Inicio Cuba Vivero Alamar: Sembrar posturas de este siglo (II)

Vivero Alamar: Sembrar posturas de este siglo (II)

¿Qué es y –sobre todo– qué puede ser la agricultura urbana en Cuba hoy? ¿Qué ha sido de la tradición agrícola de la mayor de Las Antillas? ¿Está el rendimiento económico reñido con la justicia social?

Miguel Salcines no tiene una respuesta definitiva para estas interrogantes, mucho menos guarda alguna receta. Salcines puede, simplemente, hacer su cuento, compartir su experiencia de casi dos décadas a la cabeza de la UBPC “Vivero Alamar”, y dar así algunas pistas para el momento presente de la agricultura, y más que eso, de la economía cubana.

A lo largo de estos años, su guía han sido un agudísimo sentido común y no pocas lecturas; ayudado siempre por su naturaleza de líder y su vocación de estar en la tierra, de sembrar y, sobre todo, de cosechar.

¿Cómo llega a fundar Vivero Alamar?

Yo soy de origen campesino, clase media de Oriente; o sea, tengo una visión de la agricultura algo próspera. Estudié Agronomía y trabajé como funcionario en el Ministerio de la Agricultura. Ahí estuve veintipico de años.

Durante ese tiempo conocí el país completo, trabajé en muchas inversiones. Y una buena vez surgió la posibilidad de trabajar en la agricultura urbana, durante el Período Especial. Yo estaba en el ministerio, donde entonces no tenía mucho que hacer, así que vine para La Habana del Este a ver qué inventaba.

Me topé con que la alternativa eran las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), que tienen un millón de ataduras y presiones burocráticas. Pero decidí enfrentar el desafío.

¿Cómo la concibió?

Lo primero, el sentido de pertenencia elemental que debe existir en una cooperativa se concentra en el liderazgo: cada uno debe sentir el liderazgo como suyo, escogido por él.

En el Partido y el sindicato se elige mediante voto secreto, que es como debe ser; y en las UBPC normalmente se elige a mano alzada. Viene entonces el de la empresa: “Miren, Fulano es un “caballo”, buenísimo… ¿Quién dice que no? ¿Quiénes están de acuerdo?” Unanimidad que conocemos.

Entonces, nosotros lo hicimos diferente y me convertí en presidente por voto secreto. Me sentía cómodo como líder de la cooperativa, porque era el que verdaderamente escogieron y como resultado final hay así un sentido de dirección colectiva.

La segunda cosa que descubrí fue que en el mercado de trabajo donde vas a buscar recursos humanos de calidad, para la agricultura no encuentras: nadie quiere ser agricultor. Hace varios siglos que se eliminó la esclavitud en Cuba, pero fue mucho tiempo de estigma. Agricultura y miseria, agricultura y esclavitud se fundieron en la cabeza de la gente, por demás, en una economía de monocultivo, con muchísima caña, un poquito de café y un poquito de tabaco. Entonces se instaló en el cerebro de la gente que ser agricultor es la última carta de la baraja.

Yo buscaría sociólogos para ver por qué da vergüenza ser agricultor. Yo tengo algunas ideas: el común “Hijo, estudia para que seas alguien. Mira a tu padre, un pobre campesino”. Eso ha calado fuerte.

Por otro lado, hubo etapas de escuela al campo que fueron un desastre. Se hablaba de estudio-trabajo, pero no se implementó realmente lo que dijo Martí. Había un sistema de planes desde arriba, que cuando llegaban a la base se distorsionaban o simplemente no tenían que ver con el escenario en que tendrían lugar. Los muchachos fueron allí para odiar la agricultura la vida entera.

Actualmente, en el país, solo el 3.3% del total de los universitarios está vinculado a carreras agropecuarias. Y eso nos golpea, porque la gente joven es la indicada. Nosotros ya estamos viejos, y hay cosas que requieren fuerza, consagración, estudio, mente fresca…

¿Cómo enfrentó el problema de la escasez de personal disponible?

Mira, para hacer, por ejemplo, un contingente de construcción de hoteles, dan un salario superior, comida reforzada, ropa, zapatos, albergues con buenas condiciones. Normalmente, todo el mundo moviliza aspectos materiales para lograr sus objetivos. Entonces me pregunté: “¿Qué doy yo?”

Digo: “Voy a reducir el horario laboral y voy a pensar qué gratuidades puedo incluir dentro del sistema económico: almuerzo y merienda; qué servicio puedo dar gratis: barbería y manicure; qué tipo de ventaja que dé sentido de pertenencia: préstamos sin intereses; voy a ver qué otro estímulo material puedo lograr para que la gente le vea ventaja a estar trabajando aquí”. Y así.

