Caminos anduvo por Bayamo, Granma, para celebrar la Jornada Betania en el oriente cubano. Durante esos días de noviembre nos dimos un salto a Manzanillo. Allí descubrimos cómo los cometas que empinan los niños pintan las tardes del litoral.
Foto 1: Lo primero es tocar el viento. Si sopla fuerte, el malecón resulta la mejor pista. Curricán (hilo) en mano, los niños alistan el despegue.
Foto 2: Al papalote más fácil de hacer aquí le dicen papagallo; aunque en otros lugares del país es llamado chiringa: “Con una hojita cualquiera y unos palitos de güin basta.” También están los coroneles, que son “más grandes y pesados, y los más lindos que se ven en el cielo”. Pero la cometa, en forma de rombo, es la preferida para levantar el vuelo.
Foto 3: ¿Cómo puedo hacer mi papalote?, le pregunto a José. “Fácil, hasta con papel periódico”. Y me señala las varillas en cruz que conforman el “esqueletico”; los frenillos para moldear el vuelo; la cola, de telas multicolores, hilos o cintas de máquinas que se cansaron de coser.
Foto 4: “Dale hilo, dale hilo”. Así se juega a esconder el papalote entre las nubes.
Foto 5: Jachear o gambear significa “poner a salvo mi cometa”. A veces hay pacíficas guerras entre papaloteros. Un buen movimiento permite mantenerlo en el aire.
Foto 6: Pero en otras ocasiones, el papalote se despista con el azul del mar o dice adiós y se va a bolina.
Foto 7: Este litoral es como una esquina de la infancia. ¿Recuerdan aquellas aventuras? Ellos corren sin saber que sobre el muro un coro de nostalgias los anima.
Foto 8:José nos acompañó hasta que la tarde bajó su marea. Nos regaló un viaje al tiempo de los cometas, y todos los secretos que le enseñó la brisa de la costa.