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¿Un nuevo modelo de comunicación?

Leinier González

Cuando rastreamos las referencias a “la prensa” o a “la información” de las declaraciones públicas de importantes dirigentes cubanos, o en los documentos emanados del Congreso o la Conferencia Nacional del Partido Comunista, es evidente que existe una preocupación gubernamental por el actual estado de cosas en esta área. ¿Qué transformaciones han ocurrido en Cuba en materia de comunicación desde que Raúl Castro asumió la jefatura del Estado y del gobierno? ¿Han sido suficientes?
Yo creo que se han producido algunas transformaciones. En primer lugar, hubo una disminución del tono apologético de los discursos oficiales. En la etapa anterior, desde que había terminado el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, es decir, desde que empezó el Período Especial en adelante, el discurso oficial estaba muy centrado en la apología de lo que se había logrado y lo que se podía perder.

En la actualidad se abrió, por parte del discurso oficial, sobre todo en el discurso del presidente Raúl Castro no suficientemente acompañado por otros dirigentes, ni por la prensa, una crítica descarnada sobre los problemas del país. Todos somos testigos de eso y creo que mayoritariamente se acogió con esperanza, como una señal de cambio; sobre todo porque había un análisis de los problemas sin culpar exclusivamente a los factores externos, sino que se centraba en los problemas del interior del país.

Ese cambio fue bastante evidente en el periodo 2007-2012. Aprecio que a partir del 2013 hacia acá, ha existido una disminución de ese discurso, pero sin volver a una situación de apología como había antes. Incluso pienso que debería haber más crítica sobre lo que se está haciendo ahora, no solo de lo que había y lo que se quiere superar, sino de lo que se está haciendo ahora.

También se ha producido una apertura al debate, menos en los medios masivos, pero sí en otros espacios: institucionales, académicos, incluso de organizaciones, hasta de congresos… se habla un lenguaje más claro, más aterrizado, menos abstracto, menos centrado en consignas. Ello resulta insuficiente, pero es evidente que hay una mayor apertura al debate. En el terreno académico hay espacios donde se están debatiendo muy bien las cosas, con mucha apertura. Sin embargo, los medios masivos no están reflejando adecuadamente lo que ocurre en esos espacios de debate, ni generando espacios para la discusión pública de los asuntos de interés general.

También se ha incrementado el nivel de información a la población acerca de decisiones de los órganos de gobierno. En realidad, probablemente lo que ocurría es que antes los órganos de gobierno no funcionaban regularmente, pero tampoco había ninguna información. Ahora, como sí funcionan, hay informaciones aún escuetas, insuficientes, pero podemos acceder a información de manera regular. Yo creo que eso es un cambio. Tampoco los medios siguen mucho eso. Es decir, cada una de esas informaciones sería materia para que los medios abrieran una agenda de indagación, de entrevistas, de ampliación. Sin embargo, en general, eso no ocurre así. Cuando ocurre, nos damos cuenta de que es más bien por un plan dirigido, no porque los medios están ejerciendo la función periodística como debe ser.

También hay una recuperación de espacios periodísticos de corte crítico en la prensa escrita, radial y televisiva. Habían existido en los 80, sobre todo en el periodo de la rectificación, y después se perdieron.

Se trata, a veces, de un tipo de crítica que se queda en la superficie. Por ejemplo, la distribución de los productos del agro. Se afirma que los productos del agro están muy caros, pero no hay una profundización sobre si esos productos están caros o si lo que sucede, en realidad, es que los salarios en Cuba están demasiado bajos. A lo mejor lo que está sucediendo es que los productos del agro están alcanzando el precio que llevan de acuerdo a los costos y a las ganancias que deben tener quienes participan en la cadena de valor o, quizás, existan distorsiones en la cadena de valor. Es tarea del periodismo investigar eso, pero no se hace. Se acusa deliberadamente, se crean como unos fetiches: los intermediarios son los culpables. El intermediario es como una figura mítica, arquetípicamente avariciosa, que es el culpable de todo y sirve de chivo expiatorio a una situación que yo creo que es mucho más compleja. Entonces, esa crítica periodística se queda en la superficie y crea falsas conclusiones, falsas generalizaciones, que no van a la médula del problema. Y como ese, te pudiera mencionar otros ejemplos.

