Desde el inicio de este año, son varias las delegaciones que han llegado al Centro Memorial Martin Luther King. Dos pertenecen al Centro de Educación Mundial de los Estados Unidos (CEM) y vinieron interesadas en tocar esas zonas de la cultura más afectadas por el bloqueo norteamericano para, al volver a su tierra, encontrar nuevas y nuevos devotos de la solidaridad.
También tuvimos la presencia de un grupo de Acción Permanente por la Paz, que quiso conocer sobre temas relacionados con la historia y la política cubanas.
Después de recorrer las calles de La Habana y de dialogar con nuestra gente, dejaron en versos las huellas de su crecimiento e inspiración por Cuba. Compartimos con lectoras y lectores, el poema que nos regaló Steven Saari, integrante de la delegación del CEM.
Despertando en Cuba
Esta mañana, entendí al Sol
mi separación de él,
las eternas olas, las distantes colinas.
Y desde el marco de esta ventana habanera
mi mente es un fuego ardiente en el fondo del océano.
Con las líneas invisibles que abrazan una muralla gigante
atraída por la lenta mano de la indiferencia
la añoranza por las hambrientas aceras de yeso debajo
del perro vagabundo.
Los atentos ojos del gato salvaje
calcan el rostro de un ratoncito Mickey
y entonces me deslizo a mi máquina rota,
la tentación derritiendo al plástico disparejo de su propio invento
los brillantes colores —tóxicos y salvajes— cediendo al
desesperado calor.
Y entonces me sumerjo en el agua caliente
para desafiar las brasas hacia la costa ignota
con el imperio enyesado sobre mi cuerpo desnudo.
El llamado de Yemayá cayendo en estos brazos
con el ascenso del paso, en la estela de su pensamiento
iluminado por modernos mapas que cubren la verdad.
De las luces desvanecidas de las calles, donde explotamos
desde esquinas no vistas, todos los ritmos a la vez
para seguir a las olas que llevan todos los viajes a casa.
En la calidez de una estrella naciente
donde el gallo suena más alto que una campana resonante
el balcón que le juega su truco al quicio
el juguetear del tiempo con el reloj que marca las horas
el carretón desvencijado y el caballo esculpido.
Halan los momentos ponderados hacia la cabeza empotrada
para mostrar estas revoluciones eléctricas en la mecánica
de la aurora… Y entonces ahora, en la punta de mi lengua,
un silencio rodante.
*Traducción: Alberto González