La alarma y el susto siguen creciendo. Se ha otorgado ayudas multimillonarias a los bancos más poderosos y a las grandes corporaciones económicas para intentar salir de la crisis pero todavía no se ve la luz en el fondo del túnel.
El sistema “hace aguas” por todos los cotados pero lo irónico es que los grandes especuladores, causantes de esta debacle y los acérrimos defensores del libre mercado sin cortapisas, sean ahora quienes exigen que se les “ponga en bandeja” el dinero del Estado.
No debemos caer en la ingenuidad de creer que es el “Sr. Estado” quien pone el dinero sacándolo de su billetera. Son fondos de erario público. Por lo tanto, es el pueblo quien paga “los platos rotos”.
Se vivió, a lo largo de las últimas décadas, una “economía de casino”, es decir, de “juego”, de riesgo continuo y de endeudamiento irracional…
Daba la impresión de que todo iba bien. Había euforia económica. Los precios de las materias primas subieron como nunca… Sin embargo, vivíamos en un engaño, en una trampa enmascarada.
La crisis económica-financiera en la que estamos todos inmersos es la consecuencia lógica y previsible del funcionamiento de un sistema económico muy poderoso pero con los pies de barro. Todo estaba librado a la libre competencia y manejado por grandes empresas financieras que se dedicaron a ganar dinero a mansalva y sin ninguna consideración ética ni miramiento alguno hacia las personas y los pueblos a los cuales se iba a causar un terrible perjuicio.
En el fondo la culpa está en la en la codicia y el ansia obsesiva de lucro en los grandes gestores de las finanzas.
Desde el punto de vista ético nos preguntamos ¿cómo es posible que un número limitado de personas hayan podido causar tanto daño al mundo entero?
¿Por qué tenían tanto poder? ¿Quién se lo otorgó? ¿Qué han hecho las autoridades y las instituciones internacionales en cargadas de vigilar las finanzas mundiales para no evitar este cataclismo económico…?
La respuesta es muy simple y a la vez desconcertante: no hicieron nada para evitar la catástrofe porque no veían nada malo en la conducta de esos banqueros y de esas poderosas corporaciones económicas. Creían que todos esos actos, tremendamente dolosos e inmorales estaban dentro de las normas de juego del sistema vigente. Estaban todos ellos convencidos de que lo mejor era la “libre competencia”, sin control del Estado ni de ninguna otra autoridad. Creían “a pie juntillas” que el mercado y los bancos debían regularse a sí mismo…!!!!
El neoliberalismo llegó a la perversidad de defender la desigualdad económica y social como algo positivo y necesario para el crecimiento económico y, sobre todo, para la acumulación de las riquezas en pocas manos. El neo-liberalismo considera al libre mercado, no solo como motor de la economía, sino como el único regulador y distribuidor de los recursos. Como lógica consecuencia, se ha dado en la sociedad actual una concentración escandalosa del dinero en pocas manos y un aumento descomunal de la desigualdad, de la pobreza y de la indigencia.
Muchas veces la oposición a este modelo injusto y discriminatorio se ha limitado a denunciar sus consecuencias pero sin ofrecer alternativas justas y eficaces.
Para buscar respuestas a los desafíos del modelo neoliberal, así como a los efectos desastrosos de la crisis económico-financiera, sugerimos nuevas propuestas sociales, económicas, políticas y éticas.
La solución está adentro
¿Qué habría que hacer…? Es la pregunta más difícil y más cuestionadora que en el momento presente todos nos la planteamos.
A nivel nacional deberíamos comenzar por reconocer que las soluciones para un auténtico desarrollo y, para superar la crisis que nos aflige y nos oprime, están dentro de nosotros, dentro del propio país.
El éxito, tanto político como económico, no es un regalo, sino una conquista. No es una dádiva generosa, sino fruto del esfuerzo.
Las verdaderas soluciones hay que encontrarlas donde están: dentro de nuestra propia realidad personal y social. Todo lo demás no es más que alienación y engaño. Las soluciones auténticas surgen desde el trabajo del propio pueblo organizado y consciente, formado en los valores de la ciudadanía y en el compromiso que se lo ejerce a través de la responsabilidad colectiva. Nadie debería excluirse ni sentirse como excluido.
El mayor error de nuestros pueblos es creer que las soluciones tienen que venir desde afuera. Todos somos llamados a ser partícipes en el proceso de construir una sociedad equitativa y justa, una auténtica “sociedad de bienestar”.
Para ello es muy importante desarrollar el concepto de ciudadanía. Sus valores implican responsabilidad y reciprocidad entre todos los miembro de la comunidad.
Una sociedad en que el sujeto y agente es la propia comunidad socio-económica.
