Todo empezó en una oficina con una impresora y la mayoría de los usuarios trabajando en otro piso. Para que la gente no perdiera el tiempo yendo a buscar material que aún no estaba impreso, Stallman quería instalar una función que le avisara al usuario cuando su trabajo está listo.
Pero eso es imposible si los programadores no tienen el código fuente de la impresora.
El que los controladores del software de la impresora le negaran la información que necesitaba, alertó a Stallman sobre los riesgos del sistema privativo que prevalece en el mundo virtual.
Saber amurallado
La reflexión dio paso a una rebelión informática, que defiende derechos fundamentales fraguados durante siglos y que, con el advenimiento de Internet, están en riesgo.
Cuestiones como la libertad intelectual, invasión de privacidad, e incluso aquellas que van directamente en contravía del sueño que dio luz a la red global ―la concentración de información en manos de pocos― se desprenden de los argumentos de Stallman en defensa del software libre.
Guardar en secreto información es como erigir murallas para impedir el paso a personas ajenas, lo que no solo le confiere poder a unos, sino que además impide la participación, la colaboración y la retroalimentación que conduce a mejoras y deja volar la imaginación.
Su cruzada inicialmente asusta, pues aparenta requerir de conocimientos especializados para comprenderla, pero, en conversación con BBC Mundo, Stallman subraya que no se trata de un asunto técnico, sino filosófico y ético, de libertad.
No es gratis sino libre
Stallman señala que el primer paso para comprender qué es el software libre (free software) es recordar que “no se trata de la gratuidad, no es un asunto de precio, sino de libertad”.
“El software libre respeta la libertad y la comunidad. Es el software distribuido de manera ética. A un programa que no es libre lo llamamos privativo, porque priva de su libertad a sus usuarios”.
Para comprender mejor de qué habla, vale la pena señalar que Microsoft Windows o Macintosh son ejemplos de programas privativos.
Lo que sucede con el software privativo es que el dueño controla el programa y el programa controla a los usuarios.
Esto, dice Stallman, “es una injusticia que buscamos eliminar”.
Pero ¿acaso Windows no es maravilloso?
“Windows es un malware universal”, sentencia Stallman. “El término malware se usa para denominar a los virus. Estos mismos criterios son aplicables a Windows, es como un virus”.
Stallman alerta, “Windows es un paquete privativo y como muchos de ellos, tiene funcionalidades malévolas deliberadas”.
Para Stallman, estas funcionalidades incluyen la de vigilar a los usuarios a través de los datos que estos envían involuntariamente a un servidor, o la de restringir al usuario.
“Hay cosas que este no puede hacer por política explícita. Por ejemplo, transmite en lenguaje encriptado el lenguaje a la pantalla para que no se pueda copiar. Estas funcionalidades se llaman gestión digital de restricciones o esposas digitales”.
“También tiene puertas trazadas”, añade. Una puerta trazada en Windows le ofrece a Microsoft el poder de imponer por fuerza cambios en el software de Windows sin pedirle permiso al dueño teórico de la máquina, es decir, nosotros los usuarios.
“Con el software libre, los creadores no tienen poder sobre el usuario. La comunidad tiene el control de sí misma”. Aunque hay siempre un equipo de desarrollo que hace la mayoría del trabajo, otros pueden estudiar el código fuente, cambiarlo y publicar sus versiones.
Así, hay una defensa contra las funcionalidades malévolas en caso de que estas se introduzcan. “En el software privativo, aún conociendo sus funcionalidades malévolas, no podemos hacer nada”.
Aprender a leer, pero no a escribir
Quizás es en las aulas de clases donde se evidencian las desventajas de la proliferación de programas privativos.
Recientemente el escritor inglés de literatura fantástica Ian Livingstone, presidente de la firma de videotecnología Eidos, se unió a las voces que expresan preocupación por el hecho de que, desde la escuela primaria hasta la universidad, lecciones sobre cómo usar una computadora han desplazado a las que enseñan a crear incluso los programas más básicos.
“(Los estudiantes) aprenden sobre Word, Powerpoint y Excel. Aprenden a usar aplicaciones pero no a hacerlas”.
El riesgo es crear generaciones de analfabetas digitales, advierte Livingstone, pues la educación que se les está ofreciendo es equivalente a “enseñar a leer, pero no a escribir”.
Lo que se establece es una situación de dependencia, opina Stallman, y ofrece su solución.
“Las escuelas deberían enseñar únicamente software libre porque deben educar a ciudadanos de una sociedad capaz, fuerte, solidaria y libre. Enseñar el uso de Windows o de Macintosh es enseñar la dependencia; es como enseñarle a los alumnos a tomar whiskey en el almuerzo”.
Añade que educar en software libre también beneficia a la formación de futuros programadores. “Quienes tienen el talento de la programación, necesitan leer mucho código y escribir mucho código. Y solo el software libre les ofrece esta oportunidad”.
“A los niños se les enseña a ser usuarios en vez de a aprender informática. Y el software privativo solo se puede usar, nada más profundo es posible”.
Ganando adeptos
Según Stallman, “el movimiento ético del software libre puede convencer a cualquiera interesado en su libertad”.
Y el presidente de Ecuador, Rafael Correa, es uno de ellos, añade. Su interés por la libertad informática se está traduciendo en hechos: Ecuador está en proceso de migrar sus escuelas al software libre, como ya lo han hecho varias escuelas en las regiones de Extremadura y Andalucía en España, y algunos estados de India.
En teoría entonces, los egresados de estas escuelas no solo serán más libres, sino que además tendrán las herramientas para programar y crear. Pero si el ideal es el fin del software privativo, ¿podrían ganarse la vida como programadores?
Por supuesto que sí, asegura Stallman, “escribiendo programas específicos a medida. Cada programa para un cliente”, responde Stallman. “Este negocio a veces entrega programas libres, porque realmente que el programa entregado sea libre no cambia nada. El cliente todavía tendría que pagar”.
Según señala Stallman, muchos negocios necesitan programas específicos. Para eso, pueden contratar a programadores que, trabajando con software libre, modifiquen el programa de acuerdo a sus necesidades.
El privativo es el mismo programa para todos y el libre supone programas adaptados a las necesidades reales de la persona.
Comodidad vs. libertad
El problema es que, incluso si todo esto es cierto, los programas privativos son productos atractivos, fáciles de conseguir y de usar, de ahí su popularidad.
¿Está obligado el usuario a escoger entre una opción y la otra?
“A veces sí. En muchos campos hay diferentes programas, libres y privativos, y evaluar cuál funciona mejor es un asunto de detalles”, explica Stallman.
“A veces puedes elegir la libertad y la comodidad juntas, pero cuando un programa libre no funciona tan bien como el privativo, la libertad exige un sacrificio: el que valora la libertad hace el sacrificio, el que no, pierde la libertad”.
Si tan perjudicial es el software privativo para nuestras libertades, ¿cómo es que la mayoría de los usuarios ignora esta realidad?
“La gente lo hace porque es cómodo y no piensan más profundamente en su libertad”.
por Eva Fernández
fuente. BBC Mundo