Aunque el mundo cuente con una producción suficiente para alimentar cada boca, la cifra de personas que padecen hambre ha subido dramáticamente a más de mil millones este año por primera vez en la historia de la humanidad –teniendo en cuenta que el 80% de esta población que sufre los estragos del hambre son campesinos y campesinas, desplazados o trabajadores rurales, hombres y mujeres. No es una figura la existencia de tantas familias alrededor del hambre en el campo, es una cruda realidad.
Irónicamente, esta crisis alimentaria sin precedentes ha visto el desarrollo de iniciativas encaminadas en la misma dirección de las políticas que han creado el desastre actual. Este es el caso del Partenariado Global para la Agricultura y la Seguridad Alimentaria y el Fondo Fiduciario para la Seguridad Alimentaria del Banco Mundial, apoyados por el G20. Asimismo financian el desarrollo de las tecnologías para la “revolución verde” que incrementan la dependencia de los agricultores del mercado y que propician la destrucción de los suelos. Todas estas iniciativas promueven más políticas de libre comercio y trabajan de la mano con la agroindustria.
Sin embargo, las grandes compañías no tienen ningún interés en salvar al mundo del hambre. Se focalizan en aumentar sus márgenes de beneficio y de participaciones en el mercado. Lo que sucedió durante la crisis alimentaria en el 2007 fue muy instructivo: las compañías dedicadas al agronegocio hicieron enormes beneficios (1), mientras que millones de personas sucumbieron al hambre y la pobreza. Actualmente, las tierras agrícolas se han convertido en una inversión provechosa y las compañías están tomando enormes cantidades de terreno alrededor del mundo, expulsando a los agricultores locales, para poder producir alimentos dirigidos a la exportación o a los agrocombustibles.
Durante la Cumbre de la FAO en Roma, La Vía Campesina defenderá la necesidad de una nueva gobernancia frente a la alimentación y la agricultura para llegar a solucionar la crisis alimentaria y la actual crisis climática. Las políticas alimentarias no deben dejarse en las manos de los “clubes de donantes” y de las instituciones financieras. Un sistema de gobernancia democrático –como el que está siendo discutido dentro del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial de la FAO- debe ser implementado inmediatamente para asegurar que los países y los pueblos en el mundo tengan el derecho a poner en marcha la soberanía alimentaria, entendida como el derecho de las comunidades y de las naciones a desarrollar y promover sus propios sistemas locales y políticas alimentarias respetando los sustentos, las culturas y el medio ambiente de los pueblos.
“Durante el Foro de la Sociedad Civil en Roma serviremos comidas ecológicas procedentes de los cultivos de los/as agricultores/as locales. Regularmente también proveemos alrededor de 150.000 comidas ecológicas en comedores escolares en toda Italia” explicó Andrea Ferrante de la Asociación Italiana de Agricultura Biológica (AIAB), una organización miembro de La Vía Campesina. “La Soberanía Alimentaria empieza cada día con cada comida. Ya está siendo implementada localmente en muchos lugares, y con voluntad política podemos difundirla alrededor del mundo, resolviendo la actual crisis alimentaria”, añadió.
(1) Por ejemplo, Cargill, la mayor empresa comercializadora de granos del mundo, informó de un aumento en sus beneficios de alredeor el 70% en el 2007 —- un 157% de aumento en los beneficios desde el 2006. (http://www.grain.org/seedling/?id=592)/
(Yakarta, 9 noviembre de 2009)