Esta fecha fue eligida en memoria de tres luchadoras sociales dominicanas, Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, asesinadas el 25 de noviembre de 1960 por la dictadura de Leónidas Trujillo.
Sólo recientemente, alrededor de los años 90, organizaciones y movimientos feministas lograron insertar esta problemática en las agendas de eventos y forums internacionales.
Víctimas de las guerras, obligadas a prostituirse para subsistir, sometidas a duras faenas de trabajo por una remuneración salarial menor que el hombre, acosadas sexualmente, vendidas, objetos de la mutilación de sus órganos genitales…ellas, también, durante siglos, y puertas adentro de sus hogares, son mancilladas por sus parejas, golpeadas, laceradas psicológicamente, despojadas de su autoestima y condenadas a soportar las humillaciones más grandes , desde la doble jornada hasta la obligación de realizar el acto sexual por cumplir con el papel de esposa.
La definición de violencia contra la mujer se perfila mucho más en la Cuarta Conferencia Mundial, que se celebró en Beijing en septiembre de 1995, donde se amplía el significado: “todo acto de violencia basado en la pertenencia al género femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad , tanto si se producen en la vida pública como en la privada”
Para la Doctora Clotilde Proveyer, profesora de la Facultad de Sociología de la Universidad de la Habana, la causa principal de la violencia contra la mujer tiene raíces milenarias.
«Y la Revolución ha hecho muchísimo por las mujeres cubanas. De hecho nosotras hemos cambiado nuestra situación social en el país. En la actualidad las mujeres cubanas somos coprotagonistas del proyecto social en todas las esferas del quehacer, pero las leyes y las modificaciones que se producen en el campo de lo objetivo no se producen con la misma celeridad en el campo de lo subjetivo y eso es lo que pasa con la violencia doméstica, es decir, las mujeres a pesar de ese protagonismo que tenemos en el espacio social, todavía, como hemos sido educadas por una socialización de género que nos coloca en una relación de subordinación con los hombres, en el plano de las relaciones intergenéricas, ellos siguen manteniendo una posición jerárquica con respecto a las mujeres y eso es lo que está en la base de las relaciones de violencia».
La idea la corrobora la investigadora Carolina Aguilar, Miembro del Comité Nacional de la FMC.
«Engels dice que la monogamia fue una conquista, pero no fue una conquista de todos, quiere decir que se exigió a las mujeres, para poder garantizar la transmisión de la riqueza, el derecho de herencia, etc., pero que el hombre nunca dudara de infidelidad.
«Esta es una cultura milenaria, la cultura que legitimó en todas sus formas de expresión, desde la producción social hasta el arte, la literatura, las ciencias, toda una superestructura que se acomodó a esa cultura de la desigualdad, es una cultura que data desde los orígenes de las sociedades clasistas.
«La sociedad se escindió en clases sociales, pero también las clases sociales están compuestas por hombres y mujeres y las mujeres padecieron otra forma de opresión. Eso fue legitimado por las leyes y se fueron formando estructuras mentales, una conciencia social, un sistema de ideas, valores, creencias de lo masculino y lo femenino, la ideología de los sexos, es decir, se asignan los roles sociales, lo que se espera de los hombres y de las mujeres estaba determinado por esto, por una ubicación entre las clases muy desventajosa».
Otro tema muy silenciado es la violencia contra la mujer ejercida puertas adentro de los hogares. “En casi 50 encuestas de población de distintas partes del mundo, del 10 % a más del 50 % de las mujeres declararon haber sido golpeadas o maltratadas físicamente por un compañero íntimo en algún momento de la vida.”
Tácitamente ellas ocupan, junto con los niños y los ancianos, la parte más vulnerable de la sociedad en que les tocó vivir. Y lo peor es que esta violencia conyugal es oculta, es un problema silenciado, en el cual los gobiernos, los órganos represivos y judiciales de los Estados y las instituciones de salud no interfieren en gran medida, por ser un asunto muy delicado, interno, de familia, algo “privado”, donde no se debe intervenir, un fenómeno que para muchos pasa inadvertido, se asume como natural, y por eso no es posible visualizarlo. Así, las mujeres son condenadas a soportar sin denunciar a sus agresores por múltiples razones.
El mismo estudio arroja que el maltrato físico en las relaciones íntimas casi siempre va acompañado de abuso sicológico y, en un tercio, a más de la mitad de los casos, de abuso sexual.
Las cifras son abrumadoras, dolorosas y siguen llamando a la reflexión, a tal punto que las Naciones Unidas han llegado a plantear que la violencia contra la mujer es uno de los crímenes más grandes de la humanidad.