Las prácticas comunicacionales no han contribuido a la construcción simbólica de los cambios que acontecen desde 2007 en el país. Estos están transcurriendo en una cuerda muy administrativa, muy técnica, recurriendo todo el tiempo a la disciplina y al orden. Hemos carecido de una dimensión política que logre aglutinar a una determinada masa crítica de la ciudadanía en apoyo a los cambios. Eso es grave, las transformaciones en curso tienen opositores, unos con razón, es decir, en tanto sus intereses pueden verse afectados, y reaccionan; y otros por temores al fenómeno de la inseguridad que producen los cambios. Entonces no se ha logrado revertir esa oposición, crear una masa de apoyo a partir de una construcción que se haya hecho, política, simbólica, que capte adeptos y que vaya creando un consenso más favorable a los cambios. En parte, estos procesos de generación de consensos tienen que ver con el ejercicio político, pero también con la práctica comunicativa.

En mi opinión, se está recurriendo en exceso a garantizar la unidad en dos factores, que son lícitos, pero no son suficientes: uno es la historia, que siempre es un elemento que tiene que estar presente, y en cualquier proyección de futuro no se puede obviar la historia de un país, pero no se puede tampoco pretender que haya una unidad de la nación basado, esencialmente, o sólo, en la historia. Ese es un pilar, sin dudas, pero no es el único. Hay otro recurrente, que de alguna manera se utiliza: la confianza que debemos tener en quienes nos dirigen. Se trata de una especie de crédito ilimitado, que no lo es, porque está desgastado, y la política comunicacional no ha ayudado en lo más mínimo a limitar ese desgaste.

Entonces estamos requiriendo de un cambio mucho más trascendente, no ya de los mecanismos de la comunicación, sino del modelo comunicacional. Ello entraña cambios en la prensa, en los medios, pero sobre todo los cambios deben ser de conceptos y de maneras de operar desde el sistema político hacia el sistema de comunicación, y viceversa. Necesitamos modificar la relación entre estos sistemas, que no puede ser como ha sido hasta ahora. Hemos tenido un modelo comunicativo centrado en la información vertical, en el control de la información, en la administración gota a gota de la información, y esta información trasladada verticalmente, es omisa en temas de alto interés social. Hemos tenido un modelo que deja muchas lagunas en temas importantes de interés social, que no son tratados. Necesitamos un modelo comunicativo que favorezca el diálogo fluido a escala social, a escala institucional y a escala comunitaria. Necesitamos establecer una especie de “otra” cultura de la comunicación, que tenga que ver con “otra” cultura también de ejercer la política, que sea más democrática, más participativa. Esos dos elementos, una nueva cultura política y una nueva cultura de comunicación, tienen que engranarse y favorecerse uno a otro. No se trata que una cosa ocurra antes que la otra, necesariamente tienen que ocurrir simultáneamente y ayudándose mutuamente. Ese proceso está por hacerse, no ha ocurrido.

Durante más de medio siglo el país ha tenido un sistema público de comunicación. Yo creo que nuestro sistema de comunicación debe seguir siendo público. Quizás sea interesante saber cómo han funcionado y cómo funcionan los sistemas públicos de comunicación en el resto del mundo. Sería interesante saber qué experiencia internacional podría ser relevante en este sentido para ser adaptada a las circunstancias cubanas. ¿Tiene UD una reflexión sobre esto?

El periodo neoliberal de finales de los 80 y los 90 prácticamente barrió, en el caso de América Latina, con la comunicación pública. No ocurrió así en Europa, que también la afectó, pero allí se preservaron espacios públicos. Sin embargo, en la actualidad se está produciendo, en varios países, un renacer de los espacios públicos. El Estado ha vuelto a comprar medios, ha creado medios nuevos. Se puede hablar que en América Latina hay, de nuevo, una comunicación pública.

Aquí hay una gran discusión, porque en muchos lugares históricamente la práctica ha sido que el medio público es el medio del Estado, o del gobierno que está en el poder en ese momento. Sin embargo, el concepto de medio público no es ese. Medio público es un servicio que, siendo del Estado, tiene que ser la voz de toda la ciudadanía: un medio de comunicación que sea el de la ciudadanía, de sus diferentes estamentos, grupos sociales, etc. Por tanto, tiene que tener una agenda construida pluralmente. Creo que ese debe ser el camino de Cuba. En América Latina lo que está ocurriendo realmente es que aquella comunicación que se llamaba alternativa, que eran medios comunitarios, de organizaciones sociales, de movimientos sociales, etc., que estaban al margen, se han ido legitimando e, incluso, legalizando, y constituyen un sector importante de la comunicación. En algunos países se les está dando hasta un tercio, o un poco más, del espectro radioeléctrico. Existe el sector privado, que también está recibiendo, más o menos, un tercio del espectro radioeléctrico. Mientras que el medio público recibe otro tercio. No en todos los países es igual, pero esta es la tendencia. Es decir, hay tres sectores reconocidos.

