Pero cada contexto y desastre son diferentes y, aunque yo acompañé el Contingente Henry Reeve a Pakistán en 2005, después de un terremoto que aplastó aquel bello, montañoso y musulmán país, sabía que Haití sería bien diferente.
Ya las cifras del terremoto en Haití son históricas e inéditas: 300 000 fallecidos; 1.3 millones damnificados; y quién sabe cuántos niños huérfanos. Pero no es la escala solamente que distingue el desastre en Haití, sino las circunstancias previas al desastre: las inequidades; la falta de acceso a la salud y educación; y la desafíos a la gobernabilidad, complicado por la presencia de la MINUSTAH (aquellos cascos azules que vimos cada día cuando salimos de nuestro campamento para los puestos de salud en Puerto Príncipe), las miles de ONG’s, y algunos de los gobernantes mismos -corruptos, débiles, o sencillamente sin voluntad política para luchar por un Haití soberana y sostenible.
Todos estos elementos la presencia militar en la vida cotidiana, la falta de educación y salud en general, y dificultades relacionadas a la gobernabilidad y gestión después del desastre están presente en Puerto Príncipe hoy y son condiciones en las cual el Contingente Henry Reeve brinda servicios de salud a los sobrevivientes. Seis días de la semana, con helicópteros volando bajísimo haciendo su bulla belicosa y soldados norteamericanos patrullando las calles, el Contingente sale del Anexo, campamento cubano rodeado por asentamientos de los damnificados a tres cuadras del Palacio Presidencial. Con batas blancas o verdes o pulloveres de cualquier color (la vida allá es una campaña. Duermen en carpa, cargan cubos de agua, y lavan ropa por mano -¡los re-machos inclusive!). Los médicos salen para los cuatro puestos de salud establecidos en los asentamientos por el propio Contingente, los dos hospitales en el capital con personal cubano-latinoamericano, y el proyecto móvil de vacunación.
Pero no son solamente cubanos. Estos médicos, técnicos, y enfermeros trabajando en Haití vienen de todas las latitudes de nuestra América, y de más allá -de países como Líbano, Mali y la República Árabe Saharaui Democrática. Por primera vez desde su fundación en 2005, al Contingente Henry Reeve se incorporan médicos formados en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM). Comprometido a quedarse ‘el tiempo que sea necesario,’ hay unos 700 egresados de la ELAM brindando servicios de salud al pueblo hermano haitiano. Entre ellos son más de 400 haitianos profesionales de la salud formados en Cuba, incorporados al Contingente Henry Reeve. Hay que destacar y subrayar la contribución que estos jóvenes haitianos están haciendo -cada día ellos salen para traducir y tirar puentes entre los médicos y sus compatriotas, aportando un esfuerzo sumamente profesional y valiente. Ellos también perdieron amigos y familiares, casas y recuerdos en el terremoto. El trabajo es duro y agotador, las caras de los pacientes rondando el descanso.
La lluvias ya llegaron a Haití, pero el calor nunca se acaba. Las calles nocturnas están iluminadas por fuegos -todavía no hay luz. Niños piden a cualquiera un buchito de agua porque la sed es insoportable y constante. Como el polvo y la peste. Y mientras estamos tomando nuestro café por la mañana, quejándonos por tal cosa o miles de ellas, los médicos del Contingente Henry Reeve están saliendo a los asentamientos en Puerto Príncipe para hacer todo lo que pueden: sanar.
por: Conner Gorry, periodista norteamericana