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«Una alternativa de comunicación tiene que vehiculizar la voz». Entrevista a José Ramón Vidal

Se habla de “medios contrahegemónicos”, de “contrainformación”, de “comunicación alternativa”… aunque muchos investigadores consideran el asunto de los nombres como un tema menor. ¿Cómo lo ve usted?

Usualmente, se crea una representación asociada a un término. Muchas veces, para que un concepto evolucione, es necesario un cambio de denominación.

¿Qué entiende usted por una alternativa de comunicación?

El problema de la alternatividad en comunicación es que se formó en una especie de representación según la cual la alternatividad es lo pequeño, lo local, lo que está al margen, lo que no tiene recursos. Es lo que recurre a la imaginación más que a tecnologías. Ciertamente, todo eso es útil y conveniente para hacer alternativas de comunicación contrahegemónicas; pero no hay que reducirlo a eso. Es más, lo reduces solo a eso y siempre te vas a quedar en un terreno de desventaja. Como parte de la representación sobre qué cosa es la alternatividad en comunicación, muchas veces no se ha logrado evolucionar en lo que para mí es lo más importante: no lo referido a los medios, sino al paradigma desde el cual trabajamos la comunicación, es decir, el sentido que tiene la comunicación. Eso está muy obviado en la representación sobre este concepto y sigue existiendo en muchas de las personas que hoy trabajan por una alternatividad en comunicación y en muchos de los movimientos sociales y organizaciones de izquierda que son afines a las tendencias temáticas y a la sensibilidad de esta alternatividad.

Cuando se hace referencia a ese concepto, se habla de una comunicación que tiene contenidos diferentes al contenido de la comunicación hegemónica y que utiliza medios que son los que están disponibles para incubar esos contenidos. Esa es la representación mayoritaria. Hace años que estamos trabajando por romper esa idea, que te encadena por varios motivos: si te quedas en lo local, en lo marginal —que es importante—, siempre vas a tener la desventaja cuantitativa, la desventaja del alcance; pero además, si te quedas en el paradigma y no cambias el sentido de la comunicación, si no cambias el desde qué y para qué se comunica, entonces te quedas compitiendo dentro de ese paradigma en total desventaja con los medios hegemónicos, precisamente porque son estos medios los que tienen los recursos, los medios del poder…

Y los que tienen el paradigma bien pensado…

¿Y cuál es el paradigma de los medios hegemónicos?: el paradigma de la dominación; comunicar para reforzar desde la comunicación el modelo de la dominación múltiple, en el que el mundo vive desde hace muchos siglos. Está la dominación que viene del patriarcado, el problema de la mujer y las discriminaciones en este sentido, las discriminaciones raciales y étnicas, las discriminaciones sociales en relación con la estructura socioclasista de la sociedad… es decir, expresiones de desigualdad que son al mismo tiempo resultado de esos modelos de dominación mundial.

El paradigma comunicativo de los medios hegemónicos refiere entonces a la comunicación como el instrumento que la refuerza y por eso, en la teoría de la comunicación, una de las aristas del modelo de efectos estaba referida al tema de los efectos cognitivos. Y antes de eso, a la persuasión. Persuadir es hacer que otro asuma un punto de vista mío como si fuera suyo. Eso se enmascara con otras terminologías, pero en esencia es una técnica. Ha tenido distintas etapas, hasta que la psicología cognitiva ha venido a actualizarla: de ahí el fuerte desarrollo de la publicidad en el siglo XX, tanto que es difícil distinguir entre propaganda y publicidad. Esto ha tenido mucho que ver con el desarrollo que el pensamiento hegemónico tuvo en el siglo XX, el revival del pensamiento liberal sobre todo a partir de los 70, en su expresión neoliberal. El marketing se ha convertido en filosofía más que en técnica. Todo el reforzamiento del siglo XX viene justamente a lo que en lenguaje de denuncia se llama la manipulación: técnicas sofisticadas, la dificultad de la energía cognitiva para procesar toda la información que hay en el entorno, de modo que ante esa insuficiencia, uno busque la manera de acortar los procesos de conocimiento del entorno para llegar a conclusiones. Es lo que se llama “atajos mentales”. Para ello se utilizan los recursos heurísticos, es decir, pequeños conceptos o paradigmas que permiten automatizar tus conclusiones. En publicidad, por ejemplo, lo caro es igual a calidad, de modo que uno no pierde tiempo tomando decisiones, porque este recurso heurístico te permite llegar a ellas más rápido; en política, democracia es igual a pluripartidismo y elecciones, lo que se salga de eso no es democracia, y las dificultades en la transparencia de esos procesos no afecta esa condición democrática. No hay tiempo para estar procesando, mucho más cuando hay tanta y tanta información.

