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Ninguna revolución antecede a las demás revoluciones

Gerardo Cerdas Vega

Para Franz Hinkelammert, la lucha por la emancipación opone un universalismo abstracto a un universalismo concreto que aspire al bien común, que pone al ser humano como centro, no a la producción o a la acumulación de riqueza como único objetivo del trabajo social. Recordando a Marx, señaló que el capitalismo solo desarrolla la técnica y el proceso social de producción, socavando la base de toda riqueza: la tierra y las personas trabajadoras. Señaló además que el socialismo histórico ha tenido un efecto análogo, porque nunca se puso en cuestión el contenido ético de la relación entre las formas de socialismo existentes con los problemas de la depredación de la naturaleza y la enajenación y explotación de los y las trabajadoras, dando por sentado que ambas contradicciones estaban ya superadas por la simple existencia de un régimen socialista.

Para Hinkelammert, toda emancipación pasa por la transformación de lo que entendemos por justicia, ya que aún no tenemos un concepto de justicia que sea capaz de indicarnos el camino a seguir: luchar hoy por la justicia es luchar por el bien común, por lo tanto la justicia no es simplemente redistribuir, o garantizar un mínimo para la supervivencia, sino que ésta parte de las condiciones de la vida humana y aspira al bien común, al pleno desarrollo de la sociedad humana. ¿Qué es, hoy, una sociedad justa? Es una que produce y desarrolla la técnica y la combinación del proceso social de producción, respetando las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el trabajador y trabajadora. La injusticia es producir socavando. La justicia es producir sosteniendo esas fuentes de la riqueza. El concepto de justicia está relacionado así con el concepto de emancipación, del que no puede ser separado.

Producir la riqueza respetando las fuentes de la misma, entonces, expresa un bien común. Es necesario recuperar este concepto de bien común: es un bien de todos y es de cada uno, pero no es lo que en el pensamiento neoclásico neoliberal de la economía se llama bien común, que es un concepto abstracto que no reconoce la realidad concreta: aquí se trata de un bien común desde la perspectiva del sujeto, no deducido de una naturaleza humana previamente definida. Descubre el bien común en la vida. La tradición cristiana también lo expresa señalando que la gloria de Dios es que viva el ser humano. El ser humano también es el ser supremo para Dios.

En una idea que recuerda tanto a Marx como a Paulo Freire, señaló que a partir de la emancipación de los discriminados, todos se emancipan. La emancipación de los desheredados es la emancipación general, es decir esta lucha es una lucha por un bien común. Si hay emancipación efectiva de la mujer, el mismo hombre debe cambiar, y cambiando todos van a vivir mejor, aunque en términos de un cálculo de poder esté perdiendo; si el esclavo se emancipa, el amo vive mejor aunque pierda el poder; cuando el obrero se emancipa, también el rico vive mejor aunque tenga menos riqueza acumulada. Toda emancipación afirma el bien común de cada uno y el de aquellos con quienes se entra en conflicto para alcanzar la emancipación. Entre el vivir mejor y el tener más hay un conflicto tanto en la sociedad como en el interior de cada persona, y aunque todos esos conflictos estén atravesados por la lucha de clases, no se reducen a ésta. La emancipación no defiende solo un interés de grupos, de los humillados, sojuzgados, abandonados y despreciados, sino que defiende un bien común, una sociedad que echa por tierra todas las relaciones en que el hombre es justamente un ser humillado.

Para Enrique Dussell, por su parte, es urgente replantearse la cuestión del poder en el ejercicio de resistencia de los movimientos sociales. Expresó su discrepancia con las tendencias que se expresan en el “cambiar el mundo sin tomar el poder”. ¿Pero qué concepto del poder encierra esta posición? Para muchos movimientos sociales, el poder es visto como algo que a todas costas debe ser evitado. Salvo algunas excepciones como el sandinismo de los años setenta y la Revolución Cubana, los movimientos de izquierda han visto el poder como algo que se debe hacer por obligación, como una carga.

Pero, para Dusell, tenemos que tener un sentido positivo del poder. Si uno define el poder político como poder de vida, esa es la fuerza del poder, pero si cada uno tira para su lado no se puede ejercer el poder, aquí solo hay racionalidad política instrumental. Y el poder tiene que basarse en el consenso y tener eficacia estratégica. El único lugar de residencia del poder es la comunidad política: el pueblo. No es ninguna institución, ningún Estado y ningún líder. El poder no se toma, o lo ejerce el pueblo o se debilita frente al ejercicio despótico. El poder que reside potencialmente en el pueblo y si no se expresa en instituciones, no existe.

