos”, cuenta Ana Regina, una de las participantes de este espacio.
“Después de aprender a leer la Biblia con la metodología popular —dice— pudimos aumentar los conocimientos acerca de la Palabra de Dios. En este caso nos apropiamos de las enseñanzas y elaboramos nuestras conclusiones e interpretaciones de cada historia. Comprobamos que cuando razonamos, conversamos y entendemos cada pasaje de forma comunitaria, se amplían nuestros horizontes y aquella interpretación en la que nunca habíamos pensado se hace más clara.
“Por otra parte, con estos cursos comprobamos que las personas que intervienen en cada una de las historias bíblicas fueron humanas, de carne y hueso, con familias, amigos, problemas sociales y personales, virtudes, alegrías, tristezas, al igual que nosotras/os hoy en día, y que las iglesias cristianas del primer siglo eran tan diversas como diversos somos hoy. Debemos estudiar y aprender del contexto donde fueron escritos tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento.
“Con la forma popular de leer la Biblia —refiere Ana Regina—, Dios nos habla cada día más, dándonos a entender la importancia de compartir la historia de cada una de nuestras vidas y la necesidad de vivir cada día como un regalo divino y una bendición especial.”
Dejemos, entonces, que la Biblia se acerque a la comunidad y que la comunidad se acerque a los textos bíblicos; y, mientras, propiciemos que unas/os y otra/os compartan historias y sueños.