“No sé qué hacer”, dijo a IPS una mujer habanera, de 53 años, que se vio por primera vez en la vida sin la seguridad del empleo estatal. Otra, de 39 años y alta calificación, recuerda los tiempos en que buscó trabajo de ejecutiva en el sector turístico: “nadie me lo comunicó, pero me contaron que no obtuve la plaza por tener una niña pequeña”.
Como en todo el orbe, a pesar de constituir generaciones muy preparadas, las mujeres cubanas continúan a la saga en los sectores de la economía de mayor estabilidad y remuneración monetaria, reitera la socióloga Mayra Espina Prieto en sus estudios sobre pobreza para el Centro de Investigaciones Sociológicas y Psicológicas.
Según fuentes oficiales, ellas perciben salarios que representan entre 80 y 85 por ciento de los sueldos de los hombres, por razones como menor cantidad de días trabajados al tener que dedicarlos al cuidado de la familia, sobre todo de la infancia y las personas de la tercera edad.
Ellos son mayoría en los puestos ejecutivos en empresas mixtas con capital extranjero, en el sector del turismo y en buena parte de las opciones laborales que incluyen posibilidades de acceso a gratificaciones en divisa. Pueden estar más capacitadas, pero suelen ocupar cargos de dirección intermedios.
El trabajo femenino remunerado se concentra fundamentalmente en el sector estatal y civil, donde abarcan 42,7 por ciento del total, y llegaron en 2009 a constituir 59 por ciento del personal de administración, según la Oficina Nacional de Estadísticas (One). Ese panorama representa una etapa que concluye, después de la aprobación de políticas descentralizadoras para rediseñar el sistema económico del país en el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, realizado en abril. El empleo estatal transita desde 2010 por un importante proceso de reajuste.
A pesar de que el presidente Castro instó ante el parlamento a “evitar cualquier manifestación de favoritismo, así como de discriminación de género o de otro tipo” en esta medida, la situación de desventaja que rodea a la mujer encendió la alerta roja entre la comunidad especializada en la temática y el activismo ciudadano.
“No veo que el autoempleo ofrezca muchas garantías para la seguridad de toda la revancha de gente sin trabajo, y la mayoría van a ser mujeres”, comentó a IPS Zulema Hidalgo, del no gubernamental Grupo de Reflexión y Solidaridad “Oscar Arnulfo Romero” (OAR).
Las mujeres representan alrededor de 30 por ciento de las personas que optan por el trabajo por cuenta propia en Cuba, se mantienen en oficios considerados femeninos y con posibilidades limitadas de ingresos, son vendedoras o trabajadoras contratadas y casi nunca aparecen como las dueñas de los negocios familiares.
A partir de su experiencia en el acompañamiento de comunidades desde 1994, Hidalgo opina que ellas “tienen que empezar a darse golpes y trastazos” si desean avanzar con iniciativas privadas. A su juicio, se necesitan más libertades en el comercio y conocimientos sobre cómo vender un producto o entrar en determinado mercado.
La elevada carga de trabajo doméstico que ellas asumen y la responsabilidad del cuidado de la familia las limita en la participación en la economía. De hecho, Hidalgo aboga por visualizar el número creciente de mujeres que deben dejar su empleo para cuidar de enfermos o sus hijos pequeños, y las amas de casa.
Las cubanas dedican más de 34 horas como promedio semanal en labores hogareñas, mientras los hombres destinan alrededor de 12 horas para estos fines, sobre todo en tareas de apoyo, según investigaciones realizadas en la isla.
En todas las latitudes, ellas suelen insertarse en la economía fundamentalmente a través del empleo, la vía de subsistencia actual con mayor inestabilidad y más bajos ingresos, explicó María Ángeles Sallé, una experta española en temas de políticas de igualdad que visitó La Habana a principios de este año.
“Las mujeres hacemos las dos terceras partes del trabajo que se realiza en el mundo, percibimos 10 por ciento del ingreso y tenemos el uno por ciento de la propiedad”, recordó Sallé, en diálogo con IPS, quien usa siempre estos datos de la Organización de las Naciones Unidas para reflexionar sobre la falta de equidad de género en esta área.
“La cuestión no está en incorporarlas más al trabajo: trabajan hoy todo el tiempo”, analizó. Para la socióloga, las metas más urgentes son conquistar sectores claves de la economía, que en la actualidad se trasladan al mundo de los negocios y resienten al empleo, y redistribuir las tareas en la vida doméstica.
En Cuba, las posibilidades laborales estatales se concentran ahora en la agricultura, un espacio donde la población femenina ha tenido una participación mínima. Según la ONE, sólo 3,2 por ciento de las personas contratadas en agricultura, caza, silvicultura y pesca eran mujeres.
Más de 11.000 mujeres se han beneficiado por el momento de un proceso de entrega de tierras ociosas en usufructo, iniciado en 2008 como parte de una reforma para reactivar el sector agropecuario.
Dilcia García, de la Asociación Cubana de Producción Animal, abogó, en conversación con IPS, por “realizar acciones para resolver o estrechar las brechas de género que todavía existen, y vencer obstáculos subjetivos”, para alcanzar una mayor incorporación femenina en la vida económica rural.
“En todos los sectores del país tenemos una cultura patriarcal y en el nuestro (el trabajo agropecuario) quizás es un poco más fuerte”, aseveró García. En su organización, de carácter civil, sólo 30 por ciento son mujeres, de alrededor de 36.000 integrantes.