Este modelo, en tanto, ha desarrollado y sofisticado sus recursos comunicativos y tecnológicos. Son muy fuertes; pero, por supuesto, no son todopoderosos. El modelo tiene límites. El poder de los medios y su capacidad de reforzamiento hegemónico tienen límites que en una época fueron presupuestos teóricos, pero hoy día la práctica —sobre todo la política latinoamericana— los ha puesto muy en evidencia: lo que ha sucedido, por ejemplo, en Venezuela, en Bolivia, en Ecuador, donde los medios de comunicación hegemónicos —esos que acaparan el 80 o 90 por ciento de las audiencias— han trabajado de manera sistemática y continua contra los procesos políticos populares que se han originado en esos lugares —dígase Revolución Bolivariana, Revolución Cultural Boliviana o Revolución Ciudadana en Ecuador. Sin embargo, estos procesos han sido victoriosos en las urnas, es decir, en el sistema liberal del juego político, lo cual te está diciendo que los medios no han sido capaces de imponer la visión hegemónica, sino que la que se ha impuesto ha sido la contrahegemónica —aunque sea una visión contrahegemónica incompleta, porque eso tiene matices, no es blanco y negro; pero es una visión que va contra el bloque hegemónico.

¿Y dónde está ese límite, por qué no han podido? Es que han ocurrido dos cosas: una, ellos mismos ubicaron su límite al empezar a difundir informaciones y a tratar de hacer una construcción de la realidad que quedaba desmentida en la realidad misma, contrafáctica y desacreditadora. Desde ese punto de vista político, los medios pierden la batalla. Esto no significa que pierden totalmente su poder como reforzadores de la hegemonía: tienen otras vías de reforzamiento que se expresan en los llamados productos culturales y de entretenimiento.

Ya no hablamos entonces de construcción de realidad, sino de construcción de imaginarios, de una posibilidad de vida. Ahí sí mantienen su poder de reforzamiento de los valores de la cultura hegemónica, esa que los oprimidos llevamos dentro. Gramsci lo explica muy bien. En ese terreno, ellos mantienen su poder y no hay alternativas. No se han construido lo suficiente, aun en Cuba, por ponerte un ejemplo más consolidado. Hay expresiones alternativas en la cultura, por ejemplo, pero han quedado en los márgenes, constreñidos en sectores, momentos o territorios específicos, no constituyen el consumo cultural predominante. No hemos encontrado ahí el límite al poder.

¿Pero qué pasa con los medios alternativos?: si tu empeño también es el de persuadir de que tienes la verdad, te quedas en su mismo paradigma. Primero compites en desventaja; segundo, no generas emancipación, no generas erosión del sistema de dominación. De alguna manera reproduces el sistema hegemónico en el que un grupo o una clase, por su poder o su saber, se impone sobre otra legal, económica, militar, cultural o socialmente. De modo que si lo que vas a hacer es sustituir aquella dominación por otra, es una manera no de emanciparse, sino de reproducir el mismo modelo de dominación. En el caso de la comunicación, la única forma de lograrlo es si asumimos el paradigma de una comunicación que no esté hecha para persuadir o hegemonizar una nueva idea desde un grupo o una clase, sino una que —como el ejercicio del poder— vaya dirigida a motivar a pensar, a generar pensamiento crítico, es decir, a constituir a cada individuo en un sujeto de su autoemancipación. Es lo que dijo Marx.