En Cuba habría que, sin romper la propiedad pública sobre todos los medios, hacer modificaciones en la forma de gestión de algunos de ellos. Por ejemplo, creo que los medios locales (radios municipales, telecentros municipales) podrían tener una forma de gestión mucho más cooperativa, más comunitaria, más colectiva. Podríamos ensayar e imaginar fórmulas, siendo creativos y bebiendo de esta experiencia, pero sin extrapolarla mecánicamente a Cuba. También podrían ensayarse otras formas de gestión, como por ejemplo, la co-gestión de medios, con participación del sector periodístico y de representantes de la ciudadanía. Podríamos imaginar, con creatividad, escenarios posibles para Cuba, que rompan la administración central, vertical, de los medios de comunicación. Creo que ese podría ser un camino a explorar, a ensayar, a reflexionar sobre él. Me parece que ayudaría mucho a establecer un nuevo modelo, porque el nuevo modelo no se puede decretar y ya, tienes que hacer un conjunto de cambios, incluso de formas de gestión. Esos son problemas que están ahí, pendientes de solucionar.

Un factor que complejiza nuestro escenario comunicacional es la emergencia pública de expresiones culturales generadas desde identidades diversas (de género, de orientación sexual, de color de la piel, generacionales, políticas, entre otras…).¿Qué transformaciones deben acometerse para dar respuesta al desafío de permitir la expresión pública de esta nueva pluralidad de actores?

Para estar a la altura de nuestra época, la solución a estos desafíos tiene diversos caminos. El más importante tiene que ver con la respuesta anterior, de imaginar otro modelo que sea mucho más dialógico, que dé mucho más acceso a la ciudadanía. Que las personas no sean solo entes receptores, sino también entes expresivos, es decir, que puedan expresarse a través de los medios. En el mundo esto ocurre con mucha fuerza debido a la penetración de las redes digitales, que han facilitado la transformación de las audiencias tradicionales de los medios en lo que llaman comunidades expresivas, que intervienen con sus opiniones en las redes sociales, en los blogs o que escriben debajo de las noticias que aparece en los sitios de información digital. Eso ocurre ya en los medios digitales cubanos.

En el sitio de Cubadebate es tan interesante, o a veces más, leer las opiniones que dan sobre el artículo que el propio artículo; en Granma digital también ocurre. Eso comienza a aparecer todavía de manera emergente en nuestros medios de comunicación, pero es una realidad. El nuevo ecosistema comunicativo facilitado por las nuevas tecnologías y también por los cambios culturales que están produciendo a escala planetaria, de los cuales los cubanos no estamos ajenos, crea condiciones para que la gente se exprese. La gente está deseosa de expresarse, de dar opiniones, de dar ideas. Los cubanos somos, además, muy abiertos, muy extrovertidos, pero nos han faltado medios.

En los medios tradicionales que van a seguir existiendo por mucho tiempo, y que en Cuba van a seguir teniendo la mayor parte de la audiencia (porque todavía entre nosotros las redes son un asunto de minorías, activas, pero minorías) hay que cambiar la manera en que se construye la agenda mediática, su parrilla de programación, su agenda informativa, que no puede seguir siendo dictada desde los centros de poder del Gobierno y del Partido. Tiene que ser una agenda donde, a partir también de otros intereses (porque es legítimo que el Gobierno y el Partido expresen sus intereses, sus prioridades…), deben tener la autonomía suficiente como para hacer una lectura responsable de aquello que se llama la agenda pública. Es decir, de lo que la gente habla en la cola de la guagua, lo que habla en la cola del pan, o lo que conversan en cualquier espacio público. De manera que la agenda mediática sea el resultado de un consenso entre intereses de las instancias de gobierno y los intereses que expresa la población en todo ese espacio público que se llama genéricamente la opinión pública.

Una política pública de comunicación en Cuba requiere de la autonomía de los medios de comunicación para construir su agenda temática. Esto es condición indispensable para que el ejercicio periodístico obtenga una nueva dimensión en nuestra sociedad. Necesitamos un periodista que no sea un propagandista sino un ser socialmente responsable, profesionalmente preparado.

Usted cree que algo de eso se ha logrado en espacios como On Cuba, Progreso Semanal, Cuba Contemporánea…, que son medios de prensa extranjeros, pero donde muchas veces publican los mismos jóvenes que trabajan en los medios del Partido…

Y en los blogs. Tú entras al blog de un periodista de Granma y estás leyendo una cosa mucho más diversa. Yo creo que hay mucha más diversidad, hay más atención a los intereses, pero no es sistémico. Hay que hacerlo sistémico, para que la gente sienta que los medios de comunicación están a su servicio y aumente la credibilidad sobre los medios, que es muy importante para el funcionamiento de cualquier sociedad. No es que haya una ruptura y una falta de credibilidad total. No. Los estudios empíricos que se hacen no indican eso, pero sí hay una erosión de la credibilidad.