En un Informe de la Organización Mundial de la Salud, se señala que “casi la mitad de las mujeres que mueren por homicidio son asesinadas por sus maridos o parejas actuales o anteriores, un porcentaje que se eleva al 70 % en algunos países. Aunque es difícil obtener cifras exactas debido a la falta de registros, según los datos disponibles, una de cada cuatro mujeres será víctima de violencia sexual por parte de su pareja en el curso de su vida”.
Sin embargo, estos datos, ya alarmantes, son sólo subregistros. Millones de mujeres violentadas no aparecen en las estadísticas mundiales porque no se han decidido a denunciar los actos cometidos contra ellas. Varias son las razones para tomar esta decisión, entre ellas, la vergüenza ante la sociedad por confesarlo, la pérdida de autoestima, el miedo a las reacciones posteriores del compañero, el sentimiento de culpa, la poca acción de las autoridades jurídicas y policiales, el temor a perder a los hijos, la falta de un lugar a donde ir si se marcha de la casa, la presión de la familia, que perpetúa las conductas sexistas y patriarcales y solicitan a la mujer un esfuerzo mayor, en aras de mantener el status quo establecido.
Cuba, que propone un proyecto social diferente, no ha podido erradicar mitos, estereotipos y conceptos arraigados por siglos. La aprobación de leyes que defienden los derechos de la mujer, y el trabajo de organizaciones como la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), han aportado mucho en el estudio de este problema. Pero No es tan fácil borrar en 50 años lo que se ha transmitido de generación a generación durante mucho tiempo. Celia Berges, de la FMC Nacional aporta elementos importantes en este tema.
«La Federación de Mujeres Cubanas le ha dado una máxima prioridad en particular a la prevención de la violencia intrafamiliar, y es propósito lograr un abordaje multisectorial y multidisciplinario a un problema que es eminentemente multicausal, y como es provocado por varias causas, entre ellas la situación económica, el papel de subordinación que aún tiene la mujer en su relación con el hombre, decidimos investigar profundamente, y llegar a la raíz del estudio.
En el año 1997 convocamos a la creación de un grupo que coordinamos y que involucra a organismos e instituciones vinculados de una u otra forma a la prevención y atención a la violencia intrafamiliar , tales como Ministerio de Salud, el Ministerio de Educación, el Centro Nacional de Educación Sexual, Medicina Legal, la Universidad de la Habana, Fiscalía, Justicia, Tribunales, entre otros, que aportan tanto desde el punto de vista teórico como práctico a la prevención o a la atención de la violencia intrafamiliar según el caso».
Reconocer que existe el problema y que la violencia contra la mujer es una pandemia mundial que puede destruir a la familia y, por consiguiente, a la sociedad, sería un primer paso para contribuir a erradicar el problema. Un criterio que sostiene el Doctor Luis Fonticiella, Máster en Sexología, Profesor del Instituto Superior de Ciencias Médicas Serafín Ruiz de Zárate Ruiz, y Coordinador del Proyecto social Nuevo Condado, en Santa Clara, quien durante muchos años ha realizado estudios sobre el tema.
«Yo pienso que primero hay que tener conciencia de que somos violentos, de que hacemos actos violentos, de que los cometemos de uno a otro, que esto es una escala, el hombre se lo hace a la mujer, la mujer se lo hace a la vieja o al viejo, o a los niños, los niños a los amiguitos que están por debajo de ellos, o el hermano mayor a los hermanos menores, es una transmisión, un ciclo que se va transmitiendo y que sólo hay elementos que lo pueden romper. ¿Qué lo rompe? Generalmente la gente que más quiere no violenta al otro. Entonces cuando tiene ese acto, le pregunta pero ¿qué te pasa? ¿qué te hice? Porque lo que nos hace ser violentos incluso, no es la persona, sino todo lo que gira alrededor de la persona, y a veces lo que nos hacen no es lo que nos duele, sino la respuesta que tenemos ante esas cosas. Y nos pasamos la vida pensando como vengarnos. Tener conciencia, admitir que somos violentos, que somos víctimas de la violencia, que podemos explotar en un momento determinado y que eso nos afecta tanto a nosotros como a las otras personas, que pierden los dos, el violentado y el violento, porque el violento piensa que él no perdió, él pierde en el depósito emocional de esa persona, pierde en el cariño de esa persona, en admiración, en dejarse querer».
En el acto de clausura del Segundo Congreso de la Federación de Mujeres Cubanas, en noviembre de 1974, Fidel expresaba: «Cabe preguntarnos cuándo habremos erradicado los hábitos milenarios de pensar, cuándo habremos derrotado todos esos prejuicios, porque cuando al fin se alcance el objetivo de la liberación, las mujeres deben seguir luchando por su propia liberación dentro de la sociedad humana». Una idea que nos sigue convocando en el día internacional de la No violencia contra la mujer.