Estuvimos con el fotógrafo cubano Carlos Abad Zaldívar (Camagüey, 1969), a propósito de la exposición que inauguraría en el marco de la Jornada Cubana por el Día Mundial de Lucha contra la Homofobia (La Habana, mayo/09). Se titula Gritos, y su epígrafe reza: Crónica de dos días que amenazaron con estremecer la tierra.
El 18 de junio de 2005, a punto de ser aprobada la ley que autorizaba los matrimonios de homosexuales (en España), así como el derecho de estos a la adopción, el Foro por la Familia y otras organizaciones católicas y de derechas, organizaron una gran manifestación que recorrió Madrid bajo los gritos de «La familia sí importa», y «El matrimonio es entre un hombre y una mujer».
Dos semanas después, el 3 de julio, ya aprobada la ley, y coincidiendo con el Día del orgullo, millones de personas tomaron las mismas calles para aplaudir y celebrar una medida histórica que instauró y reconoció la igualdad incuestionable de todas las uniones sin que importaran el sexo y la orientación sexual de los contrayentes. Esta es la crónica de aquellas dos jornadas: «días que amenazaron con estremecer la tierra».
Hoy, cuando lo vi tan quietecito, lloré, pero un poquito…porque ya soy grande. Le dije a mamá que no se preocupara, ahora yo soy el hombre de la casa, ya casi voy a cumplir nueve y seguro hay algún trabajito en la mina para mí. Yo no le tengo miedo a la oscuridad.
Un tipo que, sin alardes ni empeños, es una suerte de reserva moral de la revolución, en las muchas latitudes en que esta se manifiesta. Siempre él, con la palabra a pie de época y sus contradicciones. Su nueva canción es esperada permanentemente, para entender, para entregar, para avanzar, para suponer lo bueno posible, para encontrar la denuncia justa. Canción donde se aguarda la vitalidad de lo que pareciera derrotado: la libertad, el amor, la vida.
Hoy, cuando lo vi tan quietecito, lloré, pero un poquito…porque ya soy grande. Le dije a mamá que no se preocupara, ahora yo soy el hombre de la casa, ya casi voy a cumplir nueve y seguro hay algún trabajito en la mina para mí. Yo no le tengo miedo a la oscuridad.
Un tipo que, sin alardes ni empeños, es una suerte de reserva moral de la revolución, en las muchas latitudes en que esta se manifiesta. Siempre él, con la palabra a pie de época y sus contradicciones. Su nueva canción es esperada permanentemente, para entender, para entregar, para avanzar, para suponer lo bueno posible, para encontrar la denuncia justa. Canción donde se aguarda la vitalidad de lo que pareciera derrotado: la libertad, el amor, la vida.
Con este número, la revista Caminos se propone contribuir al debate que sobre la voz democracia se ha venido colocando en la agenda de organizaciones políticas nacionales y foráneas.
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