Por Mailé Vázquez Avila
Se nos muere Marcos, dijo mi mamá mientras un mar de lágrimas bañaba su cara. Se nos muere, mijo…Iba a cumplir 17 cuando llegara la primavera, pero si lo ves, segurito piensas que tiene 13 porque es flaquito y chiquito, casi como yo. Pero eso, según mi hermano fue lo que le ayudó a conseguir trabajo en la Mina desde mucho antes de yo nacer. Primero lo llamaba cada tanto un tal… se me olvidó el nombre…un tal…no sé…Pero lo llamaba de noche para que recogiera pedacitos de oro de las bocaminas más estrechas o de los conductos de ventilación. Esa primera noche —me contó— que le tenía miedo a la oscuridad, pero a todo se acostumbra uno con tal de ver a mamá contenta, decía orgulloso.
Después consiguió trabajo durante el día, por eso dejó la escuela… ya había aprendido a contar…no mucho, pero sabía contar. Tanto le gustaban las matemáticas que en la mina jugaba a contar las carretas que tenía que cargar. Casi siempre llegaba al 20, después de ahí contar era más difícil.
¿Qué de qué se enfermó? No sé…no me dijeron, pero hace mucho que tenía los ojos como si hubiera llorado mucho. Con él, ya no podía jugar a los secretos porque tenía que repetirle las cosas dos o tres veces, y hasta gritarle, bueno…eso fue después de aquella explosión de la mina… ¿te acuerdas?
Hoy, cuando lo vi tan quietecito, lloré, pero un poquito…porque ya soy grande. Le dije a mamá que no se preocupara, ahora yo soy el hombre de la casa, ya casi voy a cumplir nueve y seguro hay algún trabajito en la mina para mí. Yo no le tengo miedo a la oscuridad.[1]
[1]Este pequeño relato lo elaboré a partir de las descripciones del trabajo infantil en las minas de Potosí, Bolivia, donde cada niño trabajador carga aproximadamente 45 kilos de mineral, durante 20 a 25 veces por día y reciben el pago de 5.5 dólares americanos por día. Estos tipos de trabajo se han clasificado como las peores formas de trabajo infantil: los trabajos intolerables son aquellos que atentan contra los derechos humanos de los implicados, como la explotación sexual y la utilización de niños y niñas en actividades ilícitas; los trabajos peligrosos son los que representan un riesgo para la salud y la seguridad de quienes los realizan.