Por otra parte, hay generaciones enteras que apenas leen periódicos o escuchan noticieros. Se enteran de las cosas por las redes sociales, por las redes digitales, por sitios de información digital; participan de debates en esos sitios. Es otra manera de comunicarse. Eso es una realidad, eso no hay quién lo detenga, y está ocurriendo ya en Cuba. Pero debemos hacerlo de forma sistémica, como política pública del país.

El otro elemento clave es que haya una Ley de transparencia que refrende, legalmente, el principio de que la información pública es un bien público. En Cuba no hay Ley de transparencia, lo que hay es un decreto sobre la protección del secreto estatal, y ahí se regula cómo se clasifica la información. De una manera que le da una altísima discrecionalidad a quienes tienen que tomar la decisión. Las leyes de transparencia son el contrario a ese modelo. Es el modelo que dice, por principio: toda información pública es pública, porque es un bien público. Por excepción se clasifican informaciones, porque no se puede ser 100 por ciento transparente por razones de seguridad nacional. Entonces, la ley regula quiénes son los que pueden tomar esa decisión, bajo qué criterios ellos pueden tomar la decisión, cómo pueden impugnarse esas decisiones y a quién le tienen que rendir cuentas. Todo eso lo establece una Ley de transparencia, además de refrendar la obligación de los organismos del Estado de poner un conjunto de informaciones siempre a la luz pública.

Es decir, tener un sitio web, que es como ocurre hoy día, con todas esas informaciones a uno, dos o tres clics de distancia de toda la ciudadanía. Además, tienen que tener mecanismos engrasados para que cualquier ciudadano pida otra información que no esté clasificada y facilitársela. Las instituciones públicas tienen que tener la obligación de facilitar, para los periodistas, espacios de interlocución adicionales para que puedan hacer trabajos de profundidad, cruces de datos, etc. Esa ley no existe en Cuba, y eso es una necesidad. El modelo comunicacional a que aspiramos no va a funcionar, ni a ser posible, mientras el secretismo sea la norma, en detrimento de la transparencia. La transparencia es un principio indispensable en un modelo comunicativo que pretenda estar a la altura de las demandas del presente y, mucho más, del futuro.

El principio de transparencia, además, capacita más a la ciudadanía para la participación; la participación se hace más calificada en la medida que estás más informado. En segundo lugar, facilita el control social sobre la actividad gubernamental. En tercer lugar, es un antídoto importante contra la corrupción, porque los espacios de opacidad informativa son los idóneos para que se dé el fenómeno de la corrupción. Eso no quiere decir que no se dé la corrupción en los espacios de transparencia, pero es más difícil. Fíjate qué importancia tiene una Ley de transparencia.

Usted ha afirmado recientemente que estamos asistiendo desde hace tiempo, y ahora se ha intensificado, a un tránsito de un modelo de “plaza sitiada” a un modelo de “plaza abierta”. Según usted nadie ha decretado dicho proceso, sino que es el resultado de procesos de diversa índole donde lo comunicacional ha tenido un papel central. ¿Qué es para usted un escenario de “plaza abierta”? ¿Desde la perspectiva comunicacional, qué implicaciones tiene este escenario para el Partido Comunista y el Estado en su conjunto?

Yo apelé a la metáfora de “plaza sitiada” para explicar por qué ciertas cosas en Cuba tenían que ser de una manera distinta. El argumento de “plaza sitiada” parte del hecho de que hay un bloqueo, de que estábamos en la lista de países terroristas, de que durante muchos años ha existido terrorismo contra Cuba, de que continuamente hay acciones de subversión articuladas de una manera muy agresiva, etc. Ese escenario obligaba a un control de la información. Sin embargo, en la actualidad, ese concepto está haciendo aguas por dos partes.

Primero porque ya no es posible, aunque lo pretendas, ponerle coto a los flujos informativos. Los nuevos escenarios comunicacionales del mundo, facilitados por las nuevas tecnologías, pero también por cambios culturales que se han producido a escala planetaria, han favorecido la comunicación en red, y eso echa por tierra los intentos de administrar la información. Pero además, Cuba recibe más de 3 millones de turistas al año. Cada turista es una fuente de información que contacta con una equis cantidad de cubanos, a los cuales da sus propias visiones del mundo; además, los cubanos tienen cada vez más contacto con sus familiares en el exterior de manera más expedita, incluyendo visitas recíprocas. Los cubanos, en general, viajan más, después de los cambios en la Ley migratoria. Es decir, el país está abierto en muchos aspectos. Sin embargo, sigue habiendo otras represas para contener los flujos informativos.

