El sábado 6 de marzo del 2010 el pintor Alexis Leyva (Kcho) llegó a Puerto Príncipe junto a casi 50 artistas cubanos. Iban a hacer arte de campaña por y para el pueblo haitiano. Las jornadas intensas que compartieron allí, se quedaron grabadas como una cicatriz en la memoria de los integrantes de la Brigada Martha Machado. Para Yasek Manzano “fue grandiosa esa oportunidad de ayudar”.
Era su primera vez en el país caribeño. De él sabía, lo que todo el mundo: “de la tremenda pobreza, de los terremotos de enero que fueron una nueva y terrible desgracia por la cantidad de víctimas y los destrozos, pero al mismo tiempo a partir de ese momento, el mundo le echó un ojo a Haití tan necesitado de esa atención.
“Vimos las condiciones en que viven, muy precarias, sobre todo desde el punto de vista sanitario. Es un ambiente muy propicio a las enfermedades de todo tipo. Y a pesar de ese nivel sanitario tan bajo, los haitianos son personas muy finas a la hora de expresarse. Tienen una sensualidad increíble. Son personas muy especiales, lindas, carismáticas…
“Merecen una estrategia para desarrollar todo ese potencial, pero ha sucedido lo contrario. Los gobiernos han vendido el país. La mayoría del pueblo sigue en carpas y no hay un proyecto de desarrollo para cambiar esa situación. Necesitan un gobierno que les haga desarrollar y vivir como seres humanos más íntegros, y potenciarse culturalmente. Igual te encuentras a intelectuales con una visión e inteligencia increíbles. El potencial humano existe, está en ellos, como en Cuba, con esa fuerza y gran mezcla, que es tan especial en el Caribe”.
Aunque algunos medios han intentado ocultar el importante refuerzo médico cubano y de egresados de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), para el pueblo haitiano, la solidaridad de la Isla vecina no tiene comparación, sobre todo porque la presencia cubana no se circunscribe al 2010. Yasek lo comprobó durante su estancia allí.
“Con Cuba es muy diferente. Yo lo viví con la gente en las calles. En una ocasión caminando nos encontramos a un haitiano y le mostramos una foto de Fidel que traía en la billetera y el hombre se arrodilló y empezó a hacer plegarias al sabernos cubanos. No porque fuéramos cubanos turistas o curiosos, sino porque en verdad los cubanos se han preocupado desde antes por ese pueblo.
“Los médicos son los verdaderos héroes, que han hecho una labor impresionante y eso me enorgullece muchísimo. Yo viví la emoción y el agradecimiento de los haitianos. Se sensibilizaban mucho por la ayuda desinteresada del personal médico cubano”.
¿Ustedes actuaron para los médicos?
“Claro, para darles ánimo. El trabajo de los médicos es a_ full time_, muy estresante. A toda hora estaban llegando pacientes. Algunos estaban desde una misión anterior y con el terremoto tuvieron que consagrarse una vez más e intensificar su trabajo. Es un esfuerzo muy duro. También estuvimos en zonas damnificadas del país.
“Fuimos como médicos. Médicos para los médicos y también para los haitianos. Éramos artistas de la plástica, los zanqueros de La Habana, los magos, los bailadores de Café con Tap, los humoristas…La labor de todos a los médicos les hizo regresar un poco a Cuba, después de tanta angustia y problemas. Sufrían a diario con los dilemas de los haitianos. Lidiaron física y psicológicamente con las secuelas del desastre. La labor más importante es la de los médicos. Lo que hicimos fue una especie de cura para el alma, digamos que es como el éter, para ayudar a que esos médicos trabajen ese tiempo de misión y a los haitianos, el intercambio les hablaba de esa sincronía entre ambas culturas, entre la de ellos y la nuestra.”
¿Cómo era una jornada de la Brigada artística allí?
Cada día teníamos un programa, con funciones. Los días de trabajo eran muy duros. Teníamos que caminar mucho. Los pintores trabajaban con los niños, abrían los lienzos y les daban con qué pintarlos, mientras los músicos, los zanqueros… nos dedicábamos a animarlos. Organizábamos así actividades en las que todos colaborábamos. Yo me pasé todo el tiempo improvisando, hacíamos fanfarreas, que tuvieran más que ver con lo festivo, con el circo.
¿Cómo los haitiano y haitianas recibían esas presentaciones?
La gran satisfacciones que tengo de esta experiencia en Haití es poder recoger de las personas ese incentivo -cosa que le agradezco a la brigada Martha Machado. Fue algo que me llenó el espíritu.
¿Qué cambió dentro de ti después de compartir tu arte en Haití?
