Desde la dimensión teórica abstracta que propone la academia entendí la Educación Popular después de leer a Paulo Freire y después de escuchar mil una historias de las experiencias del Centro Memorial Martin Luther King Jr. con la Red de Educadoras y Educadores Populares: “que las personas somos seres dialógicos y debemos confiar en la construcción colectiva, la politización de la pedagogía…”
Todos esos conceptos, como buen revolucionario uno los aprende enseguida, pero después viví un taller y sentí que la Educación Popular es la revolución que necesita el socialismo, para formar el Hombre Nuevo que siempre va a estar en construcción.
Nunca antes pensé que pudiera existir un espacio liberador de tal magnitud, en el que los conceptos de amor y respeto se convirtieran en los puntos axiales del pensamiento colectivo, sustituyendo la premisa biologicista que induce a un individualismo egoísta: el hombre es un lobo para el hombre, y nada de eso. ¿Desde cuándo nos conocíamos? Parecía que ese grupo hubiera vivido y crecido junto, que fuéramos amigos de toda la vida. Por eso les agradezco, fue una semana inolvidable.
De esta forma la palabra desaprender deja de ser una composición simbólica y destruye a golpe de martillo y de hoz las estructuras estáticas que se acomodan de manera estructuralista y que conforman la confianza verticalista, el modo de pensar, ser y sentir que uno y todos reproducimos. ¿Por qué si no, como dijera Frei Betto, el socialismo es el nombre político del amor?
Del Taller Básico de Educación Popular en Camagüey nos vamos con mucho más trabajo que cuando entramos en ese salón: hecho a nuestras espaldas y por hacer el resto de nuestras vidas. Todo el espacio que no ocupado, será ganado por el enemigo, será lugar para la dominación.
Así termino, como un nuevo hermano dice: “aprovechemos estos momentos de lucidez antes que caiga sobre nosotros, con todo su peso, como una losa, la cruda realidad aun por transformar.”