Hasta el día de hoy, cuando se piensa en la familia como institución de manera diacrónica, se le piensa como familia tradicional, y no se mira en su diversidad.1 Muchos siguen mirándola como el ideal donde deberían crecer las nuevas generaciones sin analizar los costos personales que al interior de ella se dan, al menos en aquellas aferradas al estilo patriarcal, donde prima la inequidad entre sus miembros.
“La familia tradicional no es una comunidad relacional de personas iguales. Es, más bien, un grupo jerarquizado, en el que funciona un reparto asimétrico de la autoridad: a favor de los padres en las relaciones paterno- filiales y a favor del marido en las relaciones entre los cónyuges. En la familia patriarcal ʻtodos los puestos están fijadosʼ sobre la base de las características adscritas a la edad, el sexo, al orden del nacimiento. En el vértice está el varón, padre y marido, que es el jefe de la familia así como el órgano de la tradición, el intérprete y el árbitro de las costumbres. Sus relaciones con la mujer y con los hijos, lo mismo que las relaciones entre los hermanos, están guiadas por el formalismo frío y respetuoso.”2
El centro de la familia judía era el “padre” 3. Es precisamente por el lugar que ocupa hacia el interior de esta, que se habla de “familia patriarcal”. Resulta un curioso detalle cultural, por ejemplo, que la paternidad- maternidad se sustentaba más en las necesidades económicas que en los afectos. La niñez, como la concebimos hoy, como sujetos de derechos, estaba muy lejos de ser una prioridad como grupo social.
Muchos tipos de familia atraviesan las páginas de la Biblia: las familias extensas y polígamas de los patriarcas Abraham, Issac y Jacob; la familia del rey David, marcada por la traición, las relaciones incestuosas entre hermanos y las luchas por el trono. La familia de dos mujeres viudas, Ruth y Noemí, que se prometen fidelidad; la viuda de Sarepta, como ejemplos de familias empobrecidas. Allí está también el sufrimiento del profeta Oseas, casado con una mujer que se dedica a la prostitución sagrada. En el Nuevo Testamento recordamos al padre compasivo y sus hijos, y la familia de Betania, por solo mencionar algunas.
Este breve recuento nos permite percibir que en la Biblia, como en la vida, las relaciones humanas están mediadas por conflictos, relaciones de poder; condicionamientos económicos que pueden hacer a unos más frágiles, y también por el amor, y la entrega generosa. Son los lentes con los que miramos los textos, y nuestras vivencias personales lo que nos hace preferir un modelo de familia frente a otro, pero este posicionamiento subjetivo no nos da derecho a excluir otras maneras de ser familia.
Uno de los elementos que llamaba la atención del ministerio itinerante de Jesús, es que estaba rodeado de mujeres. Ellas no solo ocupaban un lugar más entre la multitud, las de mayor poder adquisitivo le sustentaban económicamente, otras estaban cerca del maestro para servirle y recibir la instrucción que les era negada en la sinagoga 4. Las hermanas de Betania, Martha y María, pertenecen al grupo de seguidoras y amigas de Jesús. El relato de ( Lc10, 38-42 ) nos cuenta la manera en que ellas acojen a Jesús en su casa para cumplir el sagrado deber de la hospitalidad. Dice un proverbio oriental: “El huésped, mientras está en la casa es su Señor.”Y así de bien servido se sintió Jesús.
Quiero resaltar solo del texto algunos eventos que rompen con lo que estaba establecido socialmente y que son testimonio de la manera inclusiva que tiene Jesús de relacionarse con sus seguidores y seguidoras: los hombres y las mujeres no podían conversar, las mujeres no podían recibir a ningún hombre en casa sin la presencia de otro varón, las mujeres no podían aprender la ley y mucho menos sentarse a los pies de un maestro como lo hacían los discípulos por su condición de hombres.
Jesús supera todos esos condicionamientos sociales cuando elogia la actitud dedicada de María a la escucha. En su relación con las mujeres les coloca una nueva responsabilidad ética: escuchar, aprender, ser discípulas 5. Otro texto que es testigo de la inclusión de las mujeres como discípulas es Lc 11, 27-28, cuando una mujer elogia a quien le llevara en su vientre y él rectifica con un alto grado de subversión: “ Felices, pues, los que escuchan la Palabra de Dios y la observan.”
