En ese laberinto de poder oficial, fue asesor especial del presidente de la República y coordinador de Movilización Social del Programa Hambre Cero, al que define como una de las iniciativas más importantes de redistribución del ingreso en toda la historia del país sudamericano. De vuelta al llano, Betto continúa acompañando y asesorando a los movimientos sociales y ha publicado su último libro, La mosca azul, una reflexión crítica y apasionada sobre el ejercicio del poder.
SERGIO FERRARI Y BEAT “TUTO” WEHRLE |
Hace poco publicó La mosca azul – Reflexiones sobre el poder. ¿Por qué este libro ahora? ¿Representa un medio para “digerir” la experiencia dentro del gobierno de Lula?
Soy también un trabajador de la memoria. Por ejemplo, cuando escribí Bautismo de Sangre, del que se ha hecho una película, me sirvió de terapia para lo que fue mi período de preso político (de1969 a 1973). Escribir mis experiencias y reflexiones, organizando el caos, me permite hacer más amena mi propia locura… Por eso, luego de participar en el gobierno de Lula, entre 2003 y 2004, sentí la necesidad de reflexionar más profundamente sobre el corazón del poder. Para ello releí los clásicos de la política: Platón, Aristóteles, Maquiavelo, Max Weber, etc. Y a la luz de esos teóricos, traté de sistematizar la experiencia que el Partido de los Trabajadores (PT) y la izquierda tienen en el poder. Esto es lo esencial de La mosca azul, título que se originó en el poema de igual nombre de Machado de Assis, en el que cuenta la historia de un siervo que, picado por la mosca azul, se siente sultán de la corte.
Situándonos en el presente y con las elecciones muy cercanas, ¿qué piensa que va a pasar en Brasil?
Espero que Lula sea reelecto en octubre próximo. Si dependiese de mi voto, Lula seguiría siendo presidente de Brasil. Y esto es muy importante para asegurar este proceso de consolidación democrática en América Latina. Hoy el Norte es el Sur…, me explico: lo que hay de nuevo en la coyuntura mundial es el pueblo latinoamericano. Cansado de las propuestas neoliberales y de las fuerzas tradicionales, elige candidatos populares, que las elites, con sus prejuicios habituales, caracterizan como populistas. Lula, Chávez, Evo Morales son esperanzas de una América Latina más libre, soberana y justa.
Sin embargo, en lo que respecta a Brasil, no son pocas las señales de cierta desilusión de los sectores populares de cara al gobierno Lula…
En estos años de gobierno de Lula, se realizaron muchas cosas para los más pobres. Sobre todo el Programa Hambre Cero y a través del mismo, la Bolsa de Familia, que es el mayor programa de redistribución de ingresos en la historia de Brasil y que hoy beneficia a 8,5 millones de familias que vivían en la miseria. Sin embargo, faltan las reformas prometidas por Lula en la campaña electoral 2002. Me refiero a las reformas agraria, del trabajo, tributaria y política. Sin esas reformas de estructura, las políticas sociales corren el riesgo de quedarse sólo en propuestas meramente compensatorias.
Durante todo este período el movimiento social nunca rompió con el gobierno, a pesar de mantener una relación crítica y presiones para que se supere la contradicción entre políticas sociales avanzadas y la política económica ortodoxa, neoliberal, dirigida sobre todo a beneficiar al gran capital especulativo. El superávit de Brasil es del 4,25 por ciento y los intereses se encuentran en el 16,25 por ciento, lo que impide que el país crezca.
Entrando en temas más “universales”, los movimientos sociales ha acumulado gran capacidad de coordinación planetaria en torno al Foro Social Mundial. ¿Cómo interpreta esta dinámica?
El Foro Social Mundial (FSM) es la mejor iniciativa de izquierda desde la caída del Muro de Berlín. Es ecuménico, reúne a todas las personas, movimientos e instituciones que apuestan por “otro mundo posible”. Mi única preocupación es que algunos sectores quieran imponer una “camisa de fuerza” al FSM. No le corresponde al FSM ser una organización, tener un programa de lucha. El Foro Social Mundial fomenta propuestas, que a su vez deben ser implementadas por los movimientos que participan en él.
Más allá del Foro, existe una concepción alter mundialista que intenta consolidarse. ¿Cuáles serían sus prioridades más urgentes?
Creo que es necesario desencadenar una gran ofensiva cultural a través de los medios de comunicación y de la movilización de los movimientos sociales. Para denunciar el carácter genocida de la invasión de Irak y la violación de los derechos humanos en la cárcel de Guantánamo; para confrontar la visión que identifica islamismo con terrorismo; para combatir todos los fundamentalismos religiosos; para priorizar África como punto de la atención de la humanidad; para valorizar el proceso de democracia popular que se protagoniza hoy en América Latina; para profundizar la lucha por la protección del medio ambiente. Éstas son algunas de las banderas que me parecen prioritarias.
América Latina aparece hoy como “un laboratorio de la utopía”. ¿Cuáles son los desafíos en esta coyuntura continental?
Ayudar a los gobiernos populares del continente a que se mantengan próximos a los movimientos populares, asegurando su gobernabilidad, no sólo vía parlamento, sino sobre todo a través de la movilización popular.
En un mundo con valores tan mezclados y cambiados, ¿qué significa hoy ser de izquierdas?
Es mantener viva la indignación y comprometerse con los cambios que terminen con la marginalización y la exclusión. Nunca aceptar la desigualdad social como algo natural, como el día y la noche… Es una aberración el contraste entre la opulencia y la miseria. Nadie elige ser pobre, sobrevivir privado de los bienes elementales para la dignidad, como la alimentación, la salud, la educación, el techo y el trabajo… La riqueza de unos pocos hace la pobreza de muchos. Somos todos hijos de la lotería biológica. No escogemos ni la familia ni la clase social donde nacemos…
Un militante de izquierda es vulnerable a los errores. Cuando se mueve por presunción, por arrogancia, por ambición desmesurada. También se falla cuando se pierde el contacto directo con aquellos que representan la razón de ser de la causa: los pobres. Un militante de izquierda puede perderlo todo libertad, trabajo, vida, todo menos la moral. Si eso pasa, pone en riesgo la causa que defiende y encarna. Y le brinda así un inestimable servicio a la derecha. El auténtico militante, como Jesús, Gandhi, el Che Guevara, es un servidor. Dispuesto a dar su vida para que otros tengan vida.
Para terminar, una pregunta personal. Tras dejar responsabilidad en el gobierno de Lula, ¿pensó alguna vez en, por ejemplo, dedicarse a la oración y la contemplación?
¡Ya me dedico a la oración! Lo que pretendo hacer el tiempo que me quede de vida es orar, escribir, dar charlas y conferencias, y asesorar a los movimientos populares. Eso me alcanza para ser muy feliz…
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Sergio Ferrari y Beat “Tuto” Wehrle son colaboradores de E-CHANGER, ONG de cooperación solidaria. Esta entrevista ha sido publicada en el nº 23 de la revista Pueblos, septiembre de 2006.