Home Resumen Semanal No. 18-2012 Colombia sigue atrapada en la mentalidad guerrera

Colombia sigue atrapada en la mentalidad guerrera

Si el senador Iván Duque llega a la presidencia de Colombia, como parecen pronosticarlo las encuestas sobre las elecciones —cuya primera vuelta será el 27 de mayo—, tendría que agradecerle, en primer lugar, a la extinta guerrilla de las Farc. Y no es porque los 7000 exguerrilleros, que entregaron casi 9000 armas y se constituyeron en un partido político, estén apoyando su candidatura. Al contrario, es porque la contienda política se sigue planteando como si el desarme y el fin de la guerrilla no hubieran ocurrido.

Los colombianos nos acostumbramos a la guerra que, durante décadas, fue, precisamente, la ausencia de la política. La guerra sigue en nuestro imaginario. Nos cuesta cambiar de juego y aceptar que gracias al acuerdo de paz están emergiendo otros conflictos que han estado pendientes y cuya solución no pasa por eliminar al adversario.

Y nos cuesta más porque la derecha, especialmente la uribista, insiste en ese discurso contra las Farc y todo lo que se le parezca o suene a “izquierda”, socialismo o “castrochavismo”. Luego de que su partido, la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (Farc), sufriera varias agresiones en algunos actos de campaña y del deterioro de su salud, Rodrigo Londoño, el excomandante Timochenko, terminó retirándose de la contienda electoral.
El acuerdo de paz está lejos de ser perfecto. Hay fallas y retrasos en su puesta en práctica y, en las últimas semanas, grupos disidentes como el de alias Guacho han secuestrado y asesinado en el sur del país mientras la Administración para el Control de Drogas estadounidense (DEA) ha señalado a algunos de los principales líderes de la Farc —como Seusis Hernández Solarte, alias Jesús Santrich— de estar involucrados en el tráfico de drogas.

La campaña de Duque ha aprovechado esta racha de malas noticias y hoy es el favorito para llegar a la presidencia.

Como reacción a esta tendencia y a lo que implicaría un posible regreso del uribismo al poder, la candidatura de uno de sus adversarios de antaño, el exsenador y exalcalde de Bogotá Gustavo Petro, ha tomado cada vez más fuerza. El auge de un candidato de izquierda con claros visos populistas podría ser interpretado como un gran cambio derivado del acuerdo, que permitió que, por fin, una izquierda no armada ocupara su lugar en el tablero político.

La coalición de Petro ha puesto a la desigualdad social en primer plano y planteado un modelo económico no neoliberal. También está hablando de acceso a tierras, reforma del sistema de salud y de otros problemas que, tras la desaparición del conflicto armado, claman atención urgente. Esos son los temas de fondo del país y deberían ser el eje del debate, porque son los que el próximo gobierno tendrá que enfrentar.

Pero la campaña presidencial se ha centrado en especular sobre cuáles son los verdaderos intereses o agendas ocultas de los candidatos: qué tan “títere” es Iván Duque de su padrino político, Álvaro Uribe, o qué tan “castrochavista” es el exguerrillero del M-19 Gustavo Petro. Cualquiera de sus propuestas o ideas pasan por el filtro de estas etiquetas, que son repetidas por los medios de comunicación y que circulan en las redes sociales transformadas en cadenas de noticias falsas.

Petro propone comprar tierras improductivas y en la agenda eso se transforma automáticamente en que hará “expropiaciones” como Chávez y Maduro en Venezuela. Duque habla de reformar el acuerdo de paz y se interpreta como que lo hará “trizas”, pasando por encima de todas las instituciones, especialmente la justicia. Ambos despiertan miedo en distintos sectores, y los profetas del desastre, de izquierda y de derecha, lo exacerban. Este temor le ha servido a ambos políticos para configurarse como las únicas opciones viables a la presidencia: votar por Duque es votar contra Petro y viceversa.

