Sus directores-inspiradores lo dicen claramente: «La hidroeléctrica Itaipú adoptó para sí el papel de inductora de un verdadero movimiento cultural orientado a la sostenibilidad, articulando, compartiendo, sumando esfuerzos con los diversos actores de la Cuenca Paraná 3 en torno a una serie de programas y proyectos interconectados de forma sistémica y holística, que componen Cultivando Agua Buena. Fueron creados a la luz de documentos planetarios como la Carta de la Tierra, el Tratado de Educación Ambiental para Sociedades Sostenibles, la Agenda 21 y los Objetivos del Milenio».
Han realizado algo que es verdaderamente difícil: una verdadera revolución cultural, es decir, han introducido un conjunto de principios, valores, hábitos, estilos de educación, formas de relación con la sociedad y con la naturaleza, modos de producción y de consumo que justifica el lema, escrito en todas las camisetas de los cuatro mil participantes del último gran encuentro a mediados de noviembre: «somos los cambios que queremos en el planeta».
En efecto, la gravedad de la crisis del sistema-Vida y del sistema-Tierra es de tal magnitud que ya no bastan las iniciativas de los Estados, generalmente tardías y poco eficaces. La humanidad entera, todos los saberes, las instancias sociales y las personas individuales, deben dar su contribución y tomar el destino común en sus manos. En caso contrario, difícilmente sobreviviremos colectivamente.
Christian de Duve, premio Nóbel de Fisiología 1974, nos advierte en su conocido libro Polvo Vital: la vida como imperativo cósmico (1997) que «nuestro tiempo recuerda una de aquellas importantes rupturas en la evolución, caracterizadas por extinciones en masa». Efectivamente, el ser humano se ha vuelto una fuerza geofísica destructora. Tiempo atrás eran los meteoros rasantes los que amenazaban la Tierra, hoy el meteoro rasante devastador se llama ser humano sapiens y demens, doblemente demens.
De ahí la importancia del proyecto «Cultivando Agua Buena»: mostrar que la tragedia no es fatal. Podemos realizar los cambios que van desde la organización de centenas de cursos de educación ambiental y capacitación, pasando por el afloramiento de una conciencia colectiva de corresponsabilidad y cuidado por el ambiente, la gestión compartida de las cuencas hidrográficas, el incentivo a la agricultura familiar, la creación de un refugio biológico de especies regionales, de corredores de biodiversidad uniendo varias reservas florestales, de más de 800 km de cercas de protección de la vegetación ribereña, la recuperación de todos los ríos, el cultivo de plantas medicinales, la generación de energía mediante los deshechos de cerdos y aves, la construcción de un canal de 10 km para vencer un desnivel de 120 metros y permitir la subienda de los peces, hasta la creación de un Centro Tecnológico, del Centro de Saberes y Cuidados Ambientales y de la Universidad de la Integración Latinoamericana, entre otras que no citamos.
La sostenibilidad, el cuidado y la participación/cooperación de la sociedad civil son los pilares que posibilitan este proyecto. La sostenibilidad introduce una racionalidad responsable por el uso solidario de los recursos escasos. El cuidado funda una ética de relación respetuosa con la naturaleza, curando heridas pasadas y evitando futuras, y laparticipación de la sociedad crea el sujeto colectivo que lleva a cabo todas las iniciativas. Tales valores son siempre revisados y pactados. El resultado final es el nacimiento de un tipo nuevo de sociedad, integrada con el ambiente, con una cultura de valorización de toda la vida, con una producción limpia y dentro de los límites del ecosistema, y con una profunda solidaridad entre todos. Un aura espiritual bienhechora recorre los encuentros como si todos se sintiesen un sólo corazón y una sola alma.
¿No es así como comienza el rescate de la naturaleza y el nacimiento de un nuevo paradigma de civilización?