Implementar todo eso comenzó a significar un cambio cualitativo en la composición de la cooperativa, empezó a entrar gente diferente. Al principio venían simplemente para ocuparse en algo, gente que no tenía qué hacer; y eso no era lo que necesitábamos. Con ese crecimiento posterior, logramos conformar un colectivo que fue evolucionando progresivamente, y en este momento tenemos 22 profesionales universitarios y más de 40 técnicos de nivel medio –eso en lo que a instrucción se refiere; desgraciadamente no es lo mismo que educación, pero determina en alguna medida–. Además, la garantía de que el total de los cooperativistas se identifica con su trabajo y le motiva hacerlo.

Con un personal calificado e interesado, podría confiarse en que los buenos resultados están garantizados…

Bueno, ya tenía cooperativistas con instrucción, vocación y talento; pero faltaba algo: la pasión. ¿Qué es lo que moviliza a la gente? Hay varias cosas. Innegablemente, el dinero es uno de los aspectos. A algunos que nos dan “una muela” tipo “Coño, qué bueno tú eres”, qué rico, nos basta. Pero hay a quien no, y quien además tiene familia y otras cosas en qué pensar.

Entonces se me ocurrió la ventaja de distribuir las utilidades cada 15 días, y concebir un diseño de mecanismos de estimulación.

¿En qué consiste?

La ganancia, el capital de trabajo logrado, se divide por el número total de acciones (que se acumulan por tiempo en la cooperativa). Un incremento en la ganancia hace que la gente diga “De aquí no me muevo”. Eso resolvió en alguna medida la permanencia y el sentido de pertenencia. Porque la mentalidad no se cambia externamente, lo que puede cambiarse es la actitud. Si a un obrero gastronómico que gana 7 pesos, le pagas 7 CUC, sentirá que su trabajo vale, y su actitud cambiará en esa medida.

¿Cómo trazaron los objetivos en función de los cuales se planificarían?

Hicimos un plan estratégico de desarrollo a partir de un estudio de factibilidad. Determinamos los problemas fundamentales, las potencialidades; o sea, las ventajas. Aplicamos la matriz DAFO (debilidades, amenazas, fortalezas, oportunidades). Hicimos un banco de problemas, cogimos la misión, cogimos la visión. Eso en el terreno de la mercadotecnia es una fortaleza tremenda: ¿Adónde vamos y cómo hacemos? Nos ayudó tanto, que nosotros, habiendo reducido el tiempo laboral, superamos los resultados productivos y financieros.

Tengo entendido que la superación de los trabajadores es una prioridad para ustedes…

Desde el principio tratamos de que la gente nuestra se vinculara, mediante cursos y capacitaciones, a otros terrenos. Estamos hablando, entre otros, de la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales (ACTAF), organizaciones no gubernamentales cubanas que se dedican a aspectos relativos a la agricultura.

Nos vinculamos además con experiencias similares en el ámbito internacional. Hace poco vino un compañero de Quebec; otro de El Salvador, yo estuve en Toronto, Canadá, a finales de agosto del año pasado, hay una muchacha que vino de Egipto. En Venezuela tengo cuatro trabajando. Ahora mismo hay 10 institutos de investigación interactuando con nosotros.

La ciencia y la técnica son empleadas en función de la producción y la comercialización. Ese ambiente interno permite dimensionarse en el terreno de las posibilidades cognoscitivas, reconocimiento a tu trabajo, sentirte un tipo diferente y no un “agricultor de mierda”.

¿Qué peso tiene la comercialización dentro de su esquema productivo?

Yo soy soñador, pero no soy un fantasioso. Lo que no es rentable, no sirve, bótalo. Nosotros hemos logrado una diversificación alta, con la introducción de vegetales de hoja en general, plantas frutales, ornamentales, medicinales, forestales… Eso nos permite estabilizar la venta anual, en un mercado no muy exigente y con muy poca competencia, por desgracia. Pero eventualmente eso debe cambiar.

¿Qué métodos de control emplean?

Las cooperativas no deben hacerse muy grandes, de modo que se conserve el autocontrol. El sistema que pierda el autocontrol, corre el riesgo de desaparecer.

Existe un balance permanente. El pago de utilidades y salario cada 15 días da un índice de la manera en que las cosas están funcionando. Es una radiografía constante. Tenemos, además, un Centro de costos que debe rendir cuentas mensualmente. Todos venimos de empresas estatales, y no tenemos la sensibilidad o la forma adecuada de llevar las estadísticas. Chávez dice que Dios habla por las matemáticas, de modo que la economía es esencial para el control. Desde el principio hemos trabajado en ello.

