Los muros suelen ser de una diversidad infinita de materiales. Hormigón, cemento, acero, rejas, alambrado simple o de púas. Cualquier elemento es utilizado para separar y dividir.
También puede ser una vía de ferrocarril, que aparta una zona de otra de un pueblo. O una calle o avenida, que no tienen ningún elemento de separación visible y sin embargo dividen. En las ciudades no hace falta muros visuales para separar a la gente según el potencial económico. Una cosa es vivir en el centro y otra en un barrio aledaño. También están los que viven en barrios privados, absolutamente aislados del resto. ¿Será sólo por seguridad? Hmmmm
En el resto del mundo se yerguen infinitos murallones y tapiales separatistas. Tangibles e intangibles. Hay paredones que pretenden impedir el acceso de mexicanos hacia Estados Unidos y en España están las legislaciones para evitar el paso de los nacidos en África.
Hay un muro entre Israel y Palestina. Paredes de hormigón de ocho metros de altura, con torres de control cada 300 metros, bordeado por zanjas de dos metros de profundidad, alambradas de púas y carreteras. Fue construido por Israel, a un costo de un millón de dólares por kilómetro. La Corte Internacional de Justicia lo condenó como “Muro de la vergüenza”, pero sigue ahí cumpliendo su rol divisorio.
En Bagdad, a contrapelo de sus habitantes, Estados Unidos levantó varios muros para separar las comunidades chiitas de las sunitas. Arabia Saudí sospecha de los de Yemen del sur, a quienes cataloga como terroristas, y desde 2007 construye un muro de unos cinco mil kilómetros, altamente sofisticado, cuyo valor será de unos diez mil millones de dólares.
Un estudioso del tema, el canadiense Michel Foucher, afirma que “Hoy se han endurecido las prácticas fronterizas”, y el diario inglés The Guardian sostiene que: “Nunca, desde la Edad Media, ha habido tanta demanda de muros”.
A todos estos divisores físicos hay que agregarles aquellos cercos interiores, invisibles como la xenofobia, el racismo, el clasismo, el sexismo y muchos otros “…ismos” Razón tiene el filósofo Yves Michaud: “Hay gente que no tiene idea de que otra vida sea posible”. A lo que debe agregarse lo de Goethe: “No se puede amar lo que no se conoce”.
Jesús también enfrentó estos problemas. Cuenta la Biblia que el Israel de entonces despreciaba a los habitantes de Samaria. Un día, el Mesías, en su camino se encontró con una samaritana. En vez de ignorarla como era de esperar, conversó con ella.
De esa forma derrumbó dos muros: el de género y el de raza. Habló con una mujer, lo cual estaba prohibido para un Maestro como él y mucho más aún pues ésta era de Samaria. Los discípulos se quedaron con la boca abierta cuando vieron la escena de su Jefe hablando con una mujer y además samaritana.
La conversación versó sobre situaciones personales de la mujer y desembocó en el problema religioso. La preocupación de la samaritana era saber dónde se debía adorar a Dios pues los judíos insistían en el templo como lugar sacrosanto y lo samaritanos tenían otra idea.
Jesús fue lapidario: “Ni lo uno ni lo otro. Para adorar a Dios es bueno hacerlo en cualquier parte”. Supera la barrera del lugar. Con ello derriba otros dos muros: la del lugar como edificio, el Templo, y como espacio geográfico.
Hay otros ejemplos sobre ese estilo de vida que propone Jesús. El de las relaciones sin prejuicio. Sin fronteras. Sin muros. Propone el vivir cara a cara. Sin tapujos. Sin miedos. Abiertos.
Por supuesto que no es tarea fácil. Hasta puede ocurrir que cuando nos animamos a experimentar, nos salga mal y quedemos pagando. Sin embargo, nunca hay que bajar la expectativa. Hay que insistir. Mirarnos interiormente y preguntarnos ¿Qué nos falta profundizar, corregir? ¿Qué actitud o palabra pronunciamos que hizo que el otro o la otra nos diera la espalda?
La responsabilidad en las relaciones, siempre es compartida. Desandar ese camino es difícil. Se necesita tiempo y perseverancia para derribar nuestros propios muros. Además, hay que convencerse de una vez por todas, que no lo podemos hacer solos ni solas.
Nosotros y nosotras, de la Iglesia Metodista de Belgrano al 300, aquí en Bahía Blanca, estamos convencidos de ello, por eso te proponemos este espacio radial, invitándote a que… Pensemos Juntos la Vida.
Nota. Reflexión presentada como editorial en “Pensemos juntos la vida”, el programa semanal de radio de la Iglesia Metodista Central de Bahía Blanca. La edición radial es efectuada por Rubén Ash. Para otros datos ver PreNot 8670 del 100119, La mujer de la joroba: PreNot 8688 del 100125 Arrojar la capa y pegar el salto y PreNot 8705 del 100203 Galileo y el cambio de la centralidad humana. Para informarse sobre el Programa Radial http://radioiema.blogspot.com/
por: Aníbal Sicardi