El escenario de “plaza sitiada” también está haciendo agua porque evidentemente, a partir del 17D, se inició un proceso progresivo de cambio completo de escenario. Lo que se vislumbra sobre las disputas entre Estados Unidos y Cuba, en las condiciones actuales y futuras, es que van a transitar de un terreno de subversión directa y agresividad, a un terreno de disputa simbólica, es decir, de disputa cultural, de disputa de ideas, de valores, de concepciones del mundo. Va a transcurrir por otras vías que no fundamentan una situación de “plaza sitiada”. Al contrario, lo que quieren es que no haya aislamiento, porque la “plaza sitiada” viene de un intento de aislarte. No solo te aíslas tú para protegerte, sino que la intencionalidad del adversario era de aislarte. Aquí se acabó el aislamiento. Y esto nos coloca en otro terreno de disputa. No es que cesen las diferencias y las contradicciones, sino que pasan a otro terreno. Por lo tanto, no se sostiene como realidad y como metáfora la “plaza sitiada”, y sus implicaciones de controlar administrativamente la información e, incluso, el consumo cultural.

¿Qué cosa es el escenario de “plaza abierta”? Pues la realidad tal como es en cualquier otro país del mundo. Hoy es muy difícil pensar que un país funciona en circunstancias de aislamiento, incluso de control de la información y de la comunicación. Los flujos son asimétricos, pero incontenibles. No hay manera de contenerlos. La manera de lidiar con esa asimetría es, primero, generando tú también contenidos, información y, sobre todo, propiciando la formación de generaciones con suficientes elementos de conocimientos y de valores que le permitan bregar con ese mar contradictorio de información. En la medida en que facilitemos el contacto y la capacidad de reflexión crítica sobre las cosas que pueden llegar, estarás propiciando un ser humano con mejores condiciones de orientarse adecuadamente en ese océano de información y de productos culturales de todo tipo y naturaleza. Lo que hay que tener es un ser humano capaz de contender con eso. No es pensar y tratar a las personas como una especie de menores de edad permanentes a los cuales se les controla lo que ven en la televisión. Ese no es el modelo. El modelo es un adulto capaz, formado cognoscitiva y afectivamente con valores, con pensamiento crítico, con la capacidad de discernir, porque el pensamiento crítico no es rechazo, es la capacidad de discernir de forma adecuada.
Pero para poder tener pensamiento crítico hacia lo foráneo, hay que tener primero un ejercicio crítico hacia lo propio. No se puede pretender tener una población altamente crítica con lo que pueda llegar de afuera si nosotros no hemos tenido ejercicios sistemáticos de críticas sobre nosotros mismos, sobre nuestras virtudes y sobre nuestros defectos, como nación, como cultura, como sistema social, como gobierno, etc. En muchas partes, es lamentable, hay mucha gente que no está preparada y ocurren fenómenos no deseables para nadie, pero ocurren. Por ejemplo, el crecimiento del fundamentalismo en muchos lugares, la mercantilización extrema de muchos de los productos culturales y un público ávido de consumo de productos de fácil digestión, digamos, por la simpleza, por la sencillez, y con ello se incurre en deformaciones estéticas y culturales. Pero no puedes pretender poner un canon y decir: esto es banal y esto no lo es. Eso tiene que determinarlo cada persona, aparte de que yo creo que es necesaria una dosis diaria de banalidad. Lo que tiene que ser la dosis exacta, como el programa de televisión. Si te pasas de la dosis necesaria de banalidad, te conviertes en un banal, en un tonto. Pero tampoco se puede hacer una cruzada contra aquello que a alguien le parezca banal, porque a otro puede parecerle de otra forma y servirle para el necesario y sano entretenimiento. Son fronteras que nadie puede establecer categóricamente. Nadie debe creerse facultado para poner el canon, porque ser el más culto, la vanguardia artística, etc.

Eso es lo que he querido decir con lo de “plaza abierta”, que vamos a acercarnos, cada vez más, a cómo funciona el resto del mundo, y eso yo creo que es inevitable. No es un problema de la voluntad de nadie. La voluntad de determinada gente puede retrasar determinados procesos, pero mientras más lo retrase más difíciles serán, más costos tendrán, y no me refiero a lo económico, sino a costos políticos, culturales, éticos.

