Por Ivis M. Villasuso Socarrás*_
Siempre he sentido un inmenso orgullo por mi tierra, Cuba y en estos días de coronavirus más. También sé, desde lo más profundo de mi corazón, que pertenezco a todas partes, quiero decir, a este planeta Tierra.
Este el 22 de abril no podremos celebrar el Día de la Madre Tierra como años anteriores, en el Parque de La Libertad, Paseo Narváez, Canímar, u otro lugar. Hoy la gran mayoría estaremos en casa. Por eso desde acá, confiada que podremos salir de esta situación con disciplina, dedicación, trabajo del sector de la salud y todos los que tienen la difícil tarea de dirigir y guiar el país. Ya tendremos tiempo de carnaval, concurso, siembra de árboles, recogidas de plásticos y desechos sólidos, entre otros.
Llamo al análisis más profundo. No del profesional, intelectual, catedrático, investigador o dirigente, sino simplemente del ser humano. Considero que todos los que componemos este espacio común somos importantes: las sólidas rocas, los suelos, cuerpos de agua, vegetación, fauna y, por supuesto el ser humano. Solo que nosotros tenemos la responsabilidad de hacer uso de los restantes componentes de la naturaleza con respeto y racionalidad. La humanidad no lo ha hecho así por años.
Nuestro país no escapa a esta situación, a pesar de tantos años de esfuerzos por el conocimiento e investigaciones, proyectos, leyes y de contar con una Constitución que nos convoca a usarla, conservarla y protegerla.
El Cambio Climático es una evidencia. ¿Hay que esperar a tener más demostraciones para creer en lo que los científicos alertaban? Seguro su respuesta es no. Todos sabemos que en estos tiempos de pandemia dependemos de nuestros recursos, los que tenemos y debemos atesorar y salvaguardar, en este pedacito del planeta. Es lastimoso tener que experimentar la difícil lucha contra el coronavirus para comprender que ahora todo consiste en cómo procederemos en el manejo de los bienes naturales.
De una manera muy particular quiero dedicar este día a los que hoy están en nuestros campos haciendo producir por nosotros sus fincas, patios, u otros espacios agrícolas, pecuarios o forestales. Sobre todo a los que lo hacen bajo el precepto de la ciencia y la técnica, o del conocimiento heredado de sus padres. También a todos los que nos cuidan.
Comprendamos lo importante de continuar luchando por la vida en nuestro planeta sin egoísmos, con mucha solidaridad, disciplina, responsabilidad, y eterna gratitud. Reitero, en nombre de nuestra Madre Tierra, unámonos.
¡Gracias, mil gracias!
*La autora es miembro de la Red de Educadores Populares Libélulas de Matanzas