El Premio Casa de las Américas, aglutinador de lo más brillante de las letras del continente, se resiste al tiempo y a los contratiempos. En su edición 48 continúa siendo puente para la consagración de los artistas a los que cubre de honores e incentivo para otros.
En sus inicios las inquietudes de sus precursores giraban en torno a cuáles pudieran ser los destinos de este proyecto, y los retos apuntaban a luchar por la perdurabilidad de la literatura del continente.
Hoy se habla de la juventud de los jurados y concursantes respecto a la edad del Premio. Este fenómeno singular, es objeto del regocijo de sus participantes y creadores. Roberto Fernández Retamar, presidente de la Casa de las Américas, comentó a La Jiribilla: “Es una gran felicidad, que después de tanto tiempo, el Premio Casa siga siendo uno de los más prestigiosos de nuestro continente. Lógicamente esto es muy gratificante, porque ello garantiza que el premio va a sobrevivir a nosotros, los de entonces, que ya no somos los mismos”.
Este año los jurados, que dedicaron una semana al estudio de las obras, coincidieron en destacar la originalidad de las que fueron premiadas en las cinco categorías. Mil y una, de la argentina Susana Silvestre, fue la novela ganadora entre 115 que se presentaron al concurso. En la ceremonia de clausura del Premio, el jurado señaló que entre los principales valores de la obra está el representar un desafío frente a las tendencias actuales de los grandes consorcios editoriales.
En Ensayo de Tema Artístico Literario, por constituir una detallada y novedosa investigación sobre la cultura cubana contemporánea, resultó premiado el texto Los juegos de la escritura o la (re) escritura de la Historia, del narrador y crítico cubano Andrés Abreu.
Sobre el premio de Teatro, el dominicano Reynaldo Dizla, jurado en esta categoría, dijo que en la obra Hepatología de Hieronymus Bosh: 6, el bonaerense Rafael Spregelburd crea un universo dramático que renueva de manera relevante la dramaturgia latinoamericana.
La historia de una presa política durante los años de la dictadura en Uruguay, recreada en el libro Oblivion, de la escritora uruguaya Edda Fabbri, mereció el premio de Literatura Testimonial.
La lengua en lugar de alejar a los países latinoamericanos, es especialmente en momentos como el del Premio, motivo de coincidencias. En Literatura brasileña, entre más de 200 títulos en concurso, ganó el premio la autora Ana María Gonçalvez con la obra Um dfeito de cor.
Las horas del Premio se han agotado en La Habana. Queda medido así, el pulso de la creación literaria en Latinoamérica. Se le ha puesto combustible a la creación cultural, se ha ampliado la historia de la lucha literaria por la autenticidad y la calidad.