La generación histórica que acometió el triunfo revolucionario de 1959 ha contado con un aval histórico y simbólico que ha condicionado el ejercicio del poder político en Cuba. ¿Qué desafíos comunicacionales tiene ante sí el relevo político del presidente Raúl Castro? ¿Qué modelo o modelos comunicativos necesita Cuba en el siglo XXI?

No puedo responder exactamente toda la pregunta, porque yo creo que el modelo que necesitamos tiene que ser una construcción colectiva, tiene que ser el resultado de consensos que creemos, activos, dinámicos y de experimentaciones que hagamos, de ensayos, de maneras progresivas de lidiar con la complejidad de una sociedad que es cambiante y diversa. Pero hay algunas coordenadas que están claras y las hemos venido conversando. Creo que hay que dejar atrás el modelo centrado en la propaganda y la información vertical. Ese es un modelo que está en crisis en todo el mundo, no es un asunto solo de Cuba. Lo único que en Cuba el modelo ha sido demasiado dominante, demasiado hegemónico. Lo que huela a propaganda o se parezca a ella la gente no lo atiende, no lo oye, no lo ve, porque se agotó, como se han agotado las fórmulas tradicionales de la publicidad. El adoctrinamiento partía del principio de una gran asimetría de conocimientos, y hoy día no hay tantas asimetrías. Incluso hay una revalorización del conocimiento que viene de la cotidianidad y de las experiencias particulares y grupales y, por lo tanto, lo que hay que producir son diálogos de saberes entre los que más información elaborada, científica, tengan, y los saberes más consensuados, más populares.

Hay muchas maneras en el mundo de dividir eso. La psicología social francesa trabaja con dos categorías: el mundo consensuado y el mundo reedificado. El mundo consensuado es el conocimiento común; el mundo reedificado es todo lo que ha sido elaborado intelectualmente, pero esos son dos mundos que tienen cada vez más vasos comunicantes, incluso más interdependencias. Eso cambia el modelo comunicacional. Eso es un gran desafío comunicacional, pero ese es el desafío comunicacional que es el correlato de un desafío político, el de asumir otra manera de ejercer la política, que tiene que ser más democrática, más participativa, más consensuada. La construcción de consensos reales, no de consensos fabricados por la propaganda. El consenso real implica negociación, implica construcción colectiva. No puede ser que desde un centro se determine “ahora vamos a hacer una consulta” y luego pasan tres años y entonces de nuevo, “vamos a hacer otra consulta”. No, porque ese centro se convierte en el que abre y cierra la participación y, entonces, ya no sería ejercida como un derecho ciudadano.

Las instituciones tienen que estar preparadas para funcionar cotidianamente en situación de participación y de diálogo. Y eso es un ejercicio político y un ejercicio comunicacional que tienen que entrelazarse.

En segundo lugar, la nueva generación de dirigentes tiene que basar su gestión en otros elementos, más que en el carisma que no necesariamente tendrán, o en el prestigio histórico, que no lo tienen –tienen otro prestigio, pero no tienen esa cuenta de crédito que tuvo la generación que hizo la Revolución. La Generación del Centenario acometió un grupo de transformaciones que mejoró la vida de millones de personas en Cuba, y entonces parte importante del pueblo siente por ellos gratitud. Esa gratitud se paga con confianza, con reconocimiento. El relevo político de Raúl Castro debe consolidar en Cuba un Estado de derecho, con instituciones transparentes y leyes claras. El nuevo modelo político debe ser consensuado entre todos, y debe ser muy participativo.

Es muy importante que la relación entre el pueblo y los dirigentes tenga como brújula el derecho a la comunicación, que ha ido ganando nuevos significados en los últimos tiempos. El llamado “derecho a la información” es un concepto que tomó mucho auge en los años 60 y 70, ligado a la lucha por el nuevo orden internacional de la información y la comunicación. Este concepto ha ido evolucionando, tal como ha evolucionado el concepto de los derechos humanos. En la actualidad incluye el derecho a estar informado y el derecho a expresarse en el espacio público. Este es un derecho muy importante, pues está muy interrelacionado con la habilitación o la inhibición del ejercicio de otros derechos en la sociedad. Creo que eso tiene que ser una guía importante y eso hay que refrendarlo en políticas públicas y en legislaciones.

Todos esos son grandes desafíos que tiene por delante esta nueva generación de políticos cubanos. Son cosas que no podrán resolver en tres días. Se trata de construir un nuevo modelo con una arquitectura compleja; hay mucho que modificar y hay que hacerlo desde ya, porque el cambio de generación fundamental está en lontananza desde el año 2018, a tres años vista.

