Home Resumen Semanal No. 18-2012 Río + 20, un camino que debemos hacer nosotros, los pueblos

Río + 20, un camino que debemos hacer nosotros, los pueblos

Con un largo recorrido desde los días de la Campaña por los 500 años, organizaciones y movimientos sociales de todo el mundo están colocando la lucha por la justicia social y ambiental en el centro de la articulación de esfuerzos globales contra el sistema capitalista y ven en el camino hacia Río +20, una oportunidad para rearticular el movimiento global y constituirse en bloque popular con alternativas capaces de interpelar al sistema capitalista.

A partir de la convocatoria del gobierno boliviano a la Cumbre de los pueblos en Cochabamba, estuvo públicamente sobre la mesa y respaldada en un documento construido democráticamente, una visión desde los pueblos de la lógica sacrificial del sistema capitalista, expresada en ocupación de territorios, la militarización, el saqueo de los recursos naturales, la mercantilización de los bienes comunes, el sacrificio de la biodiversidad y otros rostros diversos.

En Cochabamba se avanzó en una plataforma construida entre todos y todas, el Acuerdo de los pueblos que junto a los Principios de Justicia Climática de Bali, siguen siendo hasta hoy, plataformas para la construcción de un movimiento global.

A pesar de contar con este documento producido por la participación de miles de personas, nada sucedió con el Acuerdo de Cochabamba. Las Conferencias de las Partes que lo sucedieron en Cancún y Durban, fueron escenarios en que los países desarrollados eludieron su responsabilidad histórica e impulsaron cada vez con más nivel de detalles, las falsas soluciones a la crisis.

Todo parece más sencillo que reducir emisiones de gases de efecto invernadero con compromisos vinculantes dentro de las fronteras nacionales. El mercado ha sido el verdadero protagonista de estos espacios oficiales que han impulsado mecanismos de comercialización de bosques, y ahora también zonas costeras, agrícolas, todas concebidas como sumideros de carbono más allá de sus aportes a la vida en el planeta.

En lugar de pagar la deuda climática, los países desarrollados han venido impulsando un fondo verde para el clima en el que participan capital privado y el Banco Mundial. Los mismos responsables de la crisis están llamados a resolverla con los mismos métodos que la crearon.

Las demandas de los movimientos sociales se basan en un supuesto fundamental: no se trata de ser más consciente o más responsable con el manejo del sistema. Hay que cambiar el sistema, y tiene que ser ahora.

Estas demandas están relacionadas con el compromiso de reducir emisiones en un 50% respecto a los niveles de 1990, sin condición alguna y excluyendo los mercados de bonos de carbono u otros mecanismos compensatorios, limitar el calentamiento global a un grado, detener los REDDS, (mecanismos de reducción de emisiones por degradación y deforestación de bosques) y buscar el compromiso del pago de la deuda climática con fondos de al menos el 6% del PIB de los países desarrollados, fondos que deben ser públicos, y alejados del manejo de corporaciones privadas y el Banco mundial.

Las organizaciones sociales se enfrentan a las soluciones falsas como la geoingeniería, la energía nuclear, las mega-represas hidroeléctricas, los agrocombustibles, y exigen el libre intercambio de tecnologías seguras y comprobadas y la defensa de los Derechos de la Madre Tierra como camino para restablecer la armonía con la naturaleza.

Como una vez fue colonizada nuestra tierra, hoy es colonizada nuestra atmósfera, ocupada por las emisiones de gases de efecto invernadero de los países más ricos del planeta, quienes en complicidad con las grandes trasnacionales, provocan desencuentros entre pueblos de uno y otro lado del mundo; intentan ganar en un territorio las reservas de veneno que van a depositar en otro, y fracturan la lucha de los más afectados, para distanciarlos y poder hacer un mejor vuelo en picada que les deje llevarse consigo, más que la mordida a una tierra, el espíritu de un pueblo.

La economía verde en el camino hacia Río +20

Hacia Río+20 el debate se quiere colocar en dos ejes: la economía verde y la gobernanza ambiental, ambos marcos que no permiten saltar a un análisis sistémico del modelo de producción, distribución y consumo que es lo que debe ser revisado para encaminar alternativas.

La economía verde con el supuesto de que solo aquello que es propiedad de alguien, solo aquello que se tiene, puede ser cuidado y gestionado con responsabilidad pretende mercantilizar la vida y ponerle precio en el mercado a cada gota de agua, cada centímetro de tierra.

