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«La esencia no reside en el acto mismo de casarse, sino en el reconocimiento de la posibilidad, del derecho que te asiste para poder hacerlo.» El fotógrafo cubano Carlos Abab Zaldívar se refiere a la aprobación de la unión consensual en Cuba.

Hilario Rosete Silva

Peras y manzanas
En efecto, el 18 de junio de 2005, a punto de ser aprobada la ley que autorizaba el matrimonios de los homosexuales en España y su derecho a la adopción de niños, el Foro por la Familia y otras organizaciones católicas y de derechas, organizaron una gran manifestación que recorrió Madrid bajo los gritos de «La familia sí importa», y «El matrimonio es entre un hombre y una mujer».

Dos semanas después, ya aprobada la ley, el 3 de julio, Día del Orgullo LGTB (lesbianas, gays, transexuales y bisexuales), cientos de miles de personas tomaron las mismas calles para aplaudir esa, la histórica legislación que reconoció e instauró la igualdad de todas las uniones sin que importaran el sexo y la orientación sexual de los contrayentes. La muestra del fotógrafo cubano, quien desde el 2001 alterna su residencia en la ciudad española de Zaragoza con su domicilio en el capitalino municipio de Centro Habana, es una crónica de aquellas dos jornadas.

Suponemos que ambas manifestaciones le habrán aportado algo —tiró Caminos el anzuelo.

En la primera me vi envuelto en un ambiente de suma violencia e irritación, entorno que, para comprenderlo, deberíamos contextualizar —respondió el artista. La oposición al presidente José Luis Rodríguez Zapatero venía recurriendo a este tipo de protestas para expresar sus desacuerdos con el gobierno. Ya era un chiste el que cada fin de semana hubiese una manifestación diferente. Así, lo que más respiré aquel 18 de junio fue, desespero ante la inminencia de lo inevitable, en cuestión de días la ley iba a ser aprobada, y desconocimiento de la diversidad humana originado en la concepción egoísta de que la homosexualidad es un asunto de los «otros». En el plano anecdótico se me dio el caso, extremo y divertido, de coincidir en un momento de la marcha con Ana Botella, la esposa de José María Aznar. Autora, a propósito del matrimonio entre homosexuales, de la fallida frase «peras con peras dan peras; manzanas con manzanas dan manzanas; pero peras y manzanas no dan nada», la ex primera dama, toda vez que descubrió que yo no estaba allí para hacerle el elogio, cambió su actitud para conmigo, me volteó la cara, y no me miró más. Ahí está, ahí tengo la secuencia de fotos que documenta esa transformación.

* Verdades sesgadas*
¿Ya había vivido España un clima parecido a este?

Le oí decir a muchos que dichas circunstancias recordaban las que, 24 años antes, habían rodeado la aprobación de la Ley del Divorcio. Sin embargo, llamaba la atención que, al evocar julio de 1981, resultaba que ahora nadie había estado en contra de la disolución del matrimonio, y que algunos enemigos del anteproyecto de la ley, se habían divorciado y casado más de una vez. Este fue uno de los indicios, una de las premisas que me movieron a realizar el trabajo: tomé la cámara y salí a la calle para dejar constancia de una protesta absurda, de un evento sobre el cual, dentro de 10 años, cuando se haga evidente que la familia seguirá existiendo e importando por siempre jamás, y que el asenso del matrimonio homosexual no destruirá la humanidad, cualquiera se atrevería a afirmar que «nunca existió».

Esta fue una de las premisas que lo movilizaron, ¿puede indicarnos otra?

También quise aprehender una «curiosidad»: más allá de la aprobación del matrimonio homosexual, en la sociedad española tuvo lugar, como consecuencia o a causa de este debate, una inusual y polivalente polarización política. La discusión no era entre homosexuales y heterosexuales, sino entre la izquierda y la derecha; había personas que no eran pro-homosexuales, pero que eran de izquierda y entendían que la sociedad española debía restituir la identidad, el orgullo, la dignidad, la libertad, los derechos de las minorías olvidadas. El tema, en fin, fue totalmente politizado, y yo tenía la sensación de que el Foro por la Familia y todas aquellas organizaciones católicas y de derechas, protestaban contra algo que no acababan de comprender.