Recientemente el primer-vicepresidente Díaz-Canel ha presentado una política de informatización de la sociedad que logra situar este proceso en un marco que rebasa, aunque incluye, la óptica de la seguridad nacional y se abre a la perspectiva de entender el uso de la redes digitales como infraestructuras para el desarrollo, como un asunto vinculado al derecho a la comunicación y al funcionamiento democrático y transparente de las instituciones públicas. ¿Es optimista ante la posibilidad de que el Gobierno cubano favorezca un uso masivo de Internet para toda la ciudadanía? ¿Cómo podría impactar la Red de Redes el escenario comunicativo cubano de principios de siglo?

Generalmente no me gusta auto-clasificarme ni como pesimista, ni como optimista. Pesimista no soy nunca; tiendo a ser optimista, pero trato de ser un optimista informado. En primer lugar, el asunto de la llamada informatización no se puede ver como un proceso aislado. No es solo un asunto de establecer infraestructuras y tecnologías y de enseñar los códigos para manejar esas tecnologías. Es mucho más.
Es un problema de cambios culturales. Lo primero que hay que entender es que cuando hablamos de comunicación, de información, ya no estamos, como hace 20 o 30 años atrás, en el campo de la ideología y la política solamente. Ahora estamos también en el campo de la economía y en el campo de la producción material; estamos en el campo de la satisfacción de las necesidades de la población y de la calidad de los servicios: estamos en el campo del desarrollo socio-económico. La información y la comunicación se han convertido en un requisito, en una infraestructura básica, en una condición para el desarrollo económico y social. Todo esto tiene que ir aparejado, como siempre, de una intencionalidad política y de principios éticos. Y si se está planteando un horizonte de un país socialista próspero y sostenible, no se puede limitar la sostenibilidad solo a la economía, hay que incluir la sostenibilidad ecológica y ética-política.

El asunto no es solo informatizar. La política de informatización tiene ser absolutamente coherente con una política de comunicación, con una política de educación y con una política cultural. Estas políticas tienen que formar un complejo muy integrado, puesto al servicio del desarrollo socio-económico del país y de los proyectos de futuro. Nosotros apelamos mucho a la historia y debemos seguir haciéndolo incluso yo diría que hay hacer miradas más acuciosas y plurales al pasado pero también hay que tener una comprensión realista del presente para poder, a partir de todo eso, hacer una proyección posible de futuro. Esa proyección posible de futuro tiene que ser construida de forma consensuada, no puede ser realizada en un cenáculo cerrado, en comisiones de expertos o en grupos con personas seleccionadas. Tiene que ser de una manera organizada y metodológicamente establecida, pero todo el mundo debe tener posibilidades de participar en la construcción de ese imaginario de país donde yo quiero vivir y donde quiero que vivan mis descendientes. Y para la consecución de todo ello la comunicación es central y el modelo comunicativo es central.

¿Qué tiene que ver todo esto con lo que me preguntas? Bueno, que yo creo que tener internet, es una condición para el desarrollo. En realidad, los procesos de digitalización van mucho más allá de internet. Poniendo un ejemplo, los procesos de automatización son vitales para la economía cubana en una composición demográfica que reduce la población económicamente activa y amplía mucho la población que depende de quienes producen. La automatización es decisiva para enfrentar ese problema. Pero también tiene que haber redes de banda ancha, tiene que haber servidores y tiene que haber sobre todo personas con una cultura que le permita aprovechar las posibilidades que las redes brindan.

La información y el conocimiento constituyen un insumo fundamental hoy en día para el desarrollo, no es uno más. La información y el conocimiento siempre fueron importantes para el desarrollo de los hombres. Desde que los homínidos salieron de los bosques y empezaron a caminar por la pradera africana el conocimiento que iban adquiriendo a partir de la experiencia y su traslado a otros fue fundamental para el desarrollo. El primero que encendió y dominó el fuego con dos piedras, y enseñó eso a los otros, desató una gran revolución. Siempre ha sido fundamental, pero hoy día no es que sea fundamental, es que es el factor diferenciador, de una nación a otra, de un grupo social a otro, de una persona a otra, y determina si va a tener o no éxito en el empeño del desarrollo. Entender eso hace que no sea una alternativa. O haces eso o comprometes el futuro. Por ejemplo, compromete a la riqueza principal que tiene Cuba, que es millones de personas instruidas. Una persona que sale de la universidad altamente instruida, si no queda conectada a los flujos mundiales de intercambio de comunicación, hoy día, en corto tiempo se descalifica. Porque los cambios son vertiginosos y lo que aprendió en primer año, cuando llega a quinto año ya no es. Hay que estar haciendo actualizaciones. Cuando sale, si no queda conectado a esos flujos que son mundiales, no queda conectado con colegas de Cuba y de otros países, a través de redes, a través de grupos de discusión, a través de visitas a sitios web especializados, si no queda insertado en ese mundo se descalifica. Entonces sufren nuestras instituciones que están formadas por esas personas que, supuestamente, han salido muy bien preparados de la universidad –y es cierto-, pero se descalifican. Porque muchas veces tienen internet en la universidad, pero cuando llega a su centro de trabajo perdió internet, o tiene internet sumamente regulado, mucho más que cuando era estudiante. Y a veces ni eso. Porque puedes desempeñarte en un lugar donde a duras penas tienes un correo electrónico.