Los movimientos sociales han recorrido un proceso de aprendizajes en esta ruta que comenzó hace muchos años y han acumulado saberes, entre ellos, la importancia de conectar las expresiones globales con las luchas locales frente a la crisis, y de seguir perfilando el rol del imperialismo y las estrategias de dominación en una lucha que es antisistémica.

Ser anticapitalista ya no parece ser una postura radical. El discurso anticapitalista aparece en palabras de empresarios y de campesinos al mismo tiempo. Por eso, hay que buscar las prácticas reales detrás de las palabras y como le sirven y son funcionales al sistema.

Escenarios muy cercanos a nosotros en Cuba, están marcados por enfrentamientos constantes a expresiones múltiples y muy concretas del capital: empresas mineras, las militaristas, grandes represas. Compañeros de todo el mundo libran batallas diarias contra las trasnacionales, presionando a los gobiernos para que no se levante un foco más de contaminación, una causa más de sequía. Diariamente son reprimidos y criminalizados hombres y mujeres que no quieren ser arrancados de su tierra y su historia.

Por eso, hacia Río +20 debemos lograr una movilización global contra el sistema capitalista que no quede entrampada en la economía verde. Es la oportunidad para interpelar al sistema con toda la fuerza que podamos reunir y de las maneras más visibles que podamos. La convocatoria que se debatió en la Asamblea mundial de movimientos sociales en el marco del Foro social temático en Porto Alegre es a tomar las calles de nuestros países el 5 de junio y mostrar la crisis del sistema con propuestas y alternativas concretas.

Es el momento de que las organizaciones articuladas en la lucha contra la minería coloquen sus demandas en claves de sistema, que los territorios ocupados militarmente defiendan sus derechos a la paz y la justicia social con autonomía y autodeterminación y lo hagan conectando sus luchas con otras expresiones del sistema. Todos y todas debemos denunciar la lógica sacrificial del capitalismo en nuestro universo más cercano.

¿Tenemos una alternativa capaz de interpelar al sistema en la construcción de otra sociedad?

Estamos caminando hacia una plataforma política unitaria para llegar a Río +20, pero en términos de alternativas que se levanten con solidez para una sociedad nueva, nos queda por reflexionar y construir.

Los indígenas y los campesinos están mostrando sus propias alternativas. Los primeros defienden los bosques como espacios en los que se reafirma su cosmovisión más que como sumideros de carbono, defienden el agua y los recursos naturales no solo como fuentes de vida y sustento, sino también como elementos de construcción y enriquecimiento de identidad cultural. Los campesinos proponen el desarrollo de una agricultura sustentable con soberanía alimentaria para enfriar el planeta. La mayoría de estos actores, son desplazados y expropiados de sus tierras, criminalizados y condenados al desarraigo.

Sin embargo, cada vez se hace más fuerte el debate sobre la recuperación de los bienes comunes como derechos de todos, la utilización de otros tipos de energía que permitan dejar el combustible fósil bajo tierra, el desarrollo de un sistema agroindustrial cercano, confiable, autónomo y soberano, protagonizado por campesinos, indígenas, mujeres, con acceso a las semillas y a la tierra que permita recuperar la materia orgánica del suelo, mejorar la producción diversificada de alimentos a pequeña escala, expandir los mercados locales, y practicar una gestión integrada de los bosques. De ahí que sea importante rescatar sus territorios, mantener el control sobre sus tierras, acceder al agua como bien común y derecho humano, y al derecho a usar e intercambiar semillas, y promover mercados locales descentralizados.

Desde estas organizaciones que históricamente han participado en estas luchas, va creciendo una nueva subjetividad que reconoce en la Naturaleza la maternidad absoluta, que rescata el poder de la mística, la emoción y la fe, que practica la solidaridad, que confía en lo comunitario, lo local y familiar, que defiende la conexión entre todas las cosas y seres que coexisten en interinfluencia absoluta.

La nostalgia de un mundo de colores y sabores diversos, de olores que guardan la memoria de las lluvias que cayeron, el sabor de la fruta real con arrugas y manchas, es más fuerte que los discursos vacíos y las falsas soluciones.

Para lograr interpelar al sistema tenemos que construir una agenda común y dar pasos hacia la plataforma política que va a llevarnos a Río. Ya estamos acercándonos a esa plataforma a partir de los debates en el Foro social temático en Porto Alegre, una plataforma política que debemos tener cerrada en mayo. Hay que trabajar en plataformas nacionales y en movilizaciones locales que presionen a los gobiernos de cada país.