Las instituciones son necesarias para la vida y sin ellas no se hace objetivo, real, el poder del pueblo. Esas instituciones pueden no ser represivas sino servir efectivamente a la reproducción de la vida. Las instituciones son las instancias delegadas para el ejercicio del poder. El vanguardismo no es democrático y es un ejercicio espurio del poder. El poder es un ejercicio de obedecer a las demandas del pueblo. Mandar obedeciendo, es un nuevo concepto del poder del que debemos apropiarnos y traducirlo en nuevas prácticas políticas y en nuevas instituciones. Si alguien que ejerce el poder cree que es el dueño del mismo, cuando la voluntad del gobernante se confunde con el poder, lo que se genera es la fetichización del poder.

El tema de las instituciones es muy relevante y mucho más porque ha sido tradicionalmente despreciado por ciertas expresiones de izquierda. Cuando las instituciones se fetichizan (se convierten en objetivos por sí mismas), hay que transformarlas. Pero lLos anarquistas creen que todas las instituciones son represivas y el liberal cree que todas son eternas. Ambas posiciones son falsas, debemos replantearnos la política y esta es una demanda real de los pueblos latinoamericanos, el cambio de las instituciones para ponerlas al servicio del pueblo.
¿Y cuál es el papel de los movimientos sociales en la transformación institucional, en la construcción de un nuevo proyecto hegemónico?, preguntó el panelista. Para él, debemos poner nuevamente la categoría central de la política, el pueblo, en discusión dentro de la izquierda. El tema de lo popular nunca ha estado realmente en discusión dentro de la izquierda y por eso en gran medida ha sido incapaz de comprender e incorporar toda su enorme diversidad como base de su acción política. Finalmente, reiteró su optimismo frente al momento por el que pasa América Latina y dijo que será allá por el año 2090 que podremos ver hacia atrás y saber qué ha pasado, qué pudimos hacer, por lo que no hay que pensar que la historia se agota ahora sino que tenemos la oportunidad de ejercer el poder delegado por el pueblo, sin miedo, tomando decisiones que contribuyan de forma decisiva en el camino de nuestra emancipación.

Cuando fue el turno de la compañera Diana Maffia, lo primero que señaló fue que “ninguna revolución precede a las demás revoluciones”, en otras palabras, que debemos superar el viejo esquema según el cual primero tenemos que hacer la revolución política, luego la económica, hasta llegar a la revolución de las estructuras sociales profundas. No obstante, señaló que para ser verdadera, una revolución debe integrar todos los niveles de complejidad en una sola revolución, debe ser capaz de integrar todos los niveles en un solo gran proceso complejo, lo cual es particularmente importante en lo que atañe a la situación de opresión que afecta a las mujeres.

Para la expositora, el tema de la opresión de los cuerpos y de las relaciones opresivas de género nos permite ver que en los cuerpos se han naturalizado muchas jerarquías: el cuerpo blanco vale más que el negro, el cuerpo de un varón más que el de una mujer, el de un adulto que el de un niño, el cuerpo heterosexual que el homosexual. En este marco, señaló que el feminismo lucha contra el clasismo pero también contra el sexismo y muchos otros “ismos” que consagran la opresión: el feminismo no pretende solo revertir la dominación, hacer que las mueres pasen de dominadas a dominadoras, no quiere solo salvar a las mujeres en una sociedad donde tanto mujeres como hombres son oprimidos por otras muchas razones. El feminismo aspira a ser libres en una sociedad donde hombres y mujeres y la enorme diversidad de los géneros no ejerzan opresión unos sobre otros. Esto nos lleva a un cambio del concepto de poder, no es un sustantivo sino un verbo: no es algo que se tiene sino algo que se hace, con otros y otras.

Pero para hacer ese poder, ¿cuáles voces son las que cuentan? Si la revolución no incorpora todas las voces, incluyendo las voces múltiples de las mujeres, aquella pasará por nuestras vidas pero sin cambiarlas. Por eso, una de las luchas más fuertes que debemos emprender es contra el discurso hegemónico que se nos impone con una única forma de inclusión: la subordinación. Solo como subordinados somos reconocidos. Aquellos y aquellas que no aceptan la dominación reciben violencia, tanto en lo público como en lo privado. El patriarcado radicaliza para las mujeres todas las formas de exclusión. El mismo concepto de género, está siendo cooptado como discurso de la dominación, lo cual es todo un reto ya que el mismo se construyó como elemento de la resistencia de las mujeres y ahora se usa como eje de la dominación que ellas viven.