La práctica inclusiva de Jesús en este relato tiene como sostén la radicalidad de su pensamiento frente a una de las instituciones más importantes de su tiempo: la familia. En los relatos de los evangelios que cuentan el llamamiento de sus discípulos, coloca como primera condición la separación de la familia (Mt 4,18-22). También hay ejemplos donde los convocados colocan sus responsabilidades familiares por delante de la urgencia de afiliarse al movimiento de Jesús y este cuestiona tales prioridades. Ante el deber de dar sepultura a un padre de familia, sentencia: “Sígueme, deja que los muertos entierren a los muertos”(Mt 8, 22). A quien pretendía despedirse de la familia dijo: “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no puede ser mi discípulo”(Lc 9, 62). Y coloca Jesús la parada todavía más alta: “ Si uno quiere ser de los míos y no me prefiere a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a sí mismo, no puede ser discípulo mío (Lc 14, 26 y 27).
Él mismo se coloca como ocasión de discordia entre los diferentes miembros de una familia (Lc.12, 51-53). Para José M. Castillo (p.20), esta mirada hipercrítica a la familia, es al modelo de familia patriarcal, que constituía una estructura opresiva que colocaba todos los poderes en la figura del Padre 6. Cuando Jesús instruye a sus discípulos en que no se llamen “padre” unos a otros (Mc 23, 9) aboga por relaciones horizontales y fraternas, donde no hay lugar para el sometimiento, y donde los “poderes terrenos” son desestimados, tal y como fue la práctica de su movimiento, sin que los lazos sanguíneos otorgaran lugares de honor que no fuesen construidos comunitariamente (Mt 23, 8).
La familia actual o posmoderna es un entramado mucho más complejo donde se han seguido reorganizando las funciones sociales de la familia nuclear, así como las relaciones intrafamiliares, y aunque en apariencia podría pensarse en una familia “descompuesta”, se trata de una familia “compuesta” de muchos modos y que intenta construir relaciones más justas, donde la sumisión deja de ser entendida como valor fundamental de la vida, para ser reemplazada por una buena dosis de libertad.
Para finalizar quiero hacer algunas invitaciones: a no quedarnos solo con las lecturas que da Pablo (Ef 5, 21-6,9: Col 3, 18-4,1) acerca de la familia y que reproducen una sociedad y una cultura patriarcal, sino buscar primeramente cuál fue la práctica de Jesús.
Que miremos una y otra vez (mirar con los ojos y el corazón) las relaciones de opresión y discriminación que se dan al interior de nuestras familias para no continuar alentando poderes hegemónicos y patriarcales que niegan otros saberes: los saberes de las mujeres, de los niños y niñas y de los ancianos.
Más importante que el modelo de familia en el cual una ha crecido o está construyendo es la espiritualidad de poder ver en el otro y la otra la imagen de Dios. Les comparto un fragmento citado por Ricardo Barbosa de Sousa en su libro Cuida tu corazón: Ensayos sobre Espiritualidad cristiana : “El día que el ser humano sea capaz de colocarse delante de una mujer, negra, pobre, vieja, prostituta, bisexual, portadora del VIH, y aun así consiga ver que hay en ella belleza y dignidad humana, y sea capaz de relacionarse con ella con afecto y ternura, significa que consiguió romper con los vicios creados por una sociedad consumista e impersonal”. El que tenga oídos para oír, oiga.
Notas al pie:
1 Existen diferentes clasificaciones de familia: familia nuclear, familia extendida, familia monoparental, familias homoparentales, familias unipersonales, familias reensambladas, etc. Vease Calviño:
2 Marciano Vidal, Para orientar la familia posmoderna, Estella, Verbo Divino, 2001, p. 161.
3 El término “Padre” era un título que se usaba en tiempos de Jesús para designar a los rabinos y a los miembros del Gran Consejo y significaba, además, transmisor de la tradición y modelo de vida.Vease Castillo, José M. y Juan A. Estrada: El proyecto de Jesús. Ediciones Sígueme, Salamanca, 1987, p. 21.
4 Las mujeres tenían prohibido el estudio de la ley, y se daba por argumento que podrían usarla mal. Lo curioso era que el desconocimiento de la ley no les eximía de culpa ante ella.
5 Navarro, Mercedes, Para comprender el cuerpo de la mujer; una perspectiva bíblica y ética.p. 171
6 Castillo, José M. y Juan A. Estrada: El proyecto de Jesús. Ediciones Sígueme, Salamanca, 1987, p.20.
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