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Tiempos de más izquierda en Ecuador

María Laura Carpineta

Rafael Correa arrasó ayer en su quinta victoria consecutiva y será presidente de Ecuador por cuatro años más. Todos los bocas de urna le dieron, inmediatamente después de cerrados los centros de votación, entre un 51 y un 54 por ciento de los votos, frente a un 27 o 30 por ciento del ex presidente Lucio Gutiérrez. La victoria, cantada para muchos de los ecuatorianos, fue reivindicada minutos después de conocerse las cifras por el mandatario en una conferencia de prensa en el sur de Guayaquil.

“La revolución ciudadana está en marcha y nada ni nadie la puede detener”, gritó, con voz ronca, y su gente estalló en aplausos. Desde la sede central de su partido, Alianza País, en Quito, cientos de manifestantes comenzaron a concentrarse para festejar. El grito era claro y casi ensordecedor: “En primera vuelta”. En las últimas semanas, Gutiérrez había duplicado su intención de voto en todas las encuestas y los medios de comunicación, férreos enemigos del gobierno, habían empezado a sembrar la duda sobre una posible segunda vuelta. Ayer la mayoría de la sociedad ecuatoriana volvió a desmentir a los medios y se volcó masivamente por Correa. Al cierre de esta edición, quedaban tres bancas en disputa y el oficialismo estaba a sólo dos de conseguir una mayoría absoluta en el Congreso, según los boca de urna de la empresa Santiago Pérez.

“Hemos hecho historia –aseguró un Correa de ojos chinos y sonrisa inalterable–. En un país en el que del ’96 al 2006 ningún presidente democrático terminó su mandato, tuvimos siete presidentes, hoy se gana en una sola vuelta.” La alegría de los correístas no podía ser mayor. “Esto es la felicidad pura”, aseguró Teresa Murillo, intentando recuperar el aliento después de gritar y cantar durante 15 minutos seguidos. “Por fin vamos a tener un país de igualdades, en donde no haya niños con hambre o gente analfabeta, donde todos tengan trabajo y vean respetada su dignidad”, agregó entrecortada la madre de cuatro hijos, que hace cuatro meses decidió sumarse como colaboradora de la campaña del ahora alcalde electo por Quito, Augusto Barrera, un aliado de Correa y veterano dirigente de izquierda. Mientras hablaba, su marido, guardaespaldas del ex ministro de Gobierno y actual diputado electo, Fernando Bustamante, llegó corriendo para abrazarla. “Ganamos”, gritó, mientras la revoleaba de un lado a otro. “Hoy festejamos todos en casa, pero también creo que van a festejar todos los ecuatorianos”, dijo, una vez que logró aterrizar.

La fiesta recién estaba empezando en la céntrica avenida de los Shyris. Los simpatizantes llegaban de a poco de los barrios de las afueras de Quito y se esperaba que Correa, su vice Lenin Moreno y todo su equipo llegaran de Guayaquil tarde en la noche, para sumarse a la celebración. Mientras tanto en esa ciudad costera, Gutiérrez, la esperanza de la oposición en los comicios de ayer, se negó a reconocer los boca de urna y pidió a sus simpatizantes que esperen a los resultados oficiales.

Aunque no lo dijo con todas las palabras, el ex presidente derrocado en 2005 por una revuelta popular sugirió posibles irregularidades. “Este es un gobierno que no respeta la ley, la Constitución, que siguió haciendo campaña después de la entrada en vigencia de la veda electoral. Nosotros vamos a seguir luchando”, dijo, enojado y con la cara casi bordó, haciendo juego con su camisa roja, una marca registrada de su campaña.

Pero las advertencias y la renuencia de la oposición a reconocer su derrota apenas sí afectaron el clima de éxtasis de los correístas. “Ahora el gobierno ya no necesita mostrarse conciliador y pedir permiso”, adelantó el director de Flacso Ecuador, Adrián Bonilla. Para el analista, la contundente victoria del gobierno demuestra que aun cuando la oposición se alineó detrás del ex coronel Gutiérrez con un voto útil anti-Correa, el proyecto político del oficialismo fue más fuerte. “Correa no sólo tuvo una campaña publicitaria impecable, sino que además ha sabido cómo llegar a todas las clases sociales, con gasto social e inversión en educación y salud, pero también rompiendo con el viejo sistema político que encarnaban unas pocas familias patricias”, explicó.

Anoche aún no se habían difundido cifras de ausentismo, pero los reportes de los medios locales de las distintas provincias prevén que no fue muy alto. Según los analistas ecuatorianos, cuanta más gente votara mejor le iría al oficialismo. Y así sucedió. Según los boca de urna, Alianza País, el partido gobernante, ya se aseguró 61 de las 124 bancas de la Asamblea Nacional. Aún falta dirimir tres escaños, que estaba muy empatados.

Aún si no consigue los dos que necesita para una mayoría absoluta, su aliado, el Movimiento Popular Democrático, el brazo político de los sindicatos de maestros y estudiantes secundarios y universitarios, le aportará –con negociación de por medio, seguramente– sus siete diputados. La oposición más dura, mientras tanto, quedó totalmente fragmentada. Sociedad Patriótica, el partido de Gutiérrez, será la primera minoría con 23 legisladores, mientras que el Partido Social Cristiano del re-reelegido alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, contará con sólo seis diputados y el Prian del candidato presidencial que quedó tercero con el 10,7 por ciento, el magnate bananero Alvaro Noboa, tendrá apenas cuatro representantes.

Aunque lo más seguro es que el oficialismo no se quede con las principales ciudades del país, sí consiguió algunas victorias clave y algunas sorpresa. Los aliados del presidente conservarán la alcaldía de Quito y la prefectura (gobernación) de esa provincia, Pinchinca. Además, la hermana del presidente, Pierina Correa, excedió las expectativas al quedar a sólo cuatro puntos del favorito a la prefectura de Guayas, el hombre de Gutiérrez, Jimmy Jairala. Guayas, cuya capital es Guayaquil, es la provincia más poblada y rica del país. Nebot, por tercera vez, arrasó en la ciudad costera con el 69 por ciento de los votos.

“Correa no controlará a los gobiernos locales, pero si consigue la mayoría en el Congreso va a tener el suficiente poder como para avanzar en sus reformas”, señaló Bonilla. Esa es la clave. El presidente necesita al Congreso para aprobar todas las leyes orgánicas –de seguridad, salud, educación– para poner en marcha la nueva Constitución nacional que aprobó el año pasado la sociedad ecuatoriana en un referéndum.

La esperanza, finalmente, parece posible en Ecuador. “Creo que está vez vamos a lograrlo”, dijo con los ojos nublados de emoción Enrique Vela, un militante socialista de 87 años que ayer, con bastón y un resfrío, se instaló desde temprano en la sede del oficialismo para festejar.

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