Oh Dios materno, te damos gracias por las madres:
Por sus graciosos cabellos, cada vez más blanqueados, que revelan la experiencia y la esperanza con las cuales nos educaron; te damos gracias por sus manos, surcadas por el trabajo y por el tiempo, que nos calentaron, nos curaron y nos confortaron; te damos gracias por sus pies, ya tan doloridos, porque fue por su ejemplo que aprendimos, un día, a andar con nuestros propios pies.
También oramos por las madres que asumieron el lugar de otras madres, porque por su amor sobreabundante, no nos dejaron huérfanos. Guárdalas en tu amor.
Oramos por las madres que se despidieron de sus hijos en situaciones dramáticas, que semejante nostalgia y ausencia sean suplidas por tu presencia amorosa.
Intercedemos a favor de aquellas que, aún deseándolo mucho, no pudieron realizar el sueño de generar un hijo. Que su amor por la vida no les impida ejercer el cuidado maternal junto a tantos que padecen el abandono y sufren con la orfandad afectiva.
Oh Dios materno, te pedimos finalmente por aquellas madres que se vieron en la situación extrema de tener que abandonar el hijo generado en sus entrañas. ¿Quién podrá comprender su dolor, su angustia y sufrimiento? ¿Quién podrá juzgarlas sin considerar la rudeza y las atrocidades sufridas que las llevaron a practicar un gesto tan nefasto? Solamente tu amor infinito puede redimirlas. Por eso te suplicamos: restablécelas, por tu gracia, a una vida digna; concédeles tu perdón; concédeles la fuerza que viene de lo alto para que puedan un día reparar su error.
Oh Dios materno, ten misericordia de nosotros, hijas e hijos, porque sabemos tan poco de la vida; ayúdanos a crecer para poder honrar a las madres que nos diste, sí, a todas aquellas personas que cuidaron de nosotros con amor maternal. Que podamos retribuirles sus cuidados cuando llegue el momento.
Y que tu paz, tu amor y tu ternura, sean sobre todas las madres del mundo, y sobre aquella que habita en lo recóndito de nuestro corazón.
Amén.