Mi tarea esta mañana es describir algunas de los aportes que la FIBAC ha hecho a sus contrapartes del Norte, como la Alianza de Bautistas, la CBF, los Bautistas Canadienses, y otros. Cuando recibí la invitación a participar en este panel, empecé a hablar y comunicarme por correo electrónico con varias personas de esas diversas organizaciones bautistas que han tenido muchos años de experiencia en esta asociación. Quiero compartir algunas de las respuestas comunes que escuché en esta encuesta informal. Varias palabras y conceptos surgieron una y otra vez:
• La FIBAC ha contribuido a un nuevo paradigma de lo que significa vivir en comunidad, con la práctica ejemplar de la hospitalidad.
• Otro aporte tiene que ver con un nuevo paradigma de misión basado en la mutualidad, la escucha y el acompañamiento, en lugar de la imposición y el control.
• La FIBAC también ha aportado un nuevo paradigma de libertad religiosa basado en tener que vivir sin el estatus de pleno reconocimiento estatal o posición social.
• Otras personas destacaron la renovación litúrgica y el compromiso con la educación cristiana, especialmente el método de educación popular,
• También, aprendimos de ustedes como ver la identidad de la iglesia como el barrio, definido no por los edificios ni las estructuras organizacionales, sino por cómo atendemos el dolor y compartimos la alegría de las personas que les rodean.
• Aún otras personas hablaron sobre un nuevo paradigma de viaje, para ver las visitas a Cuba como un peregrinaje espiritual en lugar de turismo religioso.
• Muchas personas compartieron el impacto de estar en una relación a largo plazo con las iglesias cubanas, formando amistades profundas.
Esas son las respuestas más fáciles y obvias: nuevas experiencias de amistad, comunidad, nuevos paradigmas de misión y educación. Pero solo resaltar estos impactos, sin abordar algunos de los factores que complican nuestra relación, corre el riesgo de sonar demasiado sentimental, casi propagandista.
Tal vez el aporte más importante y profundo de la FIBAC para sus contrapartes del Norte está más allá de las buenas cosas mencionadas en mis conversaciones. Quizás lo más importante tiene que ver con inquietudes que esta asociación provoca, puede decirse inquietudes sagradas, cuestiones necesarias, complicaciones inevitables.
Estas entran en juego cada vez cuando hay una asociación entre dos comunidades desiguales, de medios económicos muy diferentes.
Algunas de las personas en mi encuesta informal confesaron que al encontrarse con el contexto cubano se exponía con mucha claridad el materialismo que está tan arraigado en el Norte, incluso en nuestras iglesias. Este materialismo existe a pesar de nuestras mejores intenciones de escapar de la influencia del mercado. Un amigo lo describió de esta manera: “Las buenas intenciones no son suficientes y las relaciones misionales siempre conllevan cierto grado de riesgo. Las iniciativas deben ser informadas por una comprensión más profunda de la naturaleza del paternalismo. La mente de la colonización debe estar constantemente sujeta a la mente de Cristo.”
También escuché que las relaciones entre desiguales pueden tener consecuencias incómodas, a veces fomentando lo que alguien describió como un turismo religioso, y también creando celos entre las iglesias cubanas por las relaciones desiguales que se crean aquí cuando algunas se benefician de hermanamientos y otras no.
Estas preguntas e inquietudes no son nuevas; han existido por mucho más de treinta años. Los primeros cristianos también trataron de la incómoda y arriesgada naturaleza de las relaciones desiguales, que provocó a Pablo dar este consejo: No se unen en yugo desigual con los incrédulos; Porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? (2 Corintios 6.14)
Déjenme ser franco: En las iglesias del Norte vivimos y respiramos en la sombra de un imperio, en la oscuridad de injusticia, y nos beneficiamos de la misma injusticia. Mucho parte del tiempo somos incrédulos cuando leemos lo que dice la escritura sobre nuestro contexto de vida. Nos resulta difícil creer que nuestra riqueza se gane a expensas de mano de obra explotada y tratos injustos y el abuso de los recursos naturales. Nos cuesta creer las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre los peligros de la concentración de riqueza.
Entonces, cuando nos relacionamos con la FIBAC y nos encontramos con el Cristo resucitado en un contexto diferente, algunos de nosotros podríamos responder como aquel padre en su encuentro con Jesús: Yo creo, ayuda mi incredulidad. O, algunos de nosotros podríamos responder como el rey Agripa cuando dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser un seguidor de Jesús. Aún otros de nosotros podríamos oír el llamado a dejar nuestra adicción a los bienes materiales, y nos iremos tristes como el joven rico, porque tenemos muchas posesiones.