“Cuando te entregas a un proyecto como este, en el que eres un eslabón para un proyecto justo algo que hemos aprendido en Cuba, y tienes que entregar con humildad tu arte, y te mezclas con otras personas que tienen la misma sensibilidad por brindarle felicidad y ayudar a las personas que te agradecen lo que tú puedes darles, sin importar si tienes una formación académica, si eres un dios en Cuba o no, lo que les interesa es lo que tú puedas darles de verdad, de corazón,…llegar a esa experiencia, es algo verdaderamente liberador, que te limpia el alma.
“Yo aproveché para hacer un repaso de mí mismo y ver qué es lo verdaderamente importante en la vida. Mi música tiene una razón justa, espiritual, es sincera y eso lo demostré allá, en los momentos en que fuimos a tocar a las fosas comunes, donde estaban los cuerpos en la tierra…No importa cómo nos siembren. Yo fui ahí a tocarles a aquellas almas que cayeron y a darles la sepultura que se merecían, así lo sentí y entonces recordé lo que pasó cuando el Katrina y lo que hicieron los artistas norteamericanos en New Orleans para recaudar fondos a favor de los damnificados.
“Sentí como mía aquella sangre, sembrada en suelo haitiano y para ellos toqué un blues. Esa fue una de las experiencias más fuertes. Cuando miro los videos, me digo que fue como si hubiera estado poseído. Estaba transformado. Fue una comunicación total con la tierra, fue como volver a recapacitar sobre el poder espiritual que tiene la música en mi vida.
“Pasé sin sabores en Haití, y también grandes alegrías. Lo que más recuerdo y lo que más me marcó fue justamente lo que recogí, ese viaje espiritual. No puedo recordar la fecha exacta en que estuve allá, el nombre de algunas zonas que recorrimos. Las cosas se nos olvidan, pero todo lo llevamos dentro cuando nos encontramos, cuando elegimos un camino, una identidad. Quizás por eso lo que no olvido es esa sensación espiritual, que se quedó conmigo para siempre y es lo que me hará regresar a Haití con los mismos deseos.
“Parece una cosa sencilla pero es muy profunda, sobre todo cuando se trata de un país que ha dado un apoyo total y desinteresado, y que ven que ese pueblo cubano es como ellos mismos: alegres, sensuales, bailadores, son fiesteros, son finos, son cultos. Ese nivel de empatías, de comunicación es fundamental desde un niño hasta un adulto”.
¿Tu satisfacción mayor?
La satisfacción mayor la sentí con los niños, de tocarles y verlos reírse y seguir detrás de mí. Cuando paraba de tocar, porque ya estaba muerto de cansancio, agotado por el sol, ellos me miraban y se quedaban esperando que siguiera tocando la trompeta y entonces les improvisaba cualquier cosa, un jazz, un blues…Fue lindo, muy lindo. Aprendí también el gran poder de adaptación y la fuerza que tienen los niños, y que con la fantasía, con el arte, se potencia ese espíritu.
“Sentí además la tristeza de esos niños que perdieron a sus padres. A los que quedaron huérfanos se les hacían actividades recreativas y nosotros nos sumamos a ese plan para entregarles un poco de alegría con entretenimiento, imaginación, sonrisas. También vi muchas personas deprimidas. Imagínate, gente que de pronto lo perdió todo. Solo les queda una carpa”.
¿Qué es lo que más retuvo tu memoria?
“Precisamente la sonrisa. Esas sonrisas desde las más espontáneas hasta las más sutiles y melancólicas. Bien llamada está la Misión Sonrisa. Las expresiones pícaras y penetrantes de los niños, la sabiduría de los viejitos…
La sonrisa es la muestra de que hay vida en medio de tanta vorágine. Su autenticidad hay que llevar a un plano superior de organización. La identidad está en las calles, en la sangre de los haitianos. Pero eso peligra en medio del american dreams, del capitalismo global, que exige una educación moral, a la que no tienen acceso.
“Muchos hablaban con convicción, de la necesidad de cambiar. Pero para arreglar un país así hará falta mucho tiempo. La educación no ha recibido suficiente apoyo para retomarse y eso es fundamental. Es importante reformar el país, aprovechar el caos para refundarlo”.
Nota
La Brigada artística cubana Martha Machado se creó en 2008 para llevar un mensaje cultural y de aliento a los residentes en las zonas afectadas por los huracanes Gustav, Ike y Paloma, tras su paso devastador por la Isla. Luego, comenzó a extenderse a muchos otros lugares del archipiélago, en los que estableció campamentos para recibir a artistas, instructores de arte o estudiantes de esa especialidad. Ante la dramática situación del pueblo haitiano, no dudaron en llevarles su arte. Grupos como Tropazancos, Café con Tap, una representación del Circo Nacional de Cuba, los músicos Kelvis Ochoa, Yasek Manzano y los artistas de la plástica Ernesto Rancaño, Sandor González, Juan Carlos Pérez y Javier Guerra siguieron al promotor de esta iniciativa el también artista de la plástica, Alexis Leyva (Kcho). Fuente: AIN
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