Cuando me anunciaron que tenía la oportunidad de expresar algunas ideas este día, enseguida vinieron a mi cabeza un sin número de anécdotas relacionadas con la HOMOFOBIA.
Recuerdo estaba en el pre cuando tuve un primer acercamiento al tema, dos chicas habían sido descubiertas besándose, aquello fue lo peor, incluso para quienes opinamos en algún momento que en eso no había ningún problema, mi posición heterosexual estaba siendo puesta en duda por los que me rodeaban, me sentí mal, aunque no sabía bien si era por la violación a los derechos de ellas por decidir a quién besar o a los míos por decidir que defender, todavía no podía entender que pasaba con aquello.
Años más tarde comencé una carrera de profesor en la que tuve que enfrentar difíciles momentos con padres, alumnos y también maestros, las opiniones divididas en relación al tema: unos que si, otros que no. Ya empezaba a entender que pasaba, pero me era difícil expresar una idea al respecto, al menos aquella que yo llevaba por dentro; si defendía el derecho a la libre orientación sexual era acusado de homosexual, si no lo defendía entonces mi conciencia me atacaba en algún sentido. La pregunta empezaba a resonar dentro de mí: será que ser homosexual es un delito, un pecado, una enfermedad?
Los estudios universitarios me ayudaron a entender. Comprendí la historia y las razones, conocí amigos, gente linda, gente con muchos valores humanos, pero algunos de ellos decidían amar a personas del mismo sexo. El relacionarme con ellos provocaba que ciertos “buenos amigos, que deseaban lo mejor para mí” me aconsejaran abrir bien los ojos y recodar que todo tiene un límite con ese tipo de gente. ¿Era eso una razón para alejarme?
También supe como mucha gente buena, amable, honesta fue rechazada y ultrajada de múltiples maneras y formas, supe un poco más de la historia de mi país, al cual amo y deseo lo mejor para él, supe también como hoy están presente en la sociedad los criterios de mis “buenos amigos” y el daño que ello provoca, no solo a esa gente buena, amable y honesta sino también a mí.
Justo ahí, me hice la pregunta ¿si yo no soy homosexual, puede afectarme la homofobia?
La respuesta fue fácil, solo un pase rápido a la vida y ya está: yo no soy homosexual, pero mis amigos tampoco pueden serlo; no puedo frecuentar sitios donde vayan ellos o ellas sin que ello sea un problema para mis “buenos amigos que me aconsejan”; si un alumno mío lo es, ojo, cuidado, podría ser peligroso, trato diferente para él o ella; si en la guagua me encuentro un conocido no lo saludes, ignóralo, podrían rodearte miradas sospechosas; perdería posibilidades de acceso a lugares si voy acompañado de un gay; no digas lo que piensas, no hables, , no sientas, rechaza, no creas, no confíes, no ames, no beses, en fin, una vida limitada por un estigma social, pobre, decadente, triste. Una persona que intente vivir plenamente su vida debe rechazar todo tipo de discriminación no importa cual sea el motivo.
Convencido ya del camino a seguir me encuentro con algo que no esperaba. NO ME CREÍAN! Por un lado, cuando expresaba mi opinión, el fin de la conversación era siempre el mismo: bueno y cuándo saldrás del closet? y ya no hablo de los homófobos sino de mis amigos gays, aquellos que no entendían tampoco mi opinión, los que pensaban que yo había perdido la llave y querían alcanzármela o llevarme a ella; y por otro, el rechazo propio de los que pensaban, y algunos que aún piensan: “nosotros podemos defender nuestros propios derechos no necesitamos ningún heterosexual héroe de nuestra lucha” Evidentemente la cosa era más compleja de lo que parecía.
En más de una situación me vi en la que no sabía si hablar o callarme. Recuerdo un ocasión en la casa GAIA, pleno Teatro Espontáneo, dedicado al Día Mundial de lucha contra el vih sida, comenzaron varias intervenciones y anécdotas todas narradas desde una posición gay a favor de los derechos LGBT, todo ello estaba muy bien, pero de repente flotaba la idea en el ambiente que solo los gays podían hacer algo por ellos mismos, solo dependía de ellos o ellas y todo lo que oliera a heterosexualidad debía ser arrasado, me refiero a las anécdotas y sentimientos allí contados y no al grupo; justo ahí experimenté algo que llamé empíricamente “heterofobia” y que luego supe que también existe en la literatura. Ese día intervine, algunos de los presentes allí están hoy aquí, recuerdo sus caras y expresiones ¡“va a salir del closet”! Intenté allí transmitir una idea que no llegó ni tan si quiera a los mismos actores a los cuales respeto y admiro, quizás no supe expresarme.
La lucha por el respeto a la libre orientación no depende solo de aquellos que deciden asumir una orientación homosexual, depende de todos, de una manera u otra, todos en este mundo estamos implicados en ello, desde nuestra condición humana, la homofobia nos afecta a todos, no por igual, pero nos afecta, nos limita la vida, impide nuestro desarrollo profesional y humano y es responsabilidad de todos eliminarla. Cada cual tienen derecho a decidir su preferencia sexual sin que ello implique riesgo alguno para su felicidad ni para la felicidad de quienes lo rodean.
Indiscutiblemente hoy los tiempos son diferentes, ejemplo este panel, el grupo HxD, todos nosotros. Los logros son palpables, pero queda mucho por hacer, quedan muchos por convencer, por educar, queda mucho por demostrar. No hay nada perdido, al contrario, y para ello cada uno de nosotros tenemos que seguir ofreciendo, como dijera Fito, nuestros corazones, cuando no haya nadie cerca o lejos, cuando los satélites no alcancen, nosotros seguiremos ofreciendo nuestros corazones.
Muchas Gracias
por: Wilfredo Mederos