Pero existe la posibilidad de que algunos de nosotros podríamos responder de manera diferente. Desde mi punto de vista, el aporte más importante de la FIBAC para las iglesias del Norte durante estos treinta años de relaciones desiguales ha sido crear las condiciones para una respuesta diferente, una plena transformación. Ustedes han provocado la esperanza de un cambio radical y profundo en la iglesia del Norte. Otra referencia bíblica puede ayudar a ilustrar esa esperanza:
En Hechos, leemos que Saulo de Tarso, un líder religioso, culto y altamente educado, estaba en camino a Damasco, sin darse cuenta de que estaba respirando amenazas y asesinando al Hijo de Dios. En su viaje encontró una luz que lo cegó, una luz que le hizo perder de vista sus suposiciones previas de privilegio, su poder, su fe en las cosas incorrectas, una luz que lo tiró al suelo.
En la lectura popular de la Biblia, algo que hemos aprendido de ustedes, nos preguntamos ¿Dónde estamos ubicados en la historia bíblica y dónde está ubicado la historia en nuestras vidas? Entonces, ¿Dónde estamos nosotros, sus contrapartes del Norte, en esta historia de Hechos? Creo que treinta años de relaciones con la FIBAC nos han colocado en un camino a Damasco. A pesar de nuestras buenas intenciones, a pesar de nuestros altos niveles de cultura y educación, venimos aquí sin saber cómo nuestras suposiciones y manifestaciones de privilegio amenazan con asesinar al espíritu cubano. Nuestra riqueza concentrada, nuestro estilo de vida impulsado por la tecnología, todo esto amenaza con matar a su espíritu. Esa es la mala noticia. La buena noticia es que estamos en un camino a Damasco, donde podríamos ser golpeados por la Luz del Mundo.
Aunque nuestros ojos se han adaptado tanto a las luces falsas de nuestro mundo privilegiado, a través de nuestras relaciones con ustedes, es posible que la luz de Cristo nos ciegue. Esto no es para idealizar a los miembros de la FIBAC como santos o perfectos. Es reconocer que Jesús está presente con ustedes, con todas sus fallas, porque sabemos que, en las relaciones desiguales, Jesús de Nazaret tiene una preferencia por aquellos con menos poder, con menos recursos. Y en nuestro encuentro con el cuerpo de Cristo aquí, se crean las condiciones para que estemos rodeados por una luz cegadora que nos arroja al suelo, haciéndonos humildes. Perdemos la visión imperial, perdemos de vista el privilegio. Nos volvemos ciegos a todo lo que creíamos saber, y eso nos hace vulnerables.
Pero la historia no termina ahí. Necesitamos que ustedes desempeñen el papel de Ananías para nosotros, que nos guíen. Necesitamos que oren por nosotros, que sean los instrumentos de Dios para restaurar nuestra vista, pero no nuestra antigua vista. Necesitamos nuevos ojos, una nueva visión de lo que es el Reino. No todos en el camino de Damasco ven esa luz; no todos se ciegan para recibir el milagro de una nueva visión. Pero en nuestra relación con ustedes, con la Fraternidad, se han creado las condiciones para la posibilidad de tal transformación radical. Al menos podemos ver nuestra necesidad de perder de vista nuestra tendencia de poder y control.
Ciertamente, no hay seguridad de que nuestra historia termine como la de Saulo, y de que nuestras iglesias en la Alianza y CBF y CBM renuncien a todo su poder y privilegio, a la tendencia de controlar e imponer. Pero treinta años de amistad con la FIBAC han fortalecido nuestra fe, de modo que podemos hablar de las cosas que se esperan, aunque la evidencia aún no se ve. Cuando estamos cegados por la luz, tenemos que caminar por la fe, no por la vista.
Aunque es bueno celebrar todas las amistades, todos los aportes de nuevos paradigmas acerca de la iglesia y la comunidad, puedo entender que ustedes estén impacientes con nosotros en este camino de Damasco, esperando que aparezca una conversión más radical y sistémica. Puedo entender si empiezan a preguntarnos, ¿cómo? ¿cuándo? ¿dónde?, y hasta ahora, solo podemos responder, quizás, quizás, quizás. Si bien su amistad y asociación seguramente está teniendo un impacto en las vidas individuales, quizás, solo quizás, nuestra asociación en los años que vienen pueda provocar en la iglesia del Norte una conversión profética y sistémica. Quién sabe, un día podríamos estar totalmente persuadidos, podríamos vender todo lo que tenemos, dárselo a los damnificados y refugiados del mundo, y seguir a Jesús en una relación de iguales.
Ahora solo puedo decir “quizás”, pero “quizás” es mejor que “jamás”.
La Habana, febrero 16 de 2019
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