Esa es una pregunta que la dirección histórica del país nos hizo a los cubanos y cubanas de hoy. No basta medio siglo de construcción socialista para sentarnos a contemplar el camino recorrido, porque las utopías nos siguen empujando, retando y el trayecto empedrado nos avisa que el futuro no será más sencillo, mas juntas y juntos podemos empeñarnos en hacer realidad aquella certeza de Julio Antonio Mella: “todo tiempo futuro tiene que ser mejor”.
Podría parecer un lugar común decir que estos son tiempos cruciales. La Revolución cubana ha estado llena de momentos cumbres. Pero este de ahora mismo es especialmente significativo. Lo sentimos como una oportunidad de refrendar la obra social de estos años, pero sobre todo de profundizar el socialismo cubano, ese con todos y todas, ese que demanda nuestra participación real porque no se puede hacer una revolución no se parezca a los tiempos y a la gente misma que ha crecido en su seno.
El teólogo socialista Frei Betto define al militante de izquierda como aquel que profundiza su vínculo con el pueblo, estudia, reflexiona, medita, se cualifica en una determinada forma y área de actuación o actividad. Es un servidor, dispuesto a dar la propia vida para que otros tengan vida. No se siente humillado por no estar en el poder, ni orgulloso por estarlo. Lo que no concibe es ser militante de izquierda sin mancharse los zapatos allá donde el pueblo vive, lucha, sufre, se alegra y celebra sus creencias y sus victorias.
Estos meses previos al VI Congreso el Partido Comunista de Cuba, en que la población en comunidades, centros laborales y de estudios, compartió sus preocupaciones, sus temores e incertidumbres, sus iniciativas y certezas, fueron una oportunidad para hacer cotidianas esas palabras de Betto. La convocatoria de que las discusiones no se limitaran a los militantes, le permitió al pueblo en diversos espacios, volver sobre viejos asuntos pendientes de solución, refutar medidas que en su puesta en práctica no han sido efectivas o citar ejemplos donde sí funcionan bien los servicios, la atención al pueblo y sus demandas.
Dentro y fuera de Cuba los militantes de izquierda siguieron estos debates, querían saber las valoraciones de la gente, si se aprovechó el momento, si se modificaron o respaldaron los Lineamientos.
Ya sabemos el potencial inmenso que representa que las personas se comprometan, compartan sueños y afectos, por eso estuvimos al tanto de los debates que tenían lugar de nuestros territorios. Nosotros también quisimos ponerle oído a las discusiones informales que se abren de pronto en una parada de guaguas o en la más común de las colas.
Ahí te puedes trasladar a una reunión barrial, estudiantil o sindical por el relato de uno de sus participantes y escuchar los temas más polémicos: sobre la permanencia de la libreta de abastecimiento, la calidad de la atención médica, la situación del transporte urbano, la dualidad monetaria y la insuficiencia de los salarios, por solo citar algunos.
Lamentamos las noticias que referían discusiones estériles, mudas o casi en silencio, como si quienes protagonizaran ciertas reuniones no hubieran entendido que su voz, alta y clara, es tan necesaria para este país como la fuerza de sus brazos y mentes lo son para echar adelante nuestra economía y mejorar la calidad de vida de todos los cubanos y las cubanas.
Nos alegramos cuando supimos de una iniciativa que apuesta por eliminar prohibiciones innecesarias que frenan la espontaneidad y la creatividad de nuestra gente y sirven de escudo a la burocracia desmedida, que tropieza contra el sentido común.
No dejamos que nuestras preocupaciones quedaran en el camino. Las planteamos, las argumentamos, las enriquecimos, las ilustramos con ejemplos y experiencias de nuestra cotidianidad, de lo que vemos a través del vínculo con otras personas que dentro o fuera de la isla luchan también, por la justicia y la participación consciente.
Ese es uno de los principales desafíos de la Cuba que somos: no perder la brújula que nos tira a militar a la izquierda como nos definía Betto, con los pies puestos en la realidad de la mayoría, codo a codo con quienes han confiado en que el futuro era suyo y han llegado hasta aquí para vivirlo. Nos toca recrear este tiempo presente para edificar un mañana en el que el socialismo cubano no sea una herencia, ni trofeo, sino gozo colectivo, sentido común, razón de vida.