El verdadero concepto de desarrollo
El desarrollo no se lo debe confundir o limitar a un mero crecimiento económico. Este es un error teórico que ha generado consecuencias muy negativas. El auténtico desarrollo es un concepto mucho más complejo, más amplio y más profundo que un mero crecimiento material. Busca el bienestar integral, es decir “la calidad de vida”, de la cual, la parte económica es un componente más.
En los regímenes, tanto capitalistas como socialistas, el desarrollo de un país lo expresan en términos de “Producto Nacional Bruto” (PIB) “Renta Per Cápita (RPC) o en los “Índices de Consumo“… Sin embargo, podemos decir que esto significa “tomar la parte por el todo”. El ingreso económico es un factor muy importante para la vida humana, pero todos sabemos que la riqueza, por sí misma, no es sinónimo de felicidad, ni de calidad de vida.
Para lograr que la existencia humana sea para todos positiva, digna y sana deben estar presentes niveles aceptables de salud, educación, seguridad personal y social, alimentación, ingresos, sanidad ambiental…. Se puede catalogar el bienestar de una sociedad por el tiempo dedicado a actividades culturales, a las relaciones familiares y sociales, a la participación en trabajos comunales, al deporte, al culto religioso, al contacto y admiración de la naturaleza…El bienestar de una comunidad se lo expresa así mismo en el culto a la amistad, a excursiones y paseos, a las amistades, al ocio, al arte, a la música, a la sociabilidad, al descanso, a la lectura….
El concepto “desarrollo integral” conlleva calidad de vida personal y social, así como altos niveles de participación y de responsabilidad ciudadana. Todo ello está dentro de una visión humanista, impulsada y orientada por los valores del Reino.
La descentralización del poder es un factor muy importante para conseguir un auténtico desarrollo siempre que vaya acompañado de una participación responsable y colectiva de toda la sociedad. La autonomía departamental, local y personal constituye un medio muy importante para impulsar la responsabilidad de toda la ciudadanía.
La alternativa al capitalismo neo-liberal y al socialismo marxista debe ir en dirección hacia una civilización humanista orientada por los valores del Reino.
Hay necesidad urgente de desarrollar una nueva eclesiología que impulse a los cristianos a trabajar dentro y con la “sociedad civil”. Ella debe ser la matriz en la que germinen y se desarrollen los valores del Evangelio, constituyéndose de este modo en una Iglesia en el mundo y para el mundo.
La “sociedad civil” como expresión de auténtica democracia
La “sociedad civil” es medio más eficaz de concientización y, a la vez, instrumento de organización y acicate de movilización popular. A través de acuerdos y negociaciones llega a constituirse en voz de quienes eran meros electores pasivos y manipulables. La “sociedad civil” ha surgido con fuerza en las últimas décadas para distanciarse del Estado y de los partidos políticos que siempre han sido enemigos de que el pueblo, por sí mismo, asuma las responsabilidades que le corresponden en el proceso del desarrollo local y nacional.
En el presente, la “sociedad civil”, que antes era entendida dentro de los confines del Estado, se ha convertido en un factor independiente y de gran influencia en el proceso político.
Actualmente, ella es el espacio más creativo, más democrático y más innovador dentro de la sociedad. Tiene visión política sin ser partido político. Es poder popular sin caer en la obsesión de la “toma del poder”. En contra de lo que con mucha frecuencia hacen los partidos, trata de no sectorizar y de no dividir. Busca, más bien, unir y articular las diversas propuestas que se juzgan como legítimas y convenientes. La “sociedad civil” quiere ser búsqueda de visiones y alternativas multiculturales, espacio de asociación y de democratizaron, donde cada persona sea sujeto y agente en su comunidad. La “sociedad civil” es también la plataforma movilizadora hacia la defensa de la naturaleza y la igualdad de genero.
La “sociedad civil” es promesa y esperanza para los marginados, para los excluidos, para todos aquellos millones de víctimas que el modelo neo-liberal consideraba como escoria y como masa sobrante.
La presencia de la Iglesia en la “sociedad civil”
En el mundo futuro que debe surgir de las cenizas de la globalización neo-liberal, la Iglesia debería estar en conexión con todos estos nuevos espacios cívicos, iluminándolos con los valores del evangelio y fortaleciéndolos con su presencia.
La enorme complejidad que nos presenta el futuro de la humanidad hace necesario en que se dé una aproximación de la Iglesia a todos los movimientos populares liberadores, dejando de lado todos los complejos falsamente espiritualitas y maniqueos. En su peregrinaje debe engranar su misión con todos los movimientos que buscan justicia social y auténtica promoción humana. El mundo de hoy necesita que de desarrolle un concepto de Iglesia de acuerdo al Concilio Vaticano II y al Documento de Aparecida: una Iglesia que, no solo está en el mundo, sino que es para el mundo. Es en la “sociedad civil” donde puede encontrar la matriz para que ello se vaya haciendo realidad.
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