Cada vez es más fuerte la sensación de que en Cancún se repite Copenhague con la fórmula que ya parecen tener sistematizada los países del Norte, que seleccionan su territorio de operaciones, secuestran el documento de la negociación, y acusan a quienes se le oponen, de bloquear unas negociaciones que han tenido como eje, los bosques, agua, otros componentes naturales, y la tecnología. Todo se ha negociado en Cancún, menos el cambio climático.
Los países del ALBA se mantienen en la postura de no aceptar ningún resultado que salga de un texto hecho por unos pocos que protegen los intereses del capital, y han comenzado a acusar al gobierno mexicano abiertamente de no favorecer la transparencia prometida, lo que los convertiría en máximos responsables del fracaso de Cancún.
La clave de la actitud de los países desarrollados es salir de la COP 16 sin tener algo que los vincule legalmente en el seguimiento de los compromisos de reducción de emisiones y desarrollar el mercado de la vida, un mercado donde toda la naturaleza tiene precio y todo puede ser vendido y comprado.
Por otro lado está el rol de las grandes empresas, el gran capital. Empresarios de petróleo, software y otras ramas bien lucrativas del mercado internacional reunidos en la COP, emitieron una declaración, donde plantearon la disposición a tener más presencia, más participación y oportunidades de negocio en el tema de cambio climático porque pueden ser parte de las soluciones. Con esta declaración queda más evidente que las trasnacionales, y bancos privados, las IFIS, los bancos de desarrollo, están aprovechando la situación para reforzar las oportunidades de negocio y ponerse como observadores y garantes del cambio climático.
A la larga, el capital pretende pintar de verde el modelo, convirtiendo a las mismas empresas criminales causantes del problema, en empresas generadoras de las soluciones. Todo el mundo quiere expiar su culpa y limpiar de manchas ecológicas su mercancía sin cambiar ni un ápice la manera de extraer recursos, producir y distribuir.
Muchas organizaciones civiles, redes y movimientos sociales han hecho declaraciones contra esto. Entre ellas, la red Jubileo Sur, los Amigos de la Tierra, la Vía campesina, Otros mundos Chiapas, la Alianza panafricana de justicia climática (PACJA). En cada caso se ha denunciado el procedimiento y los contenidos de la negociación a través de conferencias de prensa y documentos presentados ante la presidencia de la COP, pero se desconoce si ha seguido algún otro curso y no parecen haber tenido ningún impacto en las supuestas negociaciones.
¿Y qué pasa con las organizaciones sociales?
El gobierno de México está interesado en mostrar al mundo que sí hay democracia en el país. No quieren dejar una huella negativa en la opinión pública internacional. Sin embargo, es sabido que Cancún fue elegido para la COP entre otras cosas porque no existe aquí un sector social organizado, no hay base social capaz de apoyar procesos de movilización y resistencia. De cualquier modo, hasta Cancún han llegado alrededor de 3000 personas de todas partes del mundo, la mayoría de ellos, miembros de las caravanas ya ubicadas en los campamentos de la Vía campesina y el Diálogo climático. Las organizaciones sociales internacionales no han movilizado a tantas personas como en otras ocasiones, en alguna medida porque este ha sido un año de muchos escenarios internacionales de lucha, y se complica la participación en sentidos de tiempo y recursos.
A pesar de no ser muy numerosa la fuerza social que hoy exige en Cancún un acuerdo que favorezca a los pueblos y a la vida del planeta, se han comenzado a dar manifestaciones de protesta y denuncia en el centro de la ciudad.
También comenzó ayer el Foro de justicia climática. Diálogo de los pueblos convocado por Diálogo climático – Espacio mexicano. El inicio estuvo marcado por una discreta inauguración en la que la gran ausente fue la mística que nos conectara a todos entre nosotros y con la naturaleza. Los participantes quedamos con deseos de sentir la magia que nutre a la cultura de vida del pueblo mexicano.
En la mesa de inauguración se presentaron temas como la participación popular en los procesos del clima, la importancia de respetar a los pueblos indígenas, la oposición al comercio y a un financiamiento para el clima controlado por el banco mundial.
Elizabeth Peredo, de la Fundación Solón, destacó la idea de que no se trataba de una crisis medioambiental, sino civilizatoria y que debíamos llegar a transformar la forma de relacionarnos. También trajo a la mesa el Acuerdo de los pueblos, como algo a defender aquí en Cancún, y también después.
Sebastián Valdomir, de Amigos de la Tierra internacional, habló de la creación de un tribunal internacional de justicia climática que pueda estudiar los crímenes ambientales de las empresas trasnacionales, que debe ser un espacio político de encuentro de afectados por el cambio climático.
Para el 7 de diciembre, día de acción global, están previstas dos marchas, una de la Vía campesina junto a otras organizaciones, y otra del Espacio mexicano – Diálogo climático con las que se hará más visible a los medios y al interno de las negociaciones, la postura de los movimientos sociales.
A pesar de los obstáculos y dificultades vividas estos días, hay varios signos de esperanza que alimentan la lucha. Se ve mucha gente joven que se expresa con fuerza contra lo que está sucediendo, y se comparte como un consenso cada vez más logrado, que el enemigo de los pueblos más que los gobiernos dependientes del capital, las grandes empresas o las instituciones financieras internacionales, es el sistema capitalista que en todas estas figuras, encuentra expresiones múltiples.
Otros consensos cada vez más claros son el enfrentamiento a REDD, al Banco mundial y a la comercialización de los recursos naturales. Queda pendiente construir el consenso sobre las alternativas que debemos construir, y los ejes de la formación que necesitamos los pueblos para ocupar también el territorio legal de esta lucha.
Cada vez es más fuerte la sensación de que en Cancún se repite Copenhague
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