¿Cómo se expresa esa construcción de un nuevo paradigma, más concretamente, en términos de contenido, proceso comunicativo…?

En el proceso, más que en el contenido. Primero, son procesos, es importante que lo entendamos: no se cambia un modelo ni un paradigma social —no solo comunicativo— como se cambia la rueda de un auto que se desgastó. No se trata de que si se te ponchó la goma pares el carro, pongas la goma y sigas andando: la sociedad no puede parar el carro, hay que cambiar la goma con el carro en marcha. Fíjate qué complicado es. Es el resultado, por tanto, de un proceso: no es quita aquí y pon otro, sino transforma desde aquí hasta allá.

La alternatividad en comunicación tiene que seguir usando técnicas persuasivas y mecanismos de movilización; pero lo que no puede es reducirse a eso ni quedarse empantanada allí. Tiene que generar nuevas formas de hacer. Por ese motivo, la alternativa no puede quedarse trabajando en la retroalimentación, es decir, en la comprobación de si estoy logrando el efecto que quiero provocar. Hay que crear el mecanismo de prealimentación: es lo que Mario Kaplún desarrolló en su texto El comunicador popular y en Una pedagogía de la comunicación. La prealimentación es, por tanto, un paso para crear no un medio alternativo, sino una alternativa de comunicación contrahegemónica. Se trata de trabajar desde otro sentido: diseñar procesos y contenidos pulsando las necesidades reales de la gente. No es decirles: “¿qué quieres escuchar en la radio?”, porque entonces te dicen que quieren ver lo que más les gusta dentro de lo que está acostumbrado a ver, y no se trata de eso: se trata de comprender, entender, ayudar a la gente a identificar sus necesidades reales, cuáles son los asuntos que quieren tratar y discutir, que necesitan discutir y que a veces ni siquiera lo saben.

Eso es uno de los problemas que tienen que ver con el conocimiento: te falta un bien tangible y enseguida te enteras, te falta un conocimiento y no tienes justamente lo que necesitas para darte cuenta de ello. Sucede muchas veces en estos procesos: hay que trabajar con estos sectores que constituyen nuestros interlocutores, mirarlos no como destinatarios, sino como interlocutores. Hay que hablar, por tanto, desde sus códigos, partiendo de lo que ellos saben. Y hay otro modelo: darle voz a la gente. Prealimenta para que lo que hagas esté más en sintonía con sus necesidades, códigos, etc.; pero dale voz directamente: micrófono abierto, que escriba, que hable, cartas de los lectores, métodos diferentes de géneros periodísticos como puede ser el debate colectivo y luego construir periodísticamente la información… La gente tiene voz, pero la comunicación hegemónica se la quita, no le deja expresarse. La alternatividad en comunicación debe vehiculizarla.

La dificultad vendría entonces cuando se quiera trascender el marco local: cómo aplicar este diseño a nivel regional, continental o global.

Es muy complejo. Para eso, el comunicador no puede pensar que tiene toda la verdad, tampoco puede ser un vocero de un punto de vista. No puede ser vocero de una institución o de una manera de enfocar la realidad, aunque sea una causa justa. El comunicador tiene que saber que sus puentes deben ser plurales, que tiene que ser un conectador de gentes y un propiciador de diálogos, en vez de un propiciador de discursos dominantes. Cuando hay diálogos, todo el mundo tiene algo que decir y todo el mundo tiene algo que escuchar. Es un proceso muy fuerte de transformación social que no implica solo a los comunicadores, sino también a los centros de poder. Incluso aquellos que se constituyen dentro del bloque contrahegemónico.

Cuando trabajas desde esa perspectiva, incluso, puedes trascender lo local. Puedes tener un medio nacional o continental que se haga así, porque a la larga la noticia se genera en un punto. En Telesur, por ejemplo, si sus corresponsales están formados en estos principios, en esta filosofía de trabajo y van a buscar fuentes plurales, van a prealimentar y no solo a tener una agenda que llegue desde arriba, sino que esté en diálogo con la gente. El medio internacional puede cambiar el sentido de la comunicación. Y todo esto en un proceso de cambio cultural inmenso: de los periodistas, de los comunicadores y de quienes están detrás, porque siempre detrás de un medio de comunicación hay un grupo de interés. Es una batalla cultural muy fuerte al interior del bloque contrahegemónico.

