Heiligendamm significa Dique de los Santos. Cuenta la leyenda medieval que ciertos monjes del lugar imploraron por ayuda celestial ante las olas furiosas del mar Báltico, que amenazaban destruir el convento donde vivían; el auxilio de los santos se materializó en un gran dique que contuvo las aguas y protegió a los frailes y su edificio.
En estos días la historia parece repetirse en ese lugar de Alemania, sólo que han cambiado los personajes y las intenciones. Poco afecto a las sagas piadosas y célebre en cambio por su pragmatismo, el Grupo de los Ocho levantó su propio muro de contención en forma de cerca de 13 kms. de largo y 2.5 mts. de altura, que incluso entra en el mar en forma de malla metálica. No contó con el beneplácito divino: a pesar de las prohibiciones y miles de policías, una incontenible marea humana logró bloquear carreteras y vías férreas, protestando contra la globalización depredadora y sus promotores. Se trata de otro capítulo de la serie inaugurada hace ya unos años, marcada por la inquietud creciente de grupos de poder que no hallan sosiego para sus reuniones y recurren inútilmente a toda clase de artilugios. La ola mundial de manifestantes está dispuesta a proclamar su rechazo al sistema donde y como sea, y puede ya contabilizar un nuevo triunfo.
Una periodista destacaba, como ejemplo límite, que incluso las iglesias alemanas se habían adherido a las protestas haciendo sonar sus campanas y sumándose a las marchas. Pero hubo más. El Instituto de Teología y Política convocó a un taller con especialistas en teología de diversos países. Michael Ramminger, alemán, inauguró el evento insistiendo en la importancia de darle nombre a los pecados del capitalismo, como forma de contribuir a una crítica incisiva. Nancy Cardoso, brasileña, abundó sobre la necesidad de destruir el metabolismo de reproducción del capitalismo, asentado en su propia capacidad de reinvención permanente. Una tarea que deberá desenmascarar las alienaciones ecológica, del trabajo, erótica, histórica y escatológica.
Boniface M´Banza, congolés, señaló las afectaciones de aquellos pecados sobre la población del continente africano, e indicó que a pesar de que la cumbre del G-8 presenta una perspectiva humanista para Africa, jamás discute los problemas polñiticos y las causas de la pobreza en aquella región.
Kirenia Criado, cubana, hizo una memoria histórica de los réditos de muerte del capitalismo, enfatizando su instrumentalización de lo religioso. Recordó palabras de Frei Betto, quien afirma “cuando el capitalismo se vuelve religioso es para ganar el cielo, porque la tierra ya le pertenece; ofrece limosnas, pero no derechos; enciende velas, pero nunca esperanza; reza por un cambio del corazón individual, pero no de la sociedad; es capaz de reconocer a Cristo en la eucaristía, pero jamás en el rostro de quien padece hambre, está sin tierra o sin techo”. Cerró la reflexión con un ejercicio de lectura de textos del Apocalipsis, que trabajan la crítica económica del sistema, así como el tema de la organización de la esperanza.