En medio de la polarización, la sorpresa, dicen los analistas, la puede dar el exvicepresidente Germán Vargas Lleras, quien lejos de representar una opción distinta es otra versión del discurso anticastrochavista combinado con lo peor de siempre: las maquinarias, los partidos tradicionales y las alianzas con los políticos más cuestionados y desprestigiados. Y solo por esa razón —puro cálculo clientelar— podría colarse a la segunda vuelta si consigue cuatro millones de votos.

Sergio Fajardo, el exgobernador de Antioquia y exalcalde de Medellín, y Humberto de la Calle, el que fuera negociador del gobierno en el proceso de paz, son los candidatos que podían representar la alternativa y que querían llevar temas desatendidos a la agenda pública —la lucha contra la corrupción o la educación, por ejemplo—, pero quedaron al margen. Ambos insistieron en el diálogo y en la reconciliación del país tras el acuerdo. Pero ese discurso no dio resultados, quizás porque hay que predicar con el ejemplo y Fajardo y De la Calle no lograron aliarse para impulsar una sola candidatura.

La unión, la reconciliación, el entendimiento… es lo último que está pasando en Colombia. No se puede dejar de hacer la guerra, mentalmente, a partir de la firma de un acuerdo de paz por decreto. Los discursos, los imaginarios, tardan en cambiar y es responsabilidad de los líderes facilitar que eso suceda. Apelar nuevamente a los temores para montar una campaña emocional ha sido una táctica política eficaz pero era lo que menos necesitaba la sociedad colombiana. En un país con heridas abiertas no solo es una estrategia cruel, sino también peligrosa.

Colombia está en una delicada transición y estamos viendo ya el principio de otro tipo de conflicto —de ideas, de modelos— que no va a terminar. Al contrario, en el escenario más probable, tendremos a Iván Duque como presidente y a Gustavo Petro como el líder de la bancada de la oposición en el Senado. ¿Vamos a ver, entonces, un escalamiento mayor de la pelea actual o incluso un choque de poderes?

Ojalá que superada la campaña, empiecen a demostrar que la política no solo es la guerra sucia y manipuladora que hemos visto en las últimas semanas y que la paz no es la ausencia de conflictos, sino la búsqueda —a partir de la discusión y la negociación— de la mejor manera de solucionarlos.

Por: Catalina Lobo-Guerrero, periodista colombiana que vive en Barcelona.

RELATED ARTICLES

Mujeres en CREA: talleres para sostener la vida cotidiana

Que la gente pueda comparar lo bueno que tenemos, y que es nuestro porque lo construimos nosotrxs y buscamos la manera siempre de forma creativa sostenerlo, y ser amorosos y compartir.

Editorial: Inspiración en Martin Luther King Jr.

Cuando la vida se complejiza, y el contexto muestra que requerimos de mayor organización dentro del movimiento para lograr eso que deseamos, revisitar los...

Declaración en defensa de la Revolución Bolivariana en el camino de la integración de los pueblos

Quien se levanta hoy con Venezuela, se levanta para todos los tiempos

Deja un comentario

- Advertisment -
4,826FansLike
2,021FollowersFollow
107SubscribersSubscribe

Most Popular

Mujeres en CREA: talleres para sostener la vida cotidiana

Que la gente pueda comparar lo bueno que tenemos, y que es nuestro porque lo construimos nosotrxs y buscamos la manera siempre de forma creativa sostenerlo, y ser amorosos y compartir.

Editorial: Inspiración en Martin Luther King Jr.

Cuando la vida se complejiza, y el contexto muestra que requerimos de mayor organización dentro del movimiento para lograr eso que deseamos, revisitar los...

Declaración en defensa de la Revolución Bolivariana en el camino de la integración de los pueblos

Quien se levanta hoy con Venezuela, se levanta para todos los tiempos

¿De qué se trata el amor?

La base del amor cursi es la posesión, la propiedad sobre lo amado. Se trata de elegir el desafío de desaprender el amor cursi y descubrir ese amor ontológico que está en la condición humana.
[searchandfilter fields="search,category,post_tag"]