¿Qué importancia le concede en este sentido a los medios de comunicación?

De manera general hay consciencia del problema de los recursos humanos en la agricultura. Hay mensajes alegóricos a lo agrícola, de buen ánimo, pero no creo que tengan la calidad o la fuerza suficiente para enganchar.

La imagen de la agricultura que proyectan es de estereotipos, pareciera que lo único que hay en el campo es un viejo con una azada. Hablan de sol a sol, de trabajo ilimitado, cuando el hombre de la agricultura no está excluido de la participación política ni de la vida social.

Las comunicaciones son muy importantes hoy en el mundo. Dentro de nuestras posibilidades tenemos los mecanismos mínimos para establecer un aparato económico, correo, etc.; pero nuestra cooperativa tiene que insertarse en los procesos de este tipo, para aportar al desmontaje de esa imagen estereotipada y estar acorde con la inmediatez que tiene el mundo de hoy.

¿A qué criterio primordial obedecen las nuevas normas y maneras de organizar el trabajo?

Estamos trabajando una agricultura del siglo XXI, que es de ciencia, de inteligencia, no de músculo; pero no es la de Monsanto, no es la de Du Pont ni Johnson and Johnson: es una agricultura de vocación, de entrega, de resultados económicos, basada en principios agroecológicos y promotora de la participación del agricultor en todos los ámbitos de la sociedad.

Nosotros, con el horario que tenemos, podemos ir al teatro, al cine, hacer lo que nos da la gana; no es el loco con el sombrero y la guataca que llega a su casa muerto, y no puede ni atender a la familia. Reivindicar la imagen del agricultor es un rescate que se impone.

Con esta manera de organizarnos y de trabajar, hemos logrado gran impacto social en la comunidad, la creación de empleo, afianzar nuestros principios agroecológicos. Además, hoy día el turismo especializado llega a nuestro Vivero. Recibimos personas de Estados Unidos, Francia, México, Ecuador, Colombia, Canadá, Bélgica… Este año nos han visitado 22 universidades norteamericanas, Harvard entre ellas, el Jardín Botánico de New York, 4 universidades canadienses; y así.

¿Qué aporte representa el cooperativismo en el actual escenario económico?

Yo soy un defensor a ultranza del cooperativismo, y estoy insatisfecho con la velocidad en que lo estamos haciendo en nuestro país. Además, necesitamos asesoramiento desde el extranjero, porque no se trata simplemente de teorizar, menos si se hace con timidez. Hay que trascender esa fase, porque nos está frenando el desarrollo.

El país ha hecho daño en lo relativo a la distribución de utilidades. Hacer el bien es fácil, lo difícil es ser justo. Eso lo dijo Víctor Hugo. Se ha hecho el bien para todo el mundo para evitar problemas; porque, si de justicia se trata, hay quien no merece –ni menos– lo que recibe; y quien, por otro lado, no reciben todo lo que merece. Pero discernir es más difícil.

Entonces esa injusticia quita el afán, lacera criterios de compromiso, de responsabilidad. Eso, sin mencionar que trato igualitario a diferentes, genera más diferencia.

El cooperativismo es la herramienta principal para mejorar estas cosas, porque nosotros estamos ahora en un tránsito a la pequeña propiedad privada. Aquí el obrero promedio que sea adinerado, no lo es por su salario. Entonces tienes al desvinculado que pone un restaurante con dinero que le mandaron del exterior, o compra dos autos para ponerlos de taxis. Entonces este que vive de los demás, que nunca ha hecho nada por ti, va a vivir mejor que tú, trabajador, y ahorita pone a tu hija de criada suya. Eso crea una situación ideológica difícil.

La cooperativa viene un poco a solucionar eso. Se trata de gente a la que el Estado le da un préstamo, un capital de arranque, y trabaja en colaboración, en comunidad de intereses. Es, además, donde mejor se coteja el interés individual con el interés colectivo, más si es con base en la democracia, y facilita incluso el control. Es una auténtica socialización del poder.

Ahora, es necesario eliminar las ataduras burocráticas. Mira: “Dime lo que no se puede hacer, y déjame trabajar tranquilo. Y si descubres que estoy incurriendo en violaciones, aplícame las sanciones correspondientes; pero no me vigiles ni me estés llenando de papeles por gusto”.

Yo me leo los documentos, y digo lo mismo que han dicho Fidel y Raúl; pero aparentemente se olvida lo que ellos dicen, no se es coherente con eso.

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