Dentro de este mismo bloque contrahegemónico, interesan mucho las relaciones que pueden o no estar produciéndose entre movimientos populares, académicos, intelectuales que generan los medios…

Inclusive, habría que partir de pensar qué es lo popular. No se pueden hacer dicotomías. Un movimiento intelectual que defienda, que comprenda, que reconozca el valor de lo popular, que esté en disposición y en humildad de dialogar con los sectores populares, también se convierte en movimiento popular. Es decir, popular no equivale a pobre ni a ignorante, siempre hay una cultura. Esa idea que nos viene del iluminismo y que dice que hay que llevarles la luz de la enseñanza a los sectores populares, es una idea también dominadora. Parte del hecho de que hay culturas superiores a otras cuando en realidad todas las culturas tienen el mismo valor, solo que tienen saberes diferentes. La cultura occidental, la que se trató de imponer durante tantos años sobre las culturas originarias de América, ha acumulado un desarrollo del pensamiento, de la producción artística, de la tecnología…, que no se pueden desconocer; pero también acumula enormes zonas de ignorancia, contradicción y conflictos de los que ella misma es portadora.

Por ejemplo: la relación que esa cultura occidental y moderna tiene con la naturaleza, es depredadora; mientras que la cultura originaria tiene una de relación armónica con la naturaleza. Y es tan importante, que de eso tal vez dependa la supervivencia de la especie humana. No se trata de que sean superiores, pues también tenemos mucho que enseñarles. Se trata de un diálogo entre culturas, entre saberes. Es un paradigma pedagógico, pero también político y comunicativo. Se expresa en el diálogo. Cuando se dice “partir de” lo popular, se trata de partir exactamente, no de quedarse allí. Eso es importante. Es el punto de partida, no de llegada. La llegada es la revalorización, la creación de conciencia crítica a un lado y a otro. El modelo de modernidad, como bien definió oportuna y tempranamente la Escuela de Frankfurt, perdió la capacidad de identificar su modelo destructivo. Por tanto, la Ilustración pasó a ser de idea revolucionaria a destructiva, pues perdió su momento de reflexividad hacia sí misma. Se convirtió en el paradigma, en la cultura, en el paradigma civilizatorio. Acabado ya en su propia lógica.

De ahí la necesidad entonces de no perder el espacio de la reflexión crítica hacia el propio proyecto, muchas veces postergado por las urgencias e, incluso, por la subvaloración de su pertinencia.

Se pierde el momento de reflexividad. Lo mismo sucedió con la Ilustración, pasa con las ideas liberadores y dejan de serlo. Cuando pierdes la capacidad de autorreflexión y el horizonte, te quedas encasillado en la necesidad de una nueva hegemonía —de eso no cabe duda, pero la creas para que luego no exista la hegemonía. Como mismo el Estado, que no se crea para sustituir la sociedad y al individuo— y no en la autoemancipación, reproduces luego los mismos paradigmas. Es como el comunismo: Marx dice que el comunismo es aquella sociedad cuyo desarrollo y funcionalidad dependan del libre y pleno desarrollo de cada individuo; Marx no dice que es una sociedad donde lo colectivo determina la felicidad del individuo. Ese es un horizonte, pero uno no se aproxima allí por cualquier camino y mucho menos por el camino de la reproducción. Es lo que sucede con la alternatividad en comunicación: “la verdad no la tienen ellos, la tenemos nosotros, créeme”. No, es: “yo no tengo la verdad, tengo ideas sobre la verdad y necesito las ideas de todos para construir una verdad emancipatoria”.

Desde hace dos décadas, viene desarrollándose en la web una importante diversidad de experiencias alternativas de comunicación; modelos —si se quiere— cuyos defectos y proposiciones tienen mucho y muy diversos elementos que aportar.

