Hace ya muchos, muchos años, alguien abordó algunos de las temas que estamos discutiendo hoy sin pensar, en aquel momento, en el cambio climático; fue Paul Lafargue, quien escribió El derecho a la pereza.
Escuchaba a Bernard (Cassen) hacer referencia a temas sobre decrecimiento que ya conocía parcialmente a través de Le Monde Diplomatique, y me vino a la mente que de eso se trata: no de decrecer arbitrariamente, no de decrecer hasta las cavernas, sino de lograr un cambio moral, ético. Por qué crecer, para qué. Esto pone en solfa Bernard también lo destacó lo difícil que es convencer a una sociedad impregnada de productivismo y consumismo, convencer a los centros neurálgicos del capitalismo de que eso es suicida, y convencerlos no va a ser posible, al menos en muchos años.
Pero, en cambio, lo que no se puede es renunciar a luchar, y hay algunas ideas expresadas aquí referidas a la experiencia cubana. Sin embargo, creo que desgraciadamente no vino el embajador de Bolivia, pero envió textos de Evo (Morales) que son maravillosos ese aymara de nuestra época ha dado en el clavo en muchas cosas, especialmente, destacando e invocando el amor a la tierra.
Nosotros somos el Festival, una pequeña fuerza , pero esa pequeña fuerza que ha nacido aquí no renunciará a seguir en este combate, aunque sea un grano de arena en medio de un planeta inmenso.
Nosotros en el transcurso del año organizaremos por lo menos un taller, al que trataremos de darle, como al festival, dimensión internacional, buscando lo que nos concierne: que el audiovisual latinoamericano mantenga un interés especial en estos temas (…)Es importante que se haga un destaque , un subrayado sobre otros cambios que equivalen casi al clima y afectarán también esta lucha porque contribuyen a sesgar.
He escuchado a los amigos del grupo que trabaja el audiovisual en nuestro país, que están haciendo documentales. Bien, los documentales documentan y pueden profundizar y llegar muy lejos, pero no son lo que recibe la población en el mundo y también, parcialmente, en Cuba. Los tiempos están cambiando en el audiovisual en la misma dirección de la racionalidad, en nombre de la modernidad, y aparece como una vanguardia el hacer un cine, unas producciones para la televisión, internet, etcétera que es de clic clac. Es decir, imágenes acaso bellísimas , acaso llenas de atracción, enriquecedoras de la vida espiritual por la belleza que transmiten, pero que no permiten pensamiento; no permiten, por la rapidez con que se usa la imagen, un detenimiento en lo que se quiere transmitir. Pero es en un sector más politizado como un noticiero. Sentimos cómo una imagen sucede a otra y puede ser trágica; la otra, enternecedora, de belleza infinita; la otra, entregar una tragedia, y cuando terminamos de ver durante veinte minutos o media hora todas esas imágenes nos vamos a almorzar o a cenar o a hacer el amor. Es decir, no queda nada. Creo que la gente del audiovisual, nosotros, otros intelectuales en otros campos, tienen que tomar conciencia de hasta qué punto la irracionalidad está contribuyendo a que tareas como las que nos estamos dando nosotros en estos talleres y en otros muchos instantes no encuentren el terreno fértil que necesitaríamos.