No hay alternativa. O hay acceso a los flujos mundiales de comunicación, de información, a través de internet y otras vías o no hay desarrollo y se sigue descalificando la riqueza principal que tiene el país. Para no decirte que uno de los factores que más influye, además del salario, en el éxodo de profesionales de Cuba es esa percepción de que se están descalificando porque están fuera de esos flujos. Incluso hay gente que dice: yo regresaría a Cuba si hubiera internet. Los conozco, tal vez tú también. Pero sin internet no regreso porque me quedo fuera de donde yo estoy creciendo como profesional. Creo que más que optimismo, me baso en que no hay otra alternativa realmente viable.

Con la red de redes podemos potenciar esa riqueza que tenemos de millones personas educadas, o más o menos bien instruidas, que tienen una base. Me acuerdo que, hace muchos años, hice un artículo para una red digital uruguaya donde había salido un trabajo de que en Cuba no había internet, pero muy tergiversado todo y yo comenzaba diciendo: los que hacen estas críticas piensan que conectando a los cubanos a internet se van a aprovechar mucho los recursos que están en la Web y tienen razón. Porque Cuba tiene mejores condiciones que en otros lugares, mayores potencialidad para aprovechar las redes. Explicaba entonces como eso dependía de dos factores: uno, de la voluntad política y también del bloqueo, porque el bloqueo es real, no es nada inventado.

Lo primero es eso, que nos potenciaría, nos facilitaría el crecimiento profesional. Porque estar en internet no es solamente estar en Facebook y pasarnos felicitaciones por el día del cumpleaños. Eso es parte del proceso, pero es lo más superficial. El problema es que los flujos principales de internet vienen por otros vínculos que existen, que tienen que ver con el trabajo colaborativo a distancia, entre equipos de investigadores de distintos países, entre profesionales similares de distintos lugares que intercambian experiencias, información, en sitios donde tú haces preguntas que se te presentan en el trabajo cotidiano y allí podrás encontrar 19 respuestas diferentes de experiencias similares de distintos lugares y cómo resolvieron o intentaron resolver el problema. Los caminos fallidos que tomaron y no les resultó. Es infinito lo que se produce. Y desde el punto de vista político, crea condiciones para ese tránsito hacia formas nuevas de hacer la política que hablamos hace un rato. Porque este modelo que no está solo dictado por la tecnología sino por la tecnología y los cambios culturales que se han generado, en una amalgama entre nuevos dispositivos tecnológicos y nuevas conciencias, nuevas maneras de imaginar las relaciones humanas, donde hay un crecimiento del ciudadano, el papel de la ciudadanía, la actividad del ser humano en el reclamo de sus derechos, en el ejercicio de su creatividad, etc., ese complejo de relaciones que se da es justamente el espacio donde una manera diferente, más participativa y dialógica de ejercer la política, puede ser más viable, más aplicable.

Con las maneras de funcionar de nuestras actuales instituciones, con los modelos comunicacionales actuales es muy difícil que se cambie la manera de hacer política. Van a tratar de reproducir las mismas prácticas con que han funcionado hasta ahora porque no ha cambiado el conjunto en correspondencia con los cambios en nuestra sociedad y en el mundo. Cuando digo como ha cambiado el mundo no pierdo de vista lo que dije ahorita de las asimetrías, de que ese mundo es muy dispar, porque hay desde los fundamentalismos y la mercantilización más aberrante, hasta las formas más monstruosas de discriminación y de trata de personas y miles de fenómenos negativos. No podemos obviar eso, pero el problema es que, por temor a esas cosas, no podemos renunciar a conectarnos con los flujos mundiales, abrirnos, intercambiar y crecer. Creo que todo eso inevitablemente va a impactar muchísimo en las maneras de funcionar de todas las instituciones del país incluidas, por supuesto, las del Gobierno y del Partido.

tomado de Cuba Posible

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