Temprano comenzaron a llegar miembros de delegaciones provenientes de más de dieciocho países. Venían recorriendo caminos desde La Paz, donde varias y varios participaron en la histórica marcha que culminó con la aprobación de la ley que viabilizará la nueva Constitución y la refundación del país. Se encuentran ahora en Santa Cruz de la Sierra, convocados por el Encuentro Internacional de Solidaridad con Bolivia La ceremonia de inauguración se realiza con representantes de diversas naciones originarias.
Le toca a los sabios y sabias de Ecuador dirigir la celebración, que resulta una amalgama extraordinaria de símbolos.
El primero y principal es netamente político. En el recinto están nada menos que Evo Morales y Alvaro García Linera, presidente y vice de la república. Hace poco más de un mes se las hubieran visto en figurillas para llegar a estas tierras. Los grupos de poder locales habían decidido “no permitirles pisada”, y para ello armaron hordas de delincuentes que se ocupaban de cercar y tomar los aeropuertos locales. Hoy las fuerzas de derecha hacen silencio; se encuentran enfrascadas en un feroz ajuste de cuentas interno, culpándose mutuamente por la derrota sufrida en el Congreso y en las calles. La región que hace pocos meses se presentaba con provocativa soberbia como Media Luna, hoy está fracturada y en desconcierto. La inteligencia y paciencia de un indígena logró desarticularlos, apelando una y otra vez al diálogo, con una constancia que sólo pueden dar cinco siglos de resistencia y el respaldo mayoritario de la población boliviana.
El segundo símbolo hunde sus raíces en los pueblos originarios. Un sabio amazónico pide a los participantes saludar a los cuatro puntos cardinales, evocando las fuerzas que emanan de los territorios, etnias y culturas de cada uno de aquellos rincones. De inmediato, un sabio maya trae desde Guatemala el bastón de mando de su nación, y reza en su idioma, bendiciendo a Evo.
Un quichwa ecuatoriano sorprende citando la Biblia. Menciona al Cántico de María, y resalta la frase que alienta a destronar a los poderosos de sus puestos. Luego recuerda las palabras del Señor cuando Herodes lo investiga: “…Vayan y díganle a ese zorro…los ciegos ven…”, y dice este indígena que los ciegos están viendo en América Latina, que los pueblos están viendo con sus propios ojos, sin miradas prestadas. Están viendo y están marchando, destronando potentados para poder ver otro mundo posible.
Debo confesar que esta última intervención me resultó inesperada. Fue un ejercicio de relectura bíblica franco y estimulante, articulado con absoluta naturalidad en medio de los demás símbolos. Los movimientos sociales son capaces de tejer tramas simbólicas poderosas y coherentes desde sus luchas cotidianas, para nutrirlas, alentarlas y otorgarles sentido. Recuperan el potencial insurgente del Evangelio, y lo hacen con, contra o a pesar de nuestras iglesias y sus teologías.