La mayoría, no obstante, son medios que funcionan desde la lógica de medios. Es decir, los que están al servicio de un ideal, de un contenido liberador, etc. Sin embargo, hay otros que no están “al servicio de”, sino que son medios “desde”: esos son los que están más cerca de lo que es una alternativa de comunicación. La radio comunitaria que está allí, que sus contenidos están determinados por una junta comunitaria…, no es un medio libre ni independiente, es un medio de ellos mismos, es un medio orgánicamente de los sectores populares.

Para volver un poco sobre la pregunta de ahorita, los esfuerzos intelectuales, académicos, etc. se empatan con esto perfectamente, si comprenden que ellos no están por encima de, sino que son parte del proceso y que tienen mucho que enseñar, pero también mucho que aprender. De ahí la idea de Freire sobre el diálogo: para dialogar hay que tener humildad. Hay algo que ilustra eso mucho: en el FSM, un espacio de confluencia entre intelectuales, académicos, movimientos sociales…, algunos académicos —sobre todo europeos, debo decirlo, aunque también a veces algunos latinoamericanos— critican mucho que una parte importante del Foro, sean espacios para la expresión cultural: bailes, fiestas, teatro popular, rituales, religiosos… Ellos, despectivamente, dicen que el Foro es “un carnaval”. ¿Y qué sucede? ¿Cuál es la incapacidad que tiene este pobre intelectual para no comprender esto? Este intelectual tiene una carencia: ha sido educado y construido en ese paradigma moderno donde hay un racionalismo extremo, lo cual es una de las causas de la enajenación de los seres humanos. Los seres humanos no somos solo seres humanos, somos una unidad. Para decirlo en una frase que Galeano recuperó: somos seres “sentipensantes”. Lo que pasa es que el racionalismo ha intentado que el ser humano reprima sentimientos, emociones, que sea él mismo una dicotomía que no es natural, que no es humana. De modo que ese intelectual no logra comprender cómo estas expresiones de la cultura popular son tan importantes para las luchas emancipatorias como las teorías que ellos puedan estar desarrollando. Y estas vienen desde los ancestros: antes de cazar, danzaban. Si estos hombres primitivos no hubiesen sido buenos cazadores y en esa relación no hubiesen desarrollado un conocimiento colectivo, no hubieran sobrevivido ni evolucionado. Todo eso gracias a sus propios recursos, no a teorías. Estos pobres intelectuales están mutilados en este sentido, no logran entender que este “carnaval social”, como ellos lo llaman, es uno de los recursos que energiza las luchas contemporáneas. Y no se puede obviar.

Y si vamos a hablar en serio de una alternatividad en comunicación contrahegemónica, hay que tener todo esto en cuenta: ni somos dueños de la verdad, ni nuestro papel como comunicadores es crear la hegemonía de un nuevo paradigma desde una racionalidad, sino implicar a cada vez más gente en la construcción de uno nuevo. Entonces, el papel de la alternatividad en comunicación, justamente, es hacer pensar; pero no a través del adoctrinamiento, sino a través de la participación. Dice Moscovici que los elementos periféricos de la representación se forman en diálogo con la vida, aun cuando preservas ideas básicas en el núcleo.

Por eso, los más adoctrinados son los que más rápido quiebran sus representaciones, al no haber sido formadas en diálogo con la vida, sino desde doctrinas y esquemas. Muchas veces la realidad, que es más tozuda que cualquier dogmático, te obliga a cambiar de conducta, y para ello rompes con la representación, asumiendo acríticamente una representación que te viene dada desde otro lado. Eso les ha sucedido a viejos comunistas de la Europa del Este: eran los más dogmáticos y ahora son los más acérrimos enemigos de las izquierdas. Mientras más dogmático, más débil eres. Creaste esa representación desde la doctrina y no desde la reflexión y la acción, no desde la vida misma. Las representaciones no son inamovibles porque el mundo no lo es, aunque uno pueda ser consecuente con ciertos valores.

por: Idalmis León y Marianela González. Esta entrevista formó parte de la Tesis de Diploma de las autoras: Una pelea mediática contra los demonios. Representaciones sociales de la alternatividad comunicativa en Internet (2010), defendida en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.

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