La guatemalteca, Nobel de la Paz, se siente halagada cuando hablan de sus éxitos. Asegura que no ha sido nunca una víctima, sino una protagonista: “una mujer corajuda y exitosa. ¿Y por qué no?” Sin embargo, cuando inquirimos por la responsabilidad que, suponemos, pesa sobre los hombros de un laureado por la Academia sueca —cuando el Premio es genuino, acoto—, no duda en implicar a quienes la han acompañado durante décadas: “Mi trabajo es una agenda colectiva —dice a La Jiribilla—, una agenda de pueblos. Estoy contenta con lo que hago, es una gran responsabilidad. A veces se siente una profunda soledad porque los demás no siempre alcanzan a sostener sus luchas. Creo que si uno abre un proceso y no lo termina, está haciendo un daño terrible. Si una lucha queda a medias, se convierte en un precedente negativo, sobre todo si se trata de defender la vida. Una lucha, a veces, puede durar toda la vida”.
Insiste en que ese quehacer deja poco tiempo, incluso, para la escritura. Así contesta mi pregunta: ¿cómo salvar las distancias entre un pensamiento que durante siglos se ha acumulado en la memoria de los pueblos indígenas, siendo transmitido de generación en generación a través de la oralidad; y un mundo contemporáneo que tanto necesita de ese pensamiento y que, no obstante, solo legitima el conocimiento cuando es capaz de plasmarse en blanco y negro, entre la letra impresa? Rigoberta tiene, en ese aspecto, un deseo muy claro: “Cuando las elecciones culminen, dedicaré el ciento por ciento de mi tiempo a materializar la Universidad Maya. Quiero que de veras sea una realidad y no solo para los mayas, sino para que podamos compartir con todos la ciencia de nuestros ancestros, para que la cultura de nuestros pueblos trascienda a la humanidad. Deberá ser una universidad de alta visión”.
“No hay cosa más triste que el silencio como regla sobre los pueblos”
“Un principio de nuestros pueblos dice que tenemos tres grandes dimensiones en la vida: la social, la material y la espiritual. Tienen que coexistir permanentemente para poder construir un ser humano feliz. Si solo crece la dimensión material, se corre el riesgo de tener éxito y que en algún momento se esfume, quedándose sin nada. Nos dicen nuestros pueblos: cuiden la esencia de su fortuna material, espiritual y social. Lo que hago es cuidar constantemente la esencia de mis fortunas.
“El mundo ha perdido muchos valores, especialmente los de la comunicación, la memoria. A veces nuestros propios pueblos pierden su memoria histórica y no tienen toda la culpa, pues las editoriales no publican sus libros y los medios de comunicaciones crean solo fantasías de intrigas, de odios, de rencores o, simplemente, silencio. El imperialismo, para los pueblos indígenas, ha sido el silencio. Es el que quisiéramos verdaderamente derrotar algún día, porque un pueblo silenciado es más doloroso que un pueblo que habla y no se escucha. No hay cosa más triste que el silencio como regla sobre los pueblos.”
“Primero, la vida; después, el bolsillo de los otros”
“Los pueblos indígenas hemos aprendido que la razón no es la que uno se inventa, sino la que se adquiere luego de un proceso. Hoy, la humanidad está en ese gran desafío: encontrar orientación en un mundo desarticulado, desordenado. Algunas de las enseñanzas de nuestros abuelos mayas dicen que es importante que dentro de este desorden global, nos ordenemos nosotros mismos: la conciencia nace del propio ser humano como una forma de vida.
“Dentro de ese desorden global está, no obstante, nuestra oportunidad. Desde hace muchos años, los pueblos indígenas vienen repitiendo que si no cambiamos las actitudes, el desequilibrio vendría. Sin embargo, nos han visto como víctimas y no necesariamente nos concebimos como tal. Nos hemos hecho los víctimas cuando nos ha convenido; pero en realidad nuestros pueblos tienen un equilibrio bastante fuerte que es tiempo de sacar, ese equilibrio que nos permitió vivir miles de años.
“Si buscamos en un mapa, los pueblos indígenas están donde están los cerros, los ríos, los volcanes. Hoy cobran una importancia enorme. En Guatemala, por ejemplo, a los pueblos indígenas nos arrinconaron hasta las cumbres más altas; pero estamos, finalmente, cerca del níquel, de la plata, del oro. Los señores que quieren comprar los cerros para explotar esos recursos, primero han de pedir permiso para pasar. Haremos una consulta: si el pueblo dice que sí, lo explotarán; si no, lo lamentamos mucho… Así se palpa la confrontación verdadera entre la ambición occidental de querer sacar la fortuna de la tierra y llevarla a Europa o a Canadá, y la verdadera necesidad de nuestra gente de proteger su madre Tierra, su aire, su agua, sus plantas, sus semillas. Para nosotros, primero está la vida y después el bolsillo de los otros. Es un planteamiento profundamente revolucionario.”
“Una iluminación propia nos guía para el futuro”
“Creo que hoy existen más oportunidades de transformar. ¿Qué debemos hacer? Estoy segura de que debemos crear nuevos instrumentos, instrumentos propios. Aún no convenzo a todos mis aliados y amigos del continente; pero les he planteado a algunos que gobiernan lo siguiente: una cosa es tener el poder en las manos y otra es incidir. No perdono un gobierno que me diga que no tenemos recursos porque somos pobres. No, tienen el poder en sus manos: o son consecuentes o no tienen voluntad política.
“Un día, decía yo a los compañeros nicaragüenses y bolivianos: cuando teníamos solo dictadores en América Latina, pudimos promover la campaña continental de los quinientos años de resistencia indígena y popular. La sacamos adelante y pusimos a los españoles contra la pared cuando les dijimos: ustedes van a festejar su invasión en nuestras tierras; pero nosotros vamos a venerar a nuestros difuntos, nuestros muertos, nuestra resistencia. ¿Acaso no hicimos Historia con eso? Fíjense si lo hicimos, que hasta nos ganamos un Premio Nobel de la Paz.
“No hay una receta para todo. Los grandes aciertos de Bolivia son nuestros aciertos y sus problemas son nuestros problemas. Compartimos los éxitos, los triunfos y las derrotas, porque lo que sale bien en un lado nos ayuda a perfeccionar en otro. Solo se puede hacer eso si hay un intercambio; si esperamos por los medios de comunicación, no lo logramos.
“La lucha de los pueblos indígenas es una lucha común. Es la parte misteriosa de las culturas ancestrales: si voy al Cuzco encuentro las mismas formas de invocar al creador, la misma relación con la madre Tierra o los ancestros. ¿Cómo se conectan los tiempos de los pueblos indígenas? Los mayas entendieron bien eso. Sabían que la tierra es el útero donde se desarrolla la especie humana y que eso significa una conexión que nos cobija. ¿Cómo lograron los pueblos ancestrales conectarse durante milenios sin una computadora, sin Internet, sin Facebook?
“Crecí al lado del calendario maya, conozco mis fuerzas. No me preocupo por mí ni por los pueblos ancestrales, pues es igual que si me preocupara por la Tierra: no me atrevería nunca a decir que voy a defender la madre Tierra. ¿Quién soy yo para hacerlo? Eso sí, la madre Tierra se va a defender por sí misma, cuando nosotros no hagamos una vida correcta en ella.
“Lo que hoy no hago, definitivamente, es perder el tiempo acudiendo a lugares si no es fructífero para las causas que represento. Hay que centrar las fuerzas. Una iluminación propia nos guía para el futuro.”
por: Marianela González