Así, hay un imperativo ético para los movimientos, que constituye en recuperar la polifonía de las voces, gracias al ejercicio del diálogo donde lo importante no es hablar sino la escucha sensible de lo que dicen los otros, lo que viven los otros. Al incorporar (poner en el cuerpo) estas experiencias, construimos la polifonía de las voces.
Retomando la presentación de Franz Hinkelammert, indicó que no podemos olvidar que las mujeres (gracias a la naturalización del trabajo doméstico), trabajan más de seis horas adicionales que los varones pero poseen solo el 3% de los medios de producción, sumado a que sus cuerpos son apropiados por quienes controlan los procesos de producción (el control de la natalidad en las fábricas es uno de los ejemplos más significativos).

Otros de los puntos de gran relevancia abordados por la compañera fueron:

-El tema de la trata de mujeres, uno de los negocios más lucrativos y donde la mercancía es el cuerpo mismo de las mujeres.
-Las mujeres que luchan en los movimientos contra-hegemónicos incorporan las luchas de los compañeros (salarios, vivienda, etc.), pero no siempre hay reciprocidad ya que los hombres no siempre incorporan las demandas y reivindicaciones de las mujeres como algo propio.
-Igualdad no es lo mismo que identidad. Podemos ser iguales pero no somos idénticos, respetar las diferencias, afirmarlas, es necesario para alcanzar la justicia.
-La familia como institución ha sido naturalizada y no se perciben las relaciones de opresión que allí se establecen. La naturalización del trabajo doméstico, como señalaba Engels, impone a las mujeres una doble plusvalía.

Finalmente, la compañera también argentina Claudia Korol (Argentina) señaló al inicio de su presentación que la Revolución Cubana, por su tenacidad y resistencia cotidiana, mantiene vivo el horizonte socialista y hace posible que los movimientos desarrollen discusiones como la que tiene lugar en este seminario.

Para ella, la construcción de un proyecto común se relaciona con compartir los saberes, donde radica la posibilidad de que estos se multipliquen en prácticas transformadoras. No se trata solo de juntar nuestras agendas sino de en conjunto podamos repensar el tipo de humanidad que queremos y trabajar solidariamente en la creación de las propuestas frente a la dominación. Para Claudia, la construcción de paradigmas emancipatorios conlleva pensar los desafíos civilizatorios que tenemos delante. También nos plantea una discusión profunda sobre la reproducción de la vida cotidiana pero este no ha sido un tema de nuestros testimonios o intervenciones, esta ausencia es problemática pues es en la vida cotidiana donde se construyen los movimientos, las alternativas, las relaciones sobre nuevas (o viejas) bases. Es en la vida cotidiana donde se da la lucha por la desmercantilización de la vida, donde luchamos por construir la igualdad, entre muchas otras luchas y aspiraciones.

La autora planteó la necesidad de problematizar el tema de los gobiernos que se asumen como de izquierda o antineoliberales, en el nuevo momento que vive América Latina. Una caracterización más precisa nos permitirá superar muchas de las ilusiones que nosotros mismos nos forjamos, lo cual es necesario para ver realmente en dónde estamos, más allá de dónde queremos estar y para saber cuál es la dirección que debe ser tomada. En algunos casos, por ejemplo, estos gobiernos le dan continuidad a la agenda neoliberal. Puso como ejemplo a la Argentina, donde a pesar de que el gobierno de Kirchner ha tomado como bandera el tema de la violación de los derechos humanos durante la dictadura, hoy día hay cinco mil procesados de los movimientos por su participación en las luchas sociales. Hay compañeros asesinados, este gobierno día a día criminaliza la pobreza y la lucha y en eso no se diferencia de los gobiernos quelo antecedieron. Por eso, debemos también problematizar el proyecto histórico del “socialismo del siglo XXI”, tenemos que discutir esto a la luz de las luchas que hemos dado a todo lo largo del siglo XX, no es que ahora vamos a dar vuelta a la hoja sin discutir a fondo las contradicciones del socialismo que hemos conocido, la depredación de la naturaleza, la opresión de las mujeres, el economicismo por sobre la diversidad cultural y las políticas sociales, etc.

Finalmente, resaltó que es en el trabajo de base, en el acompañamiento cotidiano de las resistencias, en la incorporación de nuevos liderazgos, en donde podremos entroncar las redes globales o regionales con el trabajo de las organizaciones de base, creando un nuevo internacionalismo no desde arriba (incluso aunque se trate de procesos impulsados por gobiernos amigos), sino desde nuestros movimientos y organizaciones para construir alternativas y un horizonte propio.

Este panel puso de manifiesto la enorme complejidad de las tareas que tenemos pendientes para la construcción de sociedades donde la emancipación se construya todos los días, desde los actos cotidianos hasta las formas de acción política e institucional, abarcando la enorme diversidad de planos en que la realidad social nos demanda una acción y una voluntad transformadoras.

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