Al Proyecto de la economía verde que concibe a la privatización de la naturaleza como la clave para su protección, se enfrenta el Proyecto de Declaración de los derechos de la Madre Tierra, que plantea que la Tierra es un ser vivo, con el cual tenemos una relación complementaria, interdependiente y espiritual…

Para que nuestra alternativa sea capaz de pelear en el sistema de correlación de fuerzas que marca los rumbos elegidos debemos asumir algunos retos:

-Contribuir en una lucha colectiva, orgánica y a largo plazo mientras la sobrevivencia es un logro de cada día.

-Reconocer y trabajar con las diferencias entre los ritmos de actuación del capital y los del movimiento social, muchas veces, más lento.

-Democratizar las estructuras del Estado como condición para la participación y el control popular en estos temas y en otros.

-Construir un debate profundo entre movimientos sociales y gobiernos que reconozca todos los ejes que se cruzan en estrategias y políticas.

-Reconocer y contener las diferencias entre las contribuciones que puede hacer el movimiento social con capacidad movilizadora y las que hacen redes y otras organizaciones desde otra práctica política.

-Profundizar en la formación y la comunicación de estos temas.

-Ser permanentemente un movimiento abierto, inclusivo y diverso que revise críticamente su propio proceso de construcción y actuación.

-Concebir la unidad como resultado complejo de la integración de diversidades en el que cristaliza un acumulado que no puede desconocerse. La unidad no puede ser una consigna vacía, ni un muro de cartón pintado de acuarela.

Este movimiento sabe bien, aunque con diferencias, de donde parte en este viaje y a donde no quiere regresar más, pero las metas, los modelos, están por construirse, lo que exige de exploración, de innovación, de frescura, de atrevimientos, del uso de todos los saberes, de la aceptación de las curvas que aparecerán en un camino que no puede ser lineal, de la tolerancia ante los regresos o fracasos, y sobre todo, de la celebración ante las victorias por pequeñas que sean. Es necesario contarse las victorias, cada triunfo, y compartir los pasos. Así podrá ser más fuerte y sano como organismo vivo, resistente y capaz de abrazar a los millones que ya despiertan en el difícil parto de otro mundo.

La posición de las organizaciones cubanas en este debate

Las organizaciones cubanas se insertan en este debate de múltiples modos y en diferentes espacios. Recientemente han debatido hasta llegar a un consenso amplio de cara a Río. Esta posición común parte de reconocer que los acuerdos y retos asumidos en la Conferencia de Naciones Unidas de medio ambiente y desarrollo celebrada en 1992, no han tenido un seguimiento efectivo en estos 20 años y por el contrario se han continuado agravando los problemas del equilibrio ambiental y la sustentabilidad del mundo. Defienden como paradigma alternativo el desarrollo sustentable desde lo social, lo económico y lo ambiental.

Para las organizaciones cubanas, la economía verde es un concepto controversial e insuficiente, todavía en construcción y carente de un enfoque multisectorial y multidimensional, y lo que es aun más significativo, funcional a la economía de mercado. Por ello defienden una economía ecológica basada en el desarrollo en acciones ecológicas sustentables a favor de la erradicación de la pobreza. Mientras no haya un enfrentamiento fuerte y global a las trasnacionales responsables de la acumulación del capital no caminaremos hacia la verdadera justicia social y ambiental.

Como consenso más fuerte y compartido, es la hora de construir un nuevo orden económico mundial y buscar mecanismos concretos, efectivos, integradores, de cooperación y complementación, que sirvan a la erradicación de la pobreza, evitar la exclusión sin inequidades, eliminar las desigualdades sin discriminación ni violencia y valorizar los derechos fundamentales.

Las cubanas y cubanos debemos buscar espacios de debate en Cuba sobre estos temas y problematizar concepciones y métodos, principios y marcos éticos pero también decisiones concretas y operativas que dan cuenta y tributan a una visión que puede ser radicalmente distinta a otra. Bajo la premisa de que los medios hacen los fines y no son los fines los que justifican los medios, debemos plantear estos debates en el campo de los paradigmas como siempre hizo Fidel, y debemos hacerlo entre todos y todas con verdadera participación popular.

Las decisiones que se tomen en estos terrenos, las políticas que se asuman, siempre atravesadas por complejidades propias de luchas históricas, no pueden estar bañadas de pragmatismo. No podemos darnos ese lujo. Más que nunca antes, debemos buscar referentes éticos históricos de la Revolución Cubana y pensando en la Cuba que soñamos contribuir en este camino a Río +20, un camino que debemos hacer nosotros, los pueblos.

por: Llanisca Lugo

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