Santiago es una ciudad de fuego. Su reflejo de techos inclinados hacia la bahía y su gente de conga y paso franco lo ratifican en cada oportunidad. Tal vez, la escusa más reciente para tal confirmación, tuvo lugar en la Edición 33 del Festival del Caribe, espacio propicio también para la consolidación de una identidad caribeña propia.
Los medios de prensa habían anunciado el final de la Festividad reseñando sus principales actividades. La quema del diablo, a orillas del mar, El desfile de la serpiente, las ceremonias mágico-religiosas… “Durante las primeras dos semanas de julio, en la ciudad oriental se danzó y celebró la unión cultural de los pueblos de Latinoamérica y el Caribe”, dijeron algunos reportes.
A pesar de su reconocido prestigio y sus más de tres décadas difundiendo valores incluyentes y trabajando por la ruptura de sentidos opresivos como el racismo y la hegemonía cultural, son pocos –al menos en los sectores más populares- los que sobrepasan la visión celebrativa del Evento. La Fiesta del Fuego es también, así lo reconocen sus organizadores, una apuesta por el compromiso de establecer a niveles culturales un entramado de cooperación para nuestros pueblos y comunidades.
Por estas características, la Red de Educadoras y Educadores Populares en Santiago de Cuba ha reconocido el espacio como una plataforma importante en la apuesta común de cultivar el Jardín de la Esperanza. Los valores promovidos desde el Centro Memorial Martin Luter King Jr. (CMLK) y sus Redes, y la necesidad de divulgar y compartir los resultados, experiencias y prácticas realizadas, motivaron a parte del equipo de Coordinación santiaguero a insertarse desde esta edición en el Evento, a través de la propuesta Caribe 2000. Encuentro de Comunicadores, presidida por el intelectual Juan A. Tejera.
La confluencia de saberes se realizó dos días previos a la culminación de la presente Edición del Festival. Desde su Sede, en el Centro de Convenciones Heredia, fue presentada la Red santiaguera y su incidencia en diferentes ámbitos del territorio entre los que se destacan el académico y el comunicacional.
Precisamente con el documental audiovisual realizado por niños y niñas del Centro Histórico de la ciudad: Huellas de Viaje, una experiencia acompañada por esta Red para dar respuestas a necesidades del Proyecto de apoyo al desarrollo integral de la niñez y la juventud en el Consejo Popular Guillermón Moncada, la familia santiaguera del CMLK pudo visibilizarse y sensibilizar con la propuesta de la Educación Popular a diversos actores comunicativos locales y de la zona, sobre todo del Caribe Colombiano, región a la que estuvo dedicada en esta ocasión el Evento.
En un intercambio dialógico y horizontal con otras propuestas comunicativas presentadas, días antes de cerrar el Festival y de quemar al Diablo1, también la Red de Educadoras y Educadores Populares de Santiago de Cuba demostró la importancia del fuego en el trabajo que realizamos. Una invitación a mantener sus llamas en la ampliación y el fortaleciendo de nuestro tejido social comprometido con el proyecto socialista que defendemos. Una combustión para consolidar del trabajo sociocultural y comunitario como una alternativa de búsqueda frente a algunos silencios obstinados, y como lo ha venido asegurando esta Fiesta del Fuego, una apuesta en favor de la integración de nuestros pueblos. Cuáles si no esos, son algunos de los valores que identifican al CMLK y a sus redes desde hace veinticinco años.
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[1] Durante los días de Festival, quemar al Diablo significa, acabar con la maldad y la opresión de toda índole