Es difícil comprender lo que no se vive.

Cierto. Fíjese que los manifestantes, desconocedores de mis planes, intentaron todo el tiempo hacerme partícipe de «su verdad», y le pido poner los términos entre comillas: ellos se sentían amenazados, pensaban que la aprobación del matrimonio homosexual haría temblar la tierra, mas ya pasaron cuatro años y nada de eso sucedió. Ese es uno de los valores de la muestra: recoge el violento proceder al que los conducía aquella, «su verdad» particular, exclusiva, sesgada, individualista.

Diques visibles
Nos resta hablar de lo que le aportó la segunda manifestación.

Bueno, ya la segunda tuvo para mí mayores y múltiples alcances emocionales. La experiencia de todo homosexual de una manera u otra se relaciona con la represión, familiar, escolar; con una sociedad que no te prepara para vivir tu condición; así que yo diría que esa vez asistí a una celebración muy especial de la libertad, entendida como la afirmación de un derecho. Por eso me impactó el discurso con el que Zapatero presentó la ley; he aquí uno de sus párrafos: «Hoy la sociedad española ha dado una respuesta a un grupo de personas que durante años ha sido humillado, cuyos derechos han sido ignorados, cuya dignidad ha sido ofendida, su identidad negada y su libertad reprimida. Hoy la sociedad española les devuelve el respeto que merecen, reconoce sus derechos, restaura su dignidad, afirma su identidad y restituye su libertad.» De eso se trata. Parte del mundo heterosexual se preguntaba: «Si el matrimonio tradicional está en crisis, ¿por qué los homosexuales insisten en casarse?» No. Ese no es el problema. La esencia no reside en el acto mismo de casarse, sino en el reconocimiento de la posibilidad, del derecho que te asiste para poder hacerlo.

Coincido con usted en que la experiencia homosexual pasa por la represión.

Es que además como fotógrafo trabajo la homosexualidad y el nexo libertad-represión. Viviendo en España, en ese marco hoy más abierto, no dejo de recordarles a mis compatriotas que en más de 80 países del mundo todavía hay leyes que castigan la homosexualidad, incluso con la pena de muerte, como sucede en Arabia Saudita, Irán, Emiratos Árabes, Mauritania, Nigeria, Sudán y Yemen. La realidad homosexual es mucho más compleja de lo que pueda parecer. En el año 2007 tuve la suerte de exponer Gritos en Visible, el Festival Internacional de Cultura LGTB de Madrid, que fueron quienes la produjeron. Basados en ella se han realizado dos documentales, y mi gran sueño o ilusión era, es, exponerla en Cuba.

* Rostros del mañana*
Según la concepción inicial, Gritos se compone de dos grandes partes, y abarca 103 fotos en total: 52 pertenecientes a la primera manifestación, contra el matrimonio homosexual, y 51 relacionadas con la segunda, aplaudiendo su anuencia. Cada parte, a su vez, consta de un gran mural, donde se alinean 4 fotos por la vertical y 10 por la horizontal, todas de 30 X 45 CMS, y de una composición de perfil irregular que agrupa 12 y 11 instantáneas sobre el primer y el segundo días, respectivamente, pero ahora de 40 X 60 CMS.

La diferencia de una unidad la hace la foto/símbolo, eje y centro de la muestra. Una señora, decimos ahora, adulta mayor, que a juzgar por su atuendo, sus prendas, y sus cuidadas manos, pertenece a la «gente de buena posición», sostiene un cartel. Ubicada entre las franjas, dos rojas, laterales, y una amarilla, central, de la bandera española —común recurso este, usado por la derecha, el de apropiarse de los símbolos patrios para manipularlos en su favor—, debería leerse, en altas, el lema de la primera marcha, MATRIMONIO = HOMBRE Y MUJER. Mas la portadora, «reducida en su verdad», no se percata de que enseña el envés de la pancarta, y la frase queda no solo al revés, REJUM Y ERBMOH = OINOMIRTAM, sino de cabeza, cosa imposible de reproducir con nuestro alfabeto, síntesis del clima de celo y desconocimiento respirado ese día por el fotógrafo cubano. El rostro de la señora/protesta resulta ora áspero, ora impasible, y nos transmite ya dolor, ya impotencia y consternación.

¡Ojo! En el segundo día hay otra foto/insignia, impugnación de la que venimos de comentar. Una mujer madura, «temba», diríamos aquí, que según sus gafas, sus aretes, el maquillaje de sus labios y el tinte de su pelo, tampoco sería una desamparada, ya no sostiene, sino que alza un cartel. Sobre un fondo blanco, se lee, igual en altas, LO INDECENTE ES MARGINAR. El semblante de la mujer/respuesta tiene aire distintivo. De sus vivencias profundas, y por ellas, nos llegan su rostro áspero y suficiente, hosco, y digno, y la frase de su cartel, fina y breve, firme y categórica.

Ciertas instantáneas solo pueden verse en su totalidad expuestas en los murales rectangulares, porque han sido fragmentadas en dos o tres imágenes, de modo que cada cuadro funciona como un detalle. Son los casos del tríptico tomado durante la primera manifestación, y del díptico realizado durante la segunda marcha. Aunque el fotógrafo respeta la inocencia de la infancia, máxime en temas como estos, en ambos aparece un rostro infantil.

Miedos al cambio
El tríptico recrea la cabeza y el medio cuerpo de un niño escudado por el brazo derecho de su padre —reveló nuestro entrevistado. El rostro temeroso del hijo habla por sí solo. No sabe qué sucede. No puede comprender de qué enemigo quiere protegerlo su papá. Pero hay dos pormenores. El niño viste un pulóver Ralph Lauren, y el padre lleva en la muñeca un reloj Cartier de miles de euros: es la foto de la ralea, de la clase que asiste y participa en la protesta. Más adelante, en contraposición, el díptico muestra igual un medio cuerpecito, pero de una niña que viaja sentada en los hombros de alguien. No mira a la cámara, sino hacia arriba, hacia el cartel que levantan sus manitas, contenta de poder alzarlo. LA FAMILIAIMPORTA, reza su pancarta sobre el fondo multicolor de la bandera gay. ¡!

Sus fotos —provocó por última vez Caminos al fotógrafo camagüeyano— se asoman a una realidad supuestamente no cubana…

Sí, pero hay cuestiones que para mí son cruciales —replicó Carlos Abad. Todos sabemos que España debió soportar durante años la dictadura franquista, período caracterizado por una inflexión y rigidez ilimitadas. Sin embargo, cuando a los pueblos les suceden cosas así, se ven forzados no solo a la adaptación, sino a la madurez que entraña la aceptación. De hecho la actual sociedad española es una de las más abiertas y dispuestas al cambio. En el lado opuesto, Cuba es un país que, por otras razones conocidas, vibra en la misma cuerda, aunque algunos se empeñen en negarlo. Vivimos y aceptamos cambios continuamente, que son casi imperceptibles, pero que no dejan de ocurrir, como corresponde a un sistema en evolución. De ahí mi interés por mostrarle al público cubano los detalles de las actitudes asumidas por dos zonas encontradas del pueblo español frente a un mismo fenómeno universal.

¿Quién gana? Para decirlo de alguna manera, triunfa la razón. El verdadero problema, sea de la derecha en España o de las personas homofóbicas de Cuba y el mundo, es el miedo al cambio, el miedo a que, con la aprobación del matrimonio homosexual, o de la unión consensual, como se está proponiendo en la Isla, se fracture la sociedad. No obstante, la historia reciente ya viene demostrando que lejos de fragmentarse, la familia, la sociedad, la humanidad, se fortalece en tanto se le reconocen sus derechos a quienes por años han sido humillados, ignorados, ofendidos, negados o reprimidos. Sí, yo lo deseo; mi sueño, mi ilusión es que estos gritos se escuchen en Cuba: ¡lo indecente es marginar!

foto: Elio Mirand

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