Nos tocaba crecer y crecimos.
¡Vaya si crecimos!
Sabina
Un taller básico de Educación Popular en el Centro Martin Luther King(CMLK) es, acaso, un puente que nos lleva desde nuestras sensibilidades comunes dispersas, hasta nuestros sentidos políticos comunes organizados. Llegamos con la sensibilidad de hacer algo por la gente de este país para que este país sea de su gente. Nos vamos con los sentidos políticos de deshacer los conceptos y métodos opresivos que desvirtúan el desafío socialista cubano.
Mujeres y hombres de casi toda Cuba estuvimos cinco días en un taller que nos puso críticamente frente a muchos siglos de dominación, al tiempo que nos puso críticamente frente a nuestras conductas dominadoras, inconscientes y naturalizadas. Así fue que contamos nuestras historias, nuestras prácticas, para, desde esa perspectiva, crear otras comprensiones de la libertad y la política y deconstruir pilares ancestrales generadores de sentidos comunes opresivos: racista, machista, excluyente.
Reflexionamos en colectivo sobre nuestras visiones del mundo y sus concreciones cotidianas y reímos. Reímos porque aprender/aprehender liberadoramente implica ser alegres en el proceso. Alegres y con desenfado, como es aquella imagen de debatir a gusto temas profundos que “nos movían el piso” con los pies descalzados de la confianza, tirados y tiradas por el suelo, con almohadas incluidas, con cabezas reposando en las piernas de una compañera o un compañero y creciendo, ¡vaya si creciendo!, en esa manera vital de ser sujeto grupal, que es el cariño y la integración sin límites.
Los grupos que progresivamente van llegando a los espacios de formación del CMLK, empiezan a tener como cualidad distintiva que desde el primer momento colocan en escena una fuerte expectativa: “cómo” encaminar un trabajo más participativo y coordinado desde los diferentes ámbitos sociales de los que proceden sus miembros. El grupo del taller básico de junio de 2010 es una clara muestra de esta cualidad. Esta característica enriqueció sustantivamente su dinámica de trabajo y sus resultados.
Es un axioma que ningún taller básico se parece al otro. Esto quedó ratificado en estos días intensísimos de darnos y recibirnos como ese grupo que antes de irse, necesitó dejar trazadas sus continuidades pues entendió que no vinimos a un retiro espiritual sino a la refundación de nuestros compromisos políticos específicos y generales con nuestros espacios y nuestros territorios, con Cuba y con América Latina.
Tales compromisos se concretan en el trabajo dentro de las comunidades para que estas se defiendan desde los valores y la identidad; en las universidades para que estudiantes y profesores piensen y se piensen desde la responsabilidad con su país; en el trabajo social para sustituir el asistencialismo por la integración comunitaria; en la defensa del medio ambiente para que la Ciénaga no sea nicho de ningún olvido o espacio de ningún deshecho; en el reencantamiento de adolescentes para que reconstruyan los sueños mutilados; en los consejos populares para hacer más enfática la participación de la gente; en los espacios de formación para labrar mejor la tierra, y en las iglesias para aspirar a que el Reino sea creado con el vínculo social y no esperado en el retiro de los templos.
Compromisos que se concretan, además, en que una amiga de Barcelona y un amigo de Colombia vivieron que en este país hay mucha gente refundando los sueños y con evidentes intenciones de “romperse el alma” para intentarlos, intenciones a la que ambos se suman sin más ni más. Compromisos que se concretan en que una amiga tricolor con una estrella en la frente nos acompañó con el placer de quien se siente en buenas manos.
Para todas y todos vivir en taller fue el modo de dar formas, con las manos y con el alma, a las palabras, a muchas palabras traídas y llevadas, las palabras de nombrar lo que hacemos y lo que queremos, palabras que en esta ocasión nos dimos a abrirlas para ver qué tenían dentro y a recomponerles, desde nuestra laboriosidad colectiva, sus contenidos. Poder de las buenas intenciones, política regresada a las manos del pueblo, cultura como liberación, liberación como proceso múltiple y complejo, participación colectiva desde los yo diversos, educación como arma, mística como certeza y lucha.
Una palabra en especial fue abrazadora, renaciente, reencantada, rehecha para que, desde nuestras verdades, nos medie la conducta transformadora que nos declaramos como proyección de estas jornadas extensas y hondas: revolución. Y es que esta en especial dejó de ser una palabra racionalizada, aprendida desde la memoria y la reiteración, para erigirse en sentimiento. Sentir revolucionariamente es un estado nuevo y superior de nuestra condición de revolucionarias y revolucionarios.
Asumir que la revolución no lleva moldes estrechos, que no vive fuera de nosotros y nosotras, es un aprendizaje sublime que nos pone, como colectivo que se hace del encuentro de muchas individualidades, en un punto de no retorno. Su contenido humanista, liberador, anti opresivo, incluyente y colectivo son un sentimiento desde el cual debemos armar nuestras conductas sociales.
Revolución, para nosotras y nosotros, es que nos importen con más claridad los apuros cotidianos de la gente, es reconocer que el trabajo que hacemos en comunidades y en universidades es, a toda conciencia y con toda emoción, trabajo para las cubanas y los cubanos de cualquier lugar. Revolución para nosotras y nosotros es tejer un tipo de relacionamiento cotidiano; en la casa, en el barrio, en el trabajo, con los amigos y amigas, con base en la comunicación de quien acepta que el otro y la otra tienen algo que decir, tienen un saber que compartir; comunicación como base de la creación colectiva de sueños y las concreciones cotidianas de estos. Revolución, para nosotras y nosotros, es producir y apropiarnos socialmente de nuestra libertad colectiva desde nuestras libertades individuales. Es pensar y sentir humanamente nuestra libertad colectiva.
En estas jornadas vivimos que unir el sentir y el pensar es la única posibilidad de que el lenguaje alcance su plenitud para decir la verdad. El lenguaje de nosotras y nosotros es sentipensante, por eso nuestra formación política implica formarnos para sentipensar revolucionariamente.
Crecer entre todas y todos fue un acto de goces múltiples por lo que, ¡aquí estamos!, con los pechos llenos de emociones, desafíos y sueños. Seguir andando es una necesidad, ¡y aquí vamos!, dispuestos y dispuestas a rompernos el alma para sentipensar, con y desde el pueblo, nuestra revolución